Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Hijos
en el Opus Dei

Hijos en el Opus Dei
Autor:
Javier Ropero
ÍNDICE
Agradecimientos, prólogo y prefacio
1. El desafío de un documento
2. Faenas de pesca
3. El camino más directo
4. Ser un pequeño tornillo... en una gran maquinaria
5. Andanzas, desventuras y obligaciones de un pequeño tornillo
6. Ser o no ser
7. El dulcísimo precepto
8. Autoprogramación versus autodesarrollo
9. Tan antiguo como el Evangelio
10. La caridad bien entendida...
11. ¿Es un acto impuro meterse un dedo en la nariz?
12. Ni de broma...
13. "Tejas abajo, tejas arriba"
14. Brillos, luces e iluminados
15. El mágico poder del incienso
16. Jaculatorias y charla semanal
17. El dulce ingrediente de la mortificación
18. Sentí que pedía usted por mí
19. "No digas nunca que soy un santo"
20. Evolución hacia una madurez psicológica en los ex miembros
21. Correcciones y correctivos
Epílogo
Apéndice 1. Glosario de terminología emplea por el Opus Dei
Apéndice 2. Otros textos en relación con el proseltismo agresivo del Opus Dei
Apéndice 3. Organizaciones de asesoramiento e información en diferentes países
Apéndice 4. Documento vaticano: "El desafío de los nuevos movimientos religiosos (sectas o cultos)
Apéndice 5. Colegios controlados por el Opus Dei
Bibliografía
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HIJOS EN EL OPUS DEI
Javier Ropero

12. NI DE BROMA...


Nunca habrá mujeres -ni de broma- en el Opus Dei. (RHF 20755, pág. 298.)

Tras leer esta afirmación del fundador de la Obra no puedo evitar hacerme la siguiente pregunta: ¿son de broma las mujeres que hoy pertenecen a la Obra? ¿Fue acaso la inspiración divina, como pretende Escrivá de Balaguer, la que le movió a fundar la sección de mujeres o el único móvil fue la perentoria necesidad de tener unas personas que se dedicasen de lleno a cocinar y a limpiar los centros de los varones? La verosimilitud de esta última posibilidad nos la sugiere el hecho de que una categoría importante de asociadas es la de las numerarias sirvientes que se dedican plenamente y de por vida a "los trabajos manuales o al servicio doméstico en las casas de la institución" (Constituciones de 1950, punto 440). Recojo a continuación la airada protesta de una madre al ver que su hija era utilizada para realizar estos menesteres:

Mi Conchi está trabajando de fregona gratis. La hacen trabajar de diez de la mañana a once menos cuarto de la noche, sin parar, para que no piense. Yo les he dicho a las señoritas que la época de los esclavos negros se ha acabado, pero la respuesta de ellas es que lo hacen por Dios. Pero mi hija no está fregando suelos gratis para Dios, que no lo necesita, sino para la Obra. Así que ya pueden tener sus centros como los chorros del oro. ("Tiempo de hoy", número 309, pág. 13.)

Estas numerarias sirvientes, aun poseyendo algún título universitario, se encargan de cocinar, servir la comida y limpiar los centros de varones del Opus Dei. La labor de estas mujeres es la más sacrificada y agotadora de la institución. Incluso en el libro "Opus Dei", de Peter Berglar, editado por la Obra (Rialp), se puede observar la falta de consideración del fundador para con estas asociadas:

