NAUFRAGIO Y RESCATE DE UN PROYECTO VITAL

Testimonio de un ex cura-del-Opus Dei

Editorial Milenio, 2010

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Naufragio y rescate de un proyecto vital 

 

PRÓLOGO

 

Hay libros que constituyen un testimonio personal y al mismo tiempo histórico, de relevancia para miles de personas que vivieron épocas angustiosas. En ese grupo se pueden situar Descargo de conciencia de Pedro Laín Entralgo, en el que el autor relata su compromiso con el fascismo, primero, y su abandono, después, Autobiografía de Federico Sánchez de Jorge Semprún, donde da cuenta de su vinculación con el Partido Comunista de España primero y de su salida del partido después, o Mira por dónde, de Fernando Savater, donde se da cuenta de la evolución existencial personal y de la evolución histórica de un periodo de la España contemporánea.

 

El libro de Ramón Rosal tiene características similares a los anteriores, en relación con la Iglesia católica y el Opus Dei a lo largo del siglo XX. Es un libro que complementa los anteriores, porque la Iglesia católica y el Opus Dei son instituciones que han jugado en España un papel tan relevante como el fascismo, el comunismo o el constitucionalismo democrático, y porque esos movimientos ofrecen desde algunas biografías personales una perspectiva en la que se muestran rasgos que de otra manera pasan ocultos.

 

Por otra parte, Laín, Semprún, Rosal y Savater, son intelectuales creadores, promotores de empresas intelectuales, muy atentos a la vida de la comunidad y con un vivo sentido de la responsabilidad hacia ella. Son personas que se han jugado la vida por sus ideas, lo cual ya dice bastante de la personalidad de todos ellos, y que por fortuna la han conservado hasta una vejez muy fructífera.

 

Ramón Rosal Cortés pertenece a unas familias colombiana (materna) y catalana (paterna), de tradiciones políticas muy diversas, lo cual le lleva a estar muy familiarizado desde niño con el pluralismo político, la tolerancia, la apertura y el diálogo, y con el dolor de la muerte y las represalias por motivos políticos, por parte de los diversos contendientes en la guerra civil española.

 

Esas familias, además de sus tradiciones políticas, destacaban por sus trayectorias empresariales y creativas, y por su desahogada posición económica. La abuela materna -catalana casada con un colombiano- era prima hermana de Carrasco i Formiguera, el fundador de Unió Democrática de Catalunya. No es ese el periodo histórico mejor documentado en el presente texto, pues sólo se hacen breves alusiones, pero son suficientes para situar el relato en su contexto histórico. Por lo demás, el objetivo principal de Ramón al escribir su libro no es de índole política-histórica como el de los otros citados, sino psicológica-religiosa.

 

Por lo que se refiere al propio Ramón Rosal hay que decir que tiene personalidad de intelectual, artista, empresario, psicólogo-psicoterapeuta y misionero, y que ha vivido de un modo intensamente reflexivo y autoconsciente todas esas dimensiones de su carácter. La mayor parte de esos rasgos de carácter se fusionan en el "proyecto de vida" que él albergaba en su intimidad desde niño, con un grado de conciencia reflexiva cada vez mayor, y por referencia al cual podía calibrar el grado de satisfacción que su vida real le proporcionaba.

 

Ese proyecto de vida tenía como objetivo fundamental aliviar el dolor y el sufrimiento humano, y aunque no estaba concretado a una tarea médica, sacerdotal o educativa, sí que implicaba desde el principio una buena formación intelectual, humanística y científica, estaba regulado por un talante empresarial que lo dotaba de realismo, y estaba modulado por una sensibilidad artística y estética que le llevaba a descartar todo lo que pudiera resultar chabacano o de mal gusto.

 

Con este bagaje temperamental, cultural y familiar se encontró con el Opus Dei en 1950 en el Colegio Mayor Monterols, en Barcelona. Quedó muy favorablemente impresionado por el nivel intelectual y personal de algunos de los universitarios que encontró (Raimundo Panikkar, Antonio Pérez, Jesús Arellano y Álvaro d'Ors, entre otros) y por el tipo de ideales religiosos que le mostraron entonces. El ideal de un cristianismo radical (santificación) en medio del mundo, en el ejercicio de las tareas profesionales, una espiritualidad profunda, la atención a los demás. Eran factores que concordaban bien con su proyecto de vida.

 

En 1950 el Opus Dei aparecía en el contexto de la Iglesia católica y de la cultura española como una vanguardia del cristianismo que asumía en su seno los valores laicos más apreciados y popularizados por la Institución Libre de Enseñanza y por algunos otros movimientos religiosos como la Acción Católica Nacional de Propagandistas.

