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Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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CORRESPONDENCIA

 

17-3-2004


(De Rafa) Pues yo si los odio

Hola:

os escribí hace unas semanas y ahora vuelvo a hacerlo. Casi todos los días paso por vuestra página para leer la correspondencia. En esta ocasión quiero comentar el tema de los exmiembros (no creo que lo sean) supercontentos de lo maravilloso que fue su paso por la Secta. Lo que quiero decir es, por la parte que me toca, que en mi caso sí tienen parte de razón en acusarme de odiador de los discípulos del Marqués de Peralta. Tienen razón porque SI los odio. Los odio en primer lugar por los años que me hicieron pasar, los odio porque mis padres están es sus garras desde hace muchos años (esto es algo que me entristece mucho) así como algunos de mis hermanos. Hay temas que en mi casa aún no se pueden tratar y no se respetan las ideas contrarias a sus ¿creencias?. Me hubiera encantado tener unos padres normales, cristianos normales, no fanáticos que, en vez de gastar su tiempo con sus hijos lo han gastado haciendo memeces en antros de la Secta. También los odio por la parte que les toca en la involución.

Estad seguros, miembros de la Secta, que si os pudiera causar mal, os lo causaría, si os pudiera hundir, os hundiría y si os pudiera hacer pagar por lo que le habeis hecho a tanta gente, os lo haría pagar.

Rafa.


(De YOHA) UN PENSAMIENTO: ¡al rato les sirve!

Leyendo esta Web maravillosa y las experiencias de muchos -gracias a Dios no todos reaccionamos igual- aparentemente me hace falta una cantidad de años "igual a los años dentro de la Obra", para recuperarme y llegar a ser "normal" de nuevo…. ¡¡¡Nooooooooooo; que yo estuve 20 años!!!

Bueno, ya llevo 3 años y pico, y me siento bien -lo normal: buscando rehacer mi vida; con amistades nuevas; con pequeños enfados con los amigos; pagando las cuentas de las tarjetas de crédito; viviendo experiencias afectivas intensas y apasionadas; teniendo errores y alegrías; etc. Me siento bien, lo repito.

Ya me pasó la época de defender la Obra -a la que yo ya no pertenecía- ante las insinuaciones de los que se enteraban de que me había salido y me decían: "¡te lo dije!; ¿quién te abrió la cabeza?; etc.". También me pasó la época de auto consolarme con sentimientos de culpa por haber cambiado mi progenitura por un plato de lentejas. Me ha pasado también la manía de "dar cátedra de moral" y ser más bien comprensivo y tolerante ante las realidades humanas de mis amigos y compañeros.

Y bueno, el pensamiento que me ha servido y que me mantiene en la lucha -al rato le puede servir a alguien- fue el de "si Dios quiso que yo me metiera en el Opus Dei en un momento de mi vida; el mismo fue también quién quiso que yo me saliera del Opus Dei"

¿Quién soy yo para juzgar a Dios acerca de su Voluntad?; y mucho menos, ¿quién es una persona (numerario, agregado, sacerdote o prelado) para hacerlo?

La vida de cada uno es un libro -un maravilloso libro- y en mi caso, la parte de los 20 años como agregado del Opus Dei, ahí está y no se debe ni se puede borrar. Me toca continuar y terminar el libro y esperar el final del mismo.

Pero, ¿saben una cosa? a ver si se acuerdan de esta canción de Ricardo Montaner:

"Aquí no corre el tiempo tras la brisa; jamás se ven pasar las mismas golondrinas; aquí no sale el sol, ni el sol se oculta. Quisiera estar contigo… hoy hay neblina, no tengo que gritar para que me escuches… ni tocarte la cara para que me sientas… Si me notas perdida la mirada, es que ahora te miro con el alma… te esperaré en la última página del libro, a media tarde urgente de cariño. Te esperaré en la altura sublime del silencio, para hacerte el amor en una nube,… en una nube al final del arco iris.

No tienes que seguir estando triste, solo me puse alas y me fui volando a las estrellas…. si me notas perdida la mirada, es que ahora te miro con el alma…. Te esperaré en la última página del libro…."

¡Te esperaré en la última página del libro!

YOHA.


(De José Carlos)

"Putantes se obsequium praestare Deo"

Dios mío:

Un día 11 cambió nuestro mundo. Pegados a la pantalla del televisor, impotentes, vimos cómo sólo a unos kilómetros de nuestro hospital se desmoronaban las dos imponentes torres emblemáticas de nuestro poder. Con ellas, morían millares de personas inocentes, sus vidas segadas en un arrebato de locura asesina; sus proyectos aniquilados, sus familias desgarradas para siempre.

Vimos a nuestros compañeros marchar urgentemente a la ciudad vecina para ofrecer sus servicios de primeros auxilios. Habilitamos decenas de camas en nuestras unidades de cuidados intensivos, para los heridos que nunca llegaron. Donamos sangre hasta que no había donde recogerla, en un intento desesperado por compensar la que habían derramado los agentes del terror.

En medio de la obnubilación, del sinsentido, del no poder absorber tamaña monstruosidad, dolía en lo más profundo del alma una sospecha cruel: que los que habían infligido un sufrimiento devastador, Dios mío, lo hacían creyendo que te daban gloria: "putantes se obsequium praestare Deo."

