Les estoy
escribiendo desde el otro lado del Atlántico, no sólo desde la otra orilla
geográfica. También estoy en la orilla de ese inmenso "Mar sin
orillas", que todos ustedes bien han conocido.
Gracias al
Señor que oportunamente me mostró claramente mi vocación, es que no he pasado
de ser más que una intermitente cooperadora, pero de las muchas veces estuve en
plan de súper numeraria, pero la Gracia me ayudó a ser solamente, cooperadora.
Chan! Chan!
Me han
impactado profundamente los relatos que en la página se vierten. Especialmente,
porque por estos lados, por lo menos, no tuve nunca oportunidad en más de
treinta años de encontrar Orejas para cuestionar lo que tan fiel reflejan. En
lo personal, por no estar involucrada y por mi carácter, siempre huí
educadamente cuando algo me sonaba confuso. Es así que sobreviví a prudente
distancia de tanta santidad, tanta piedad, tanto apostolado, tanta labor, tanta
formación y sobretodo tantas ambigüedades. Ambigüedades que por serlo, resultan
difíciles de plantear cuando una tiene, lo que aquí aprendí, que se llama buen
espíritu.
Es verdad que
quizá podría seguir así, leyendo "tus escritos" y "la
correspondencia", y mansamente pulular por el centro que mejor me venga en
ganas. Pero sucede que me parece morboso tener esa actitud. Por otro lado hace
algo más de un año me diagnosticaron un problema de salud delicado, que
imprimió mayor definición a mis posturas y mayor coherencia en la acción. Esto,
sumado a mi gran sensibilidad me exige interiormente tomar una actitud, que, en
gestos, plática y presencia permita a aquellos que conozco y sufren sin saber
por qué, tomar conciencia y por qué no, distancia, de lo que puede ser la
fuente de sus angustias.
Lo que
especialmente me decidió seguir leyendo la página, fue leer el libro de María del
Carmen Tapia y descubrir, por qué el Señor me quiso tantos años allí.
Sin ánimo de ensoberbecerme, quisiera poder estar cuando me necesiten. Tener la
lucidez que tuvieron la señora de Souza, el señor Ismael Medina y su señora para
con María del Carmen Tapia.
Espero que
puedan ayudarme a ayudar a otros, - como ustedes, que creyeron y se entregaron
con sinceridad- para que encuentren la felicidad, que su generosidad les
amerita.
Un abrazo
enorme, desde la otra orilla.
Sinorillas