 

Ramón decidió por su propia iniciativa vincularse al Opus Dei en 1950 y decidió también iniciar los estudios universitarios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Barcelona, dejando al margen los de Ciencias Políticas y Ciencias Exactas, a los que también se sentía inclinado.

 

Desde el comienzo de su vinculación a la institución, empezó a experimentar, junto al bienestar de profundizar en la espiritualidad cristiana y en la disposición a la entrega a Dios, las frustraciones que provenían de la disciplina y las disposiciones de los directores. No poder tener ningún trato con mujeres, trato mediante el cual Ramón entraba en un universo más delicado y gratuito, más lúdico e intuitivo, que el de los amigos y compañeros, y que le resultaba sumamente atractivo y agradable. No poder dedicar tiempo a algunas tareas de ocio y cultivo del espíritu. Dejar el curso a la mitad y marchar al centro de estudios de Zaragoza, en el Colegio Mayor Miraflores, para recibir la formación filosófica y teológica interna. No poder recibir esa formación más que en términos apresurados y precarios, cuando hubiera deseado más profundidad y sosiego.

 

Ramón somatizó esas y otras frustraciones en términos de una tuberculosis que le mantuvo en cama casi un año. Después volvió a Barcelona v ya en 1953 marchó al Colegio Romano, donde sus frustraciones aumentaron.

 

Seguía encontrándose bien en la apertura íntima a Dios, y con disponibilidad para el sacerdocio. Y también en la ordenación sacerdotal en 1955 y en las tareas propias de ese nuevo estado. Pero habían aumentado las frustraciones. Se había sentido defraudado por la rapidez y superficialidad con que había realizado los estudios filosóficos y teológicos. Defraudado por el modo en que se había visto forzado a realizar trabajos de vigilancia de obreros, que en realidad no tenían ningún sentido. Defraudado por la imposibilidad de disfrutar del arte y de la cultura de Roma, de un conocimiento elemental de la ciudad, por la cantidad de tareas que se le encomendaban. Defraudado por la figura de Escrivá, que le parecía un hombre más bien tosco, con modales un poco burdos y excesivamente autoritario y conservador. Por ejemplo, le desagradó mucho que les contara que había mandado a Panikkar a la India "por hacer el indio".

 

En esa situación accedió a la ordenación sacerdotal y accedió a desarrollar su labor en el primer destino que tuvo, Sevilla.

 

Andalucía fue para Ramón un descubrimiento. Sevilla, Córdoba y Cádiz fueron las ciudades que vivió y las provincias cuyas carreteas recorrió. Desarrolló una actividad pastoral, de tipo cultural y también asistencial, abierta a personas de actitudes y ámbitos muy diversos, propias de un sacerdocio muy plural y pluralista, y encontraba en el trabajo una especie de anestesia frente a las frustraciones que una y otra vez experimentaba. Comprobaba que era difícil recibir el visto bueno al proponer iniciativas pastorales suyas, cuando no tenían un rendimiento de beneficio inmediato para la Obra.

 

A partir de entonces el desengaño respecto del fundador del Opus Dei y respecto de la Institución misma, empieza desarrollarse en su intimidad en confrontación con su antiguo "proyecto de vida", y a mostrarse como aquello que frustra por completo su proyecto de vida y por tanto su propia razón de ser como persona. Es decir, en los años 60 Ramón aprende que el camino existencial que ha emprendido le lleva a renunciar a ser sí mismo, y a partir de 1970 es cada vez más consciente que esa imposibilidad de ser sí mismo, tal como la experimenta, le llevará al trastorno mental.

 

En 1973 se produce la desvinculación de Ramón Rosal de la Institución Opus Dei. ¿Por qué tardó tanto tiempo si desde comienzos de los 60 empezó a percibir la imposibilidad de realizar su proyecto de vida, de ser sí mismo, en el contexto y en el medio del Opus Dei?

 

Porque, aunque había visto la marcha de la Obra de tantas personas tan excepcionales y que para él constituían puntos de referencia existenciales, como Antonio Pérez, Ramón Cercós, Paola Arnaldo, Ramón Massó, Miguel Ángel Ximénez de Embún, Patricio Peñalver, y muchos otros, compartía empeño con otras muchas que también eran personas muy valiosas y entrañables, como Jesús Arellano, José María Prieto, José María Martínez Doral, Joaquín Herrero, y muchos otros. Y porque Andalucía era un medio cultural que hacía amable el sistema más estricto y la normativa más dura, de tal manera que visto con ojos andaluces el Opus Dei podía parecerle tolerable durante más tiempo del que le hubiera parecido con ojos castellanos, aragoneses o catalanes. De todas formas, cuando se presentía su desvinculación, fue trasladado a Barcelona, y eso aceleró el proceso de su marcha.