En el verano de 1943, cuando abrió sus puertas el nuevo Colegio Mayor Moncloa, el Padre, por primera vez, encomendó la administración a las mujeres de la Obra. Encarnación Ortega narra muy expresivamente los comienzos: eran tres mujeres jóvenes -no habían cumplido todavía los veinte años- y, por aquel entonces, totalmente inexpertas en la atención de una casa. Además se trataba de una casa llena de complicaciones; tenían que limpiar y mantener en orden las habitaciones de unos cien estudiantes, las salas de estar, el oratorio, etc.; realizar las compras, preparar el menú de las comidas, cocinar, lavar, planchar y coser; llevar las cuentas y afrontar las dificultades económicas... Todo ello, sin descuidar las normas de la Obra: cada día, la santa misa, la oración, la lectura espiritual, el rezo del rosario... ¡Dios mío...!, las pobrecillas iban de aquí para allá como pajarillos que han perdido la orientación; les parecía que estaban fracasando en toda la línea y veían cómo la marea iba creciendo... Así estaban las cosas cuando, dos días antes de la Navidad, las visitó el Padre; y su inquietud se desbordó: así no valía la pena seguir trabajando, era imposible... Y le contaron todo lo que les preocupaba. Don Josemana permanecía silencioso y sereno, aunque apenado. Y, además -le dijeron finalmente-, con todo aquel trabajo no tenían tiempo para rezar; intentaban hacerlo "entre medias", pero sin necesidad, sin darse cuenta de que hablaban con Dios... Y, de repente, lo que en el fundador había sido preocupación se transformó en un profundo dolor. ¿Es que su predicación sobre la unidad de vida, la continua presencia de Dios en una fusión constante de acción y contemplación, la alegría permanente como consecuencia de la filiación divina -también y especialmente en las contrariedades- había sido inútil? ¿Es que sus hijas en el Opus Dei no habían comprendido lo que era la esencia del Opus Dei? ¿Es que las mujeres del Opus Dei, con su cohesión tan sutil, apenas incoada y todavía no fortalecida en las tormentas, iban a volver a perderse y a desintegrarse? Y prorrumpió a llorar, con un llanto amargo. Las jóvenes se quedaron como de piedra... Quizá -escribe Encarnación Ortega- fue el momento del trato con nuestro Padre que recuerdo con mayor viveza y siempre con gran emoción: aquella persona que había visto con tanta fortaleza en momentos de insidias y calumnias; que parecía estar siempre por encima de todas las dificultades, sabiendo darles un tono positivo y sobrenatural y tratando de no agrandarlas, se derrumbó por completo. Pidió luego un papel y apuntó: 1) sin servicio; 2) con obreros; 3) sin accesos; 4) sin manteles; 5) sin despensas; 6) sin personal; 7) sin experiencia; 8) sin dividir el trabajo. Trazó una raya y escribió debajo: 1) con mucho amor de Dios; 2) con toda la confianza en Dios y en el Padre; 3) no pensar en los desastres hasta mañana durante el retiro. Y don Josemaría pidió a sus hijas que no comentaran entre sí lo que había sucedido. Luego hizo que le prometieran que habría una buena cena aquella noche, que estarían alegres y contentas. Al día siguiente el fundador explicó a Encarnita por qué había llorado:.. porque no hacíais oración. Y para una hija de Dios en el Opus Dei el trabajo más importante ante el que hay que posponer todo lo demás, es éste: la oración." (Berglar, Peter: "Opus Dei. Vida y Obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer". Ediciones Rialp, 1987, pág. 210.)

Mientras sirven la mesa, ataviadas con ropas de camareras, sólo pueden dirigir la palabra al director del centro. Recíprocamente, cualquier numerario que desee, por ejemplo, ser nuevamente servido habrá de indicárselo primero al director y éste será el que le transmita la petición a las numerarias, a las que se llama, dentro de la Obra, con la denominación genérica de "administración". (Obsérvese que ni siquiera la palabra administración hace referencia a la condición femenina de quienes realizan esta labor.) Pues bien, la administración vive en una zona de la casa separada totalmente, a través de dos puertas, de la sección de varones. Esta es una de las maneras en que se asegura el deseo del fundador de que ambas secciones estén una de la otra a "más de cinco mil kilómetros de distancia". Se da por ejemplo el caso de que en el Colegio Mayor Guadaira de Sevilla las chicas de la administración han de acceder, día tras día, al centro de varones a través de un estrecho pasillo subterráneo en los aledaños de la avenida de Las Palmeras. Al final del mismo existen dos puertas, una que abrirá el director del centro masculino por su lado y otra que abrirá la directora de la zona femenina por el suyo. Previamente a la llegada de la administración, los varones se habrán replegado a determinadas habitaciones que cerrarán interiormente con un pestillo. Cuando el servicio doméstico llegue para realizar su "apostolado de la limpieza" (que era como denominaba el fundador a la labor de la administración) entonces ellas cerrarán por fuera, con otro pestillo exterior, estas mismas habitaciones, de manera que se hace imposible para ambas secciones dirigirse al otro lado. Estas normas absurdas y segregacionistas, basadas en un legalismo a ultranza, son las que prevalecen en la Obra hasta el extremo de que haya que elegir entre la fría norma y el propio respeto a lo humano, como se manifiesta en el siguiente testimonio:

