Pedir perdón, asumir responsabilidades, reparar el daño.- Conrad
Fecha Monday, 03 March 2014
Tema 020. Irse de la Obra


Resulta interesante seguir el proceso de renovación de los Legionarios de Cristo. Recuerdo que en mi despacho recibí una consulta de un antiguo sacerdote de la Legión. Pretendía una reparación del daño sufrido, sobre todo en el ámbito laboral. Era indudable que había trabajado para el bien (también económico) de la institución y ahora se encontraba "tirado como una colilla". Fue inevitable que lo que "escuchaba" como abogado lo "digiriera" como ex numerario. De aquella consulta me quedó la idea de que determinadas actuaciones son comunes para instituciones de la Iglesia Católica.

No sé si el Opus Dei alguna vez se renovará más allá de permitir que las numerarias vayan con pantalones. Desde luego me parece impensable que alguna vez admitan haber cometido errores y no haber tratado bien a personas que, objetivamente, le han dado lo mejor de sus vidas, camino que sí parecen emprender los legionarios.

Y es que (perdón por hablar de lo mío), pedir perdón está unido a asumir responsabilidades y, en consecuencia, a reparar el daño causado. Habitualmente a mis clientes les aconsejo no pedir perdón hasta que un juez determine que efectivamente ha causado un daño que debe reparar: no hay que admitir nada que pueda perjudicar tu línea de defensa. Si no quieres verte obligado a reparar (pagar) el daño causado, no empieces pidiendo perdón, no des argumentos a la parte contraria.

¿Se plantea el Opus Dei reparar el daño causado a tanta gente que le ha dado lo mejor de sus vidas y que luego, porque "crujen", deben abandonar la institución? ¿Recordáis algún caso en que se hubiera reparado voluntariamente el daño causado? Por ejemplo, a un numerario que no ha ejercido su profesión en años por dedicarse a labores internas (naturalmente sin cotizar a la Seguridad Social) y que, de pronto, por una crisis de esas que ocurren en todas las familias, se encuentra en la calle. O a una numeraria o numeraria auxiliar después de años y años de trabajo en la administración doméstica y que, sencillamente, se va.

En mi modesta opinión, la prelatura debería asumir la realidad de que alguno de sus miembros se desvinculará de ella por el paso del tiempo y que posiblemente tengan derecho a una compensación económica para rehacer sus vidas, a una especie de "pensión compensatoria" que se atribuye en supuestos de separaciones y divorcios. Tal planteamiento sería un auténtico test de renovación y mejora a la que una institución madura de la Iglesia no tendría por qué temer.

No vale apelar a que hubo un consentimiento inicial en una forma de vida abnegada y entregada, ya que la experiencia indica que dicho consentimiento pudiera estar viciado, por ejemplo, con la falta de información respecto a todas sus consecuencias, o con un tratamiento psiquiátrico (pastillas) que debilita o anula la voluntad, o, simplemente, con un razonamiento básico de supervivencia (qué va a ser de mí si no trabajo en una obra corporativa, si no sigo de oficial en la delegación). Dicho de otro modo, pudiera ser un consentimiento nulo.

Pero claro, eso supondría asumir responsabilidades, pedir perdón. Mejor dejar que las numerarias se pongan pantalones y algún que otro cambio epidérmico más (¿sandalias en verano?).

Un abrazo.

Conrad









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