Es el coletazo repugnante de aquel impostor que pretende usurpar tu Nombre, arrebatando las mentes y los corazones de tus criaturas para entregar sus vidas a la destrucción.

Otro día 11, en otro país al que tanto quiero, una vez más cientos de tus hijos no llegaron a casa a comer. Con sus ilusiones, sus vidas forjadas alredededor de seres queridos, en el fiel cumplimiento de su deber cotidiano, sin poder despedirse, toparon con un trágico final, horrendo e inesperado. Más impotencia, más rabia, más miedo, más desesperación, más repulsa ante la pobre condición humana.

Y otra vez, el amargo pensamiento de que los perpetradores de esta nueva abominación creían servir una causa justa: quizá darte gloria a Ti también, mientras sacrificaban a tu hijo. Qué difícil, qué duro es pedirte que los perdones, porque no saben lo que hacen.

¿Tanto amas nuestra libertad? ¿Por qué nos dejas cometer tales maldades? ¿Por qué te has atado las manos, y permites que nos devoremos como ninguna alimaña lo hace?

Pensé en las veces en que yo, creyendo que hacía el bien, pude haber dañado a mis hermanos. Erigiéndome en intérprete de tu voluntad. Atribuyéndome tu sabiduría. Arrogándome tu poder. O simplemente no siendo lo que debería ser.

Perdónanos, porque no sabemos lo que hacemos.

José Carlos


(De C.R.) Felicitaciones

Mis más sinceras felicitaciones por su excelente página web y por los excelentes contenidos de la misma, que dan cuenta de un muy buen trabajo y análisis de lo que está pasando con el Opus Dei en el mundo.

Quien les escribe es una abogada chilena, que en diversos ambientes ha ido viendo el poder que ha adquirido este movimiento en Chile. Para muestra, tiene en Santiago, la capital de Chile, más de tres colegios y una Universidad, todos ellos ubicados en las comunas del más alto nivel económico y social del país. Editan libros, tiene convenios con hospitales y consultorios de salud, etc. en donde expanden su doctrina de manera abrumadora, también han instalado colegios en las zonas periféricas y más pobres de Santiago, por ejemplo en la comuna de La Pintana, donde obviamente la máxima aspiración de esos niños y niñas es ser personas de nivel técnico al servicio de otros, pero jamás llegar a ser profesionales. Es más, a las mujeres las educan prácticamente para que sólo sean buenas dueñas de casa.

Les recomiendo que incorporen en su listado de libros el libro de la periodista chilena María Olivia Monckeberg titulado"El Imperio del Opus Dei en Chile".

Atentamente,

C.R.


(De Logan)

¡Hola!

Lo primero quiero decir que yo soy miembro agregado del Opus Dei y no me arrepiento ni nada de eso, pero como se que aquí puede dar uno su testimonio, pues eso...

Yo quisiera decir que pedí la admisión a los 14 y medio, y me avisaron muy bien de que iba al Calvario y no al Tabor. No tube unos comienzos muy buenos por mi parte: no cuidaba las normas (bueno, al principio al principio, más o menos, si), no hacía casi apostolado, me quejaba de todo, no quería ir a convivencias... Me decía que no me contaron todo (lo cual es mentira, ya que me dijeron que era una entrega sin reservas), y empecé a fallar seriamente a Dios (a buen entendedor pocas palabras bastan). Estuve como cosa de 2 años así, hasta que hace poco, vi que si no fallaba a Dios e intentaba perseverar, tal vez sería más feliz. Así fue. Es que no se (y he visto los testimonios) por qué no se quiere perseverar: ¿es poque cuestan las normas o el cilicio? ¿Por exigencias del apostolado? ¿Porque creemos ser unos sparrings?

A mi también me resultaría más cómodo dejar todo e irme con la chica que se sienta al lado en mi clase, pero tengo un contrato con Dios,y creo que leí en argumentos que la vocación es como un contrato, y que si no te gusta el contrato, te vas. Pero encuentro una pega, ese contrato a sido con Dios (y no con el director ni con san Josemaría), y por honor al menos, no le pienso fallar. Además, después de haberle fallado tanto anteriormente, no quiero fallarle de ese modo.

Un cordial saludo:

Logan


(Felipe) Unas preguntas

Mis preguntas son:

-para iniciar la causa de beatificación de alguien, ¿ya se ha tenido que producir el milagro o el milagro puede venir a posteriori?. La cuestión va por el inicio de la causa de beatificación de don Alvaro. Me gustaría saber si ya ha producido un milagro y si es así, en qué ha consistido el evento.

-los médicos que han certificado o certificarán el milagro del futuro beato ¿serán médicos del Opus Dei como en los milagros de Escrivá? Porque el numerario italiano, médico, que certificó el milagro de la beatificación de Escrivá ya no es numerario ni de la Obra (por lo que he leído)

-¿Se puede intuir que este proceso o causa o juicio o litigio, va a ser limpio y sin trampas o será más de lo mismo?

(Es sólo curiosidad para ponerme al día en los últimos milagros).

Saludos,

Felipe


NOTA: cuando el oreja que está de guardia contesta a alguno de los correos, su comentario va en cursiva y es la opinión personal del oreja que contesta. Lo hace expresando su opinión como uno más de los que escribís, no como línea editorial de la web. Sus opiniones son igual de personales -y criticables y respetables- como las opiniones que se vierten en los correos que se reciben.


 

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