Un ex socio de la Obra me contaba, por ejemplo, que en una casa donde él vivió las empleadas del hogar vivían en una parte del piso que el director cerraba todas las noches con llave. Esto ocurría en todas las casas del Opus, pero en aquélla donde mi informante vivía se daba la particularidad de que la parte del servicio, donde vivían las criadas, solamente se conectaba por el portal con un montacargas y no había escalera. El montacargas no funcionaba de noche, de modo que, si se hubiese producido un incendio, las numerarias sirvientes habrían muerto abrasadas. (Luis Carandell: "Vida y Milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer fundador del Opus Dei". Editorial Laja, Barcelona, 1975.)

Muchas de las actitudes discriminatorias que se adivinan en el Opus Dei nacen de una errónea interpretación de los propios textos evangélicos. Sea por ejemplo el pasaje en que Jesús habla con la samaritana: cuando llegaron los discípulos "se maravillaron de que hablase a solas con una mujer" (Juan, 4, 27). Veamos cómo interpreta este pasaje el fundador de la Obra y cómo lo entienden la amplia generalidad de los escrituristas. En la homilía "Porque verán a Dios" argumenta el fundador:

Se ocupaba el Señor en aquella gran obra de caridad, mientras volvían los apóstoles de la ciudad, y "mirabantur quia cum muliere locuebatur", se pasmaron de que hablara a solas con una mujer. ¡Qué cuidado! ¡Qué amor a la virtud encantadora de la santa pureza, que nos ayuda a ser más fuertes, más recios, más fecundos, más capaces de trabajar por Dios, más capaces de todo lo grande! (Josemaría Escnivá de Balaguer: "Amigos de Dios". Homilía "Porque verán a Dios". Editorial Rialp, 1977.)

En definitiva, Escrivá pretende decir que, como Jesús eludía deliberadamente la conversación con el sexo opuesto, era natural que, por esta razón, los apóstoles se maravillasen. ¡Qué lejos esta intencionalidad de la de Jesucristo! En realidad en este episodio Jesús rompe una lanza a favor del trato igualitario con la mujer mientras sus propios apóstoles aún no han sido capaces de evadirse del sentimiento de discriminación sexual latente en la cultura judía. En la carta apostólica de Juan Pablo II, "Mulieris Dignitatem", se dice acerca del pasaje en cuestión:

Es algo universalmente admitido -incluso por parte de quienes se ponen en actitud crítica ante el mensaje cristiano- que Cristo fue ante sus contemporáneos el promotor de la verdadera dignidad de la mujer y de la vocación correspondiente a esta dignidad. A veces esto provocaba estupor, sorpresa, incluso llegaba hasta el límite del escándalo. Se sorprendían de que hablara con una mujer (Jn., 4, 27) porque este comportamiento era diverso del de los israelitas de su tiempo. Es más, se sorprendían los mismos discípulos de Cristo.

Hemos de recordar que la posición de la mujer en Palestina en la época de Cristo era la de los seres considerados inferiores (véase "Jesús era feminista", L. Swidler, La Rama Dorada). Por ejemplo, en las oraciones diarias de los judíos se recitaba la triple acción de gracias:

Sea alabado Dios porque no me creó gentil, sea alabado Dios porque no me creó mujer, sea alabado Dios porque no me creó hombre ignorante.

Obviamente san Pablo se refería a la anterior acción de gracias cuando escribió en su epístola a los gálatas:

No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni hembra; porque todos sois uno en Cristo Jesús.

Otros dichos rabínicos revelan la actitud discriminatoria hacia la mujer en aquella época:

Al nacimiento de un niño todo es alegría, pero al nacimiento de una niña todo es tristeza... Cuando un niño viene al mundo, la paz viene al mundo; cuando una niña viene, nada viene... Hasta la más virtuosa de las mujeres es una bruja... Nuestros maestros han dicho: cuatro características son evidentes en las mujeres: ellas son voraces en sus comidas, vehementes en sus habladurías, perezosas y celosas.

Por otra parte, y en relación con el pasaje de la samaritana, hemos de recordar que un rabí encontraba por debajo de su dignidad, realmente desacreditante, hablar con una mujer en público. Los "Proverbios de los Padres" contienen el siguiente mandamiento:

No hables mucho con una mujer.