 

Más tarde Ramón dirá que considera perfecta la síntesis cultural entre Andalucía y Cataluña, porque tiene un resultado muy positivo sobre una psique individual al hacerle capaz de ser, a la vez, flexible y cumplidora, tolerante a las frustraciones y a la ansiedad y al mismo tiempo comprometida en el trabajo, divertida y lúdica en las tareas, y al mismo tiempo exigente en los resultados, y que quizá fue Andalucía lo que le ayudó a no caer en el trastorno mental.

 

Al desvincularse de la Obra, con más de 40 años, una de las cuestiones importantes que Ramón se planteó fue la de si desarrollaría su nueva vida al margen del sacerdocio o asumiendo las tareas y los compromisos sacerdotales.

 

Aunque nunca había pensado en el sacerdocio, y lo asumió debido a su situación en el Opus Dei, como tantos otros socios numerarios, en relación con su proyecto de vida el sacerdocio no era, ni mucho menos, un obstáculo, algo que le impidiera ser sí mismo. Por otra parte, dejaba un margen muy amplio de posibilidades de tareas y de relaciones sociales, incluso manteniendo el celibato.

 

En efecto, el celibato no impide las amistades femeninas, e incluso hace posible un tipo de intimidad con las mujeres que quizá un no-célibe no puede alcanzar. Por otra parte, las tareas de un sacerdote pueden ser una concreción muy adecuada de un proyecto de vida como el que él tenía. Así las cosas, Ramón optó por mantener el sacerdocio.

 

Por otra parte, quedaba pendiente la cuestión del modo en que ahora, con más de 40 años y como sacerdote, con unos estudios cursados precariamente, podía realizar su proyecto de vida.

 

La cuestión económica no era importante para él, por ser receptor de unas rentas provenientes de los bienes familiares que le permitían dedicarse a las tareas que considerase pertinentes, sin necesidad de encontrar en ellas la fuente única de su subsistencia económica.

 

Comprendió que ya era tarde para implicarse en la docencia universitaria, después de tantos años distanciado de ese mundo.

 

En esa situación es cuando Ramón Rosal se encuentra con el Movimiento de la Psicología Humanista y con Ana Gimeno-Bayón. Después transcurren unos cuantos años de estudio y preparación, y en ellos se clarifica que el proyecto de vida de Ana es muy afín al de Ramón, puesto que apunta a la atención de los demás, especialmente al numeroso colectivo de los que sufren por falta de recursos psíquicos (probablemente el 100% de los seres humanos), y apunta a eso con una dedicación tan completa como la que permite el sacerdocio.  

 

Sobre esa conjunción de los dos proyectos de vida, se trenza y constituye el Instituto Erich Fromm de Psicología Humanista, que empieza con sus actividades en Barcelona a comienzo de los 80, y que con más de 25 años de trabajo atendiendo a pacientes con trastornos psicológicos, como también a personas sin patología psíquica propiamente dicha, puede presentar un balance de resultados ya bien entrada la década del 2000, que colma con mucho las aspiraciones con las que se puso en marcha.

 

Después de una historia tan accidentada y tan felizmente reconducida a un término en concordancia con los proyectos iniciales, el protagonista hace un balance en el que contrapone los efectos negativos que tuvo sobre él el Opus Dei, y los elementos de la institución que pasaron a enriquecer su vida mediante la apropiación de carismas que encontró a través de ella.

 

Entre los elementos negativos, cuenta el riesgo de la enfermedad mental, y el conjunto de normas y órdenes imperantes en la Obra que impiden el desarrollo normal de la personalidad. Entre los elementos positivos cuenta el descubrimiento de la posibilidad de la santificación, de la vivencia de un cristianismo radical en me­dio del mundo, de la difusión del mensaje evangélico a través de las actividades culturales de todo tipo, el enriquecimiento personal mediante el trato con personas competentes y entregadas.

 

Junto a eso, hace un balance de la labor realizada en el Instituto de Psicología Humanista durante sus años de existencia, para poner todo eso a disposición del lector interesado y que pueda sacar de todo ello algún provecho.

Ramón Rosal Cortés, nacido en Barcelona en 1932, escribe en 2009 su libro Naufragio y rescate de un proyecto vital. Testimonio de un ex cura-del-Opus Dei, para dar testimonio de cómo naufragó en el Opus Dei el proyecto vital de un hombre, el proyecto de ser sí mismo, y de cómo se recuperó y se realizó ese proyecto vital.

 

Ramón presenta en este libro un testimonio que tiene especial interés desde varios puntos de vista.

 

Da un testimonio de lo que fue la vida en el Opus Dei durante los años 50 y 60 en España y en Roma, viviendo con Escrivá tres años, y en otros centros de la Obra durante 20 años. Da testimonio del tipo de personalidad de Escrivá y del carácter patógeno de la institución para sus propios miembros. Este testimonio tiene tanto más valor cuanto proviene de un profesional de la psicología, que durante más de 25 años ha estudiado y corregido alteraciones psíquicas, normales o patológicas.

 

Da testimonio de la transformación que, a su juicio, ha registrado el Opus Dei desde 1950 a 1973, testimonio tanto más valioso cuanto proviene de un fiel creyente que llega al sacerdocio inducido desde el Opus Dei, y que se mantiene en el sacerdocio después de dejar la institución. Su testimonio explica las trasformaciones de la Iglesia y las de la Obra en esos años, y justifica la decisión de dejar el sacerdocio y de mantenerse en él por parte de los sacerdotes que dejan el Opus Dei, y que han tomado una decisión u otra.

 

Pero este libro no sólo contiene una historia muy reflexiva desde el punto de vista psicológico y desde el punto de vista moral. También contiene una reflexión sobre la moralidad de los testimonios que aporta.

 

En efecto, en cuanto que este testimonio es ofrecido por un hombre que es, a la vez, psicólogo y sacerdote, y es ofrecido cuando él cuenta más de 70 años, trae meticulosamente a la conciencia psicológica y a la conciencia moral, al mismo tiempo, aspectos de la vida que normalmente no se traen con tanta claridad a la conciencia, y que, una vez en ella, normalmente no se someten a criterios morales.

 

Esto hace que el relato resulte moroso en ocasiones, pues se lleva a cabo incluyendo en él ese trabajo de traer a la conciencia contenidos que frecuentemente no lo están, y el trabajo de detenerse a considerar si el relato de unos u otros acontecimientos es moralmente correcto o reprobable. Cada vez que esto ocurre, Ramón Rosal justifica moralmente la decisión de dar un testimonio o de omitirlo.

 

Pero todo lo que resulta moroso a un lector que espera una historia contada como la mayoría de las historias, resultará precioso para un lector que busque la calificación psicológica o moral de episodios relativos a su entrega a Dios, su abandono de la Obra, su sacerdocio, su silencio, su testimonio privado, su testimonio público, su comprensión o sus denuncias.

 

Finalmente, unas palabras sobre mi relación con Ramón Rosal. Cuando regresé a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla en el curso 1981-82, después de haber estado fuera de Andalucía 20 años, me encontré allí de nuevo con Jesús Arellano y con Patricio Peñalver, y empecé a tener noticias de Ramón. Un día del año 2005 o 2006 recibí una llamada telefónica suya. Había venido a Alcalá de Guadaira, cerca de Sevilla, a dar una conferencia y quería saber si podíamos vernos y hablar. Me faltó tiempo para coger el coche y acudir al hotel donde se alojaba.

 

Pasamos una tarde espléndida contándonos muchos episodios de nuestras historias y pusimos en común unos periodos de nuestro pasado y nuestro presente que nos ayudaban a completar aspectos de nuestras vidas. Luego nos hemos escrito en algunas otras ocasiones. Cuando me preguntó si quería hacerle el prólogo de este libro enseguida le respondí que sí. Es para mí un honor.

 

Otras veces no he aceptado prologar libros semejantes a éste, por mucho aprecio que le tuviera a las personas que lo escribieron (y les tenía mucho), pero esta vez sí quería. Este libro recoge muchos textos de otros libros sobre el Opus Dei, y ahora al prologar éste de algún modo hago míos también los contenidos de esos otros libros, y pongo lo que puedo de mi parte en pro de la verdad y la justicia sobre la vida de muchas personas que dejaron la institución y sobre la institución misma.

 

Me hace gracia especialmente que Ramón diga que probablemente le hubiese costado convivir con Santa Teresa, cuando yo le tengo tanta simpatía, y que le tenga tanto afecto a Andalucía cuando yo apenas conozco nada de Cataluña, pero después de leer su libro me sumo al grupo de los andaluces que le tienen mucho afecto. A mí también me gusta la riqueza que proporciona el conocimiento de otras tierras y otras gentes.

 

Jacinto CHOZA,

Catedrático de Antropología filosófica

de la Universidad de Sevilla

 

Leer la Introducción (por Ramón Rosal)

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