Igualmente la norma fariseo-rabínica prohibía al hombre iniciar una conversación con una mujer ("Talmud de Babilonia", Berakoth, 43b), que fue lo que hizo precisamente Jesús. Pero Cristo no sólo rompió los cánones de la época en su actitud con la samaritana, sino que además fue en su conversación con ella donde por primera vez, y de una manera explícita, se reveló a sí mismo como Mesías:

Díjole la mujer: Yo sé que el Mesías, el que se llama Cristo, está para venir, y que cuando venga nos hará saber todas las cosas. Díjole Jesús: Soy yo, el que contigo habla."(Jn., 4, 26.)

Del mismo modo se reveló a Marta como la "resurrección y la vida" (Jn., 11, 25) y a María como "el resucitado":

Por esto ha sido llamada "la apóstol de los apóstoles". Antes que los apóstoles, María de Magdala fue testigo ocular de Cristo resucitado, y por esta razón fue también la primera en dar testimonio ante los apóstoles. Este acontecimiento, en cierto sentido, corona todo lo que se ha dicho anteriormente sobre el hecho de que Jesús confiaba a las mujeres las verdades divinas lo mismo que a los hombres. (Juan Pablo II, Carta apostólica "Mulieris Dignitatem".)

Este confiar las verdades divinas a la mujer rompía los moldes tradicionales palestinos en que a la mujer se le tenía restringida la vida intelectual y de oración. Por ejemplo un rabino del siglo J, Eliezer, afirmaba:

Preferible sería quemar las palabras de la Torah (las escrituras) que confiárselas a la mujer... Aquel que enseña a su hija la Torah es como si le enseñase la lascivia.

Y en el Talmud se dice:

Caiga una desgracia sobre el hombre que tiene a su mujer y a sus hijos diciendo oraciones por él.

Sin embargo, Jesucristo, en el episodio de Marta y María, alaba la actitud intelectual de María y la contrapone a la de Marta, estereotipo de la mujer dedicada solamente a las labores del hogar:

Yendo de camino entró en una aldea y una mujer, Marta de nombre, le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio y acercándose, dijo: Señor, ¿no te enfada que mi hermana me deje a mí sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. Respondió el Señor y le dijo: Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien una sola. María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada. (Lc., 10-11.)

Ideas que se oponen frontalmente a las del fundador, que decía con su peculiar gracejo:

El mejor estado de la mujer casada es el estar embarazada.

Si queréis entregaros a Dios en el mundo, antes que sabios -ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas- habéis de ser espirituales... (Camino, punto 946.)

Lo cual se parece muchísimo a las citas fariseo-rabínicas, mencionadas antes, en que se desacredita a la mujer diciendo que es vehemente en sus palabras y no apta para estudiar la Torah.

Este reservar a los varones las labores intelectuales y a las mujeres las más sacrificadas se insinúa en el punto 237 de las Constituciones de 1950:

Todos los actos comunes de la sección de varones se cerrarán con esta súplica piadosa: "Sancta María, Spes nostra, Sedes Sapientiae, ora pro nobis" (Santa María, esperanza nuestra, asiento de la sabiduría, ruega por nosotros) y en la sección de mujeres: "Sancta Maria, Spes nostra, Ancilla Domini, ora pro nobis" (Santa María, esperanza nuestra, esclava del Señor, ruega por nosotras).

En consecuencia, las mujeres del Opus Dei se ven abocadas a una gradual involución de sus capacidades, pues a la censura intelectual a que la Obra somete en general a sus miembros se suma esta otra censura por razón de sexo. Muy pocas son las mujeres a las que la institución anima salir de esta mediocridad. Y esto porque al Opus le interesa promocionar a una elite de "asociadas pantalla" que se encargan de desmantelar la idea de que la Obra es un grupo con un marcado tinte misógino. Recojo a continuación el testimonio de una de las que pertenecieran en su día a este círculo de privilegiadas:

M. R. S. opina que en el Opus no te dejan avanzar como persona ni pensar, y por otra parte tus directoras viven obsesionadas por los peligros que conlleva una vida laboral normal para una mujer.

M. R. S. recuerda con amargura el día que el Ministerio de Cultura le propuso ir como directora de la sala Neblí a la Bienal de Venecia:

Me dijeron que tenía que contestar en veinticuatro horas. Lo lógico era decir que sí. Fíjate la oportunidad que era para mí ir a la Bienal, era mi mundo y a la vez era como un sueño. Pues bien, pedí permiso a mis superiores, que me dijeron que no podía ir porque en el avión iban a viajar hombres y porque en Venecia no había ninguna casa de la Obra en donde yo pudiese dormir. Y claro, a un hotel era imposible. Imagínate la vergüenza que pasé cuando dije que no podía ir...

Y añade a continuación:

Siendo directora de Neblí, si llegaba a casa más tarde de las nueve y media, había bronca. No podía tomar un café con un cliente y para hablar con él tenía que tener la puerta abierta. Profesionalmente no podía leer nada sin el correspondiente permiso, ni ir a reuniones con compañeros de profesión. En realidad me nombraron directora porque en aquel momento no tenían ningún numerario que pudiese desempeñar este trabajo, pero nunca les gustó. Cada noche, cuando llegaba a casa me preguntaban si había tenido peligros, tentaciones...

De la noche a la mañana cerraron la galería, ya que consideraban que no era un lugar apropiado para hacer apostolado, y la mandaron a Sevilla, intentándola aislar de su mundo. Fue en ese momento cuando M. R. S. se planteó, y así lo dijo a su confesor, que ante todo quería ser un ser humano, a continuación mujer, después cristiana, católica, y en quinto lugar del Opus Dei. Esta afirmación cayó muy mal entre sus superiores y M. R. S. comenzó a plantearse su posible salida de la Obra (referencia a M. R. S. extraída del artículo de Mercedes Rivas publicado en "El País" y titulado "Mujeres del Opus, ciudadanas de segunda").

Sin embargo, y a diferencia de los varones, las mujeres del Opus Dei sí parecen ser aptas para asumir "loables costumbres" como la de dormir encima de una tabla. Este hábito se menciona en el punto 447 de las Constituciones de 1950:

Aparte de las loables costumbres del instituto, las socias simplemente numerarias, pero no las sirvientes, retengan la siguiente: a saber, la de dormir en lecho de tablas, a no ser que en atención a su mal estado de salud otra cosa dispusiere la directora de la casa.

Veamos lo que nos cuenta una ex numeraria acerca de la anterior modalidad de descanso:

Una tarde entré en la habitación de una numeraria y, como no había más que una silla, me senté en la cama. Sentí un golpe seco. ¿Era yo? ¿En donde me había sentado? La numeraria que estaba conmigo se rió.

-¿Te has hecho daño?

-Un poco. Pero ¿qué clase de cama es ésta?

-Pues verás, las numerarias dormimos encima de una tabla, sin colchón, y tiene una altura determinada para que, al taparse con la colcha, tenga un aspecto de cama normal, por si pasa alguien que no sea de la Obra.

-¿Y por qué se duerme en una tabla?

-El Padre dice que las mujeres necesitan meter el cuerpo en vereda, que no hay que darle ciertas comodidades porque es fuente de tentación.

Levanté la colcha y, efectivamente, sobre una tabla había una manta que hacía las veces de colchón. Encima se ponía la sábana.

El primer día que dormí en una tabla pasé la noche en vela. La única postura que admite es la de echarse de espaldas, no puedes darte media vuelta porque se te clavan todos los huesos, y mucho menos dormir boca abajo. Hay que hacerse a la idea de que es como dormir en el suelo. Pero después de varios meses acabas acostumbrándote. Todavía me faltaba enterarme de otro detalle relacionado con la cama, mejor dicho, con la almohada. Fue en una de tantas charlas, al explicarnos una costumbre de la Obra: el día de guardia. Un día a la semana cada numeraria se siente responsable, espiritualmente, del resto de las personas de la Obra y para ello tiene que hacer una mortificación extraordinaria. El día de guardia, la numeraria usa como almohada las guías de teléfono. La combinación tabla-guía de teléfono es una experiencia difícil de explicar. (Revista "Marie Claire", n° 2. Artículo titulado: "La historia amarga de una numeraria del Opus Dei".)

Al concluir este capítulo quiero expresar mi deseo de que, al contemplar el ejemplo del propio Jesucristo, determinados círculos que se autodenominan cristianos se dejen de paños calientes y revisen con seriedad y valentía sus actitudes ante la mujer.

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