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 Tus escritos: Hay que denunciar al Opus Dei.- MarisaL

110. Aspectos jurídicos
MarisaL :

Hay que denunciar al Opus Dei

Marisal, 26 de septiembre de 2011

 

 

El Opus Dei puede que consiga un nuevo record mundial y logre convertirse actualmente en la organización religiosa más polémica de la iglesia católica.

 

El Opus Dei acumula denuncias en todo el mundo. El escándalo de Francia por una ex-numeraria auxiliar que fue estafada es otro eslabón más de una larga cadena de errores y horrores institucionales. El caso no es un asunto “de ataques contra la Iglesia”, como quieren presentarlo los portavoces prelaturos. Ninguna de las personas que ha denunciado pretende atacar a la Iglesia, sino sacar a la palestra una forma inmoral de actuar de la Prelatura que ha causado mucho daño a una persona. Por desgracia, el caso francés no es único en el mundo...



En asuntos escandalosos, a los legionarios de Cristo es difícil superarlos. Su fundador se llevó el trofeo pichichi, a título póstumo. Después de los legionarios, el Opus Dei es la organización religiosa más denunciada ante la iglesia y la justicia de los países.

 

Cualquier oficial de AOP [Apostolado de la Opinión Pública], mínimamente honesto confirmaría que un elevado porcentaje de las noticias que salen en medios de comunicación donde está implicado el Opus Dei son por temas turbios. Una llamativa peculiaridad de las denuncias que recibe el Opus Dei es que en su mayoría provienen de personas que han estado entre sus filas.

 

Todas las denuncias juntas que se han hecho a lo largo de los siglos a todas las órdenes religiosas del mundo, no alcanzan a las que ya suma el Opus Dei en su corta vida.

 

El Opus Dei quiso ser pionero en muchos ámbitos. Lamentablemente, en este de las denuncias también lo es. Han conseguido erigirse en la organización más polémica y discutida que tiene la Iglesia actualmente.

 

Estar en el ojo del huracán y crear polémica debe ser un principio fundamental de la institución, algo fundacional. El Fundador fue polémico desde que tenía uso de razón. Sus biógrafos, al narrar la vida palaciega que le tocó en suerte llevar durante su infancia (como descendiente de la nobleza aragonesa), se detienen en los pormenores del altercado que provocó estampando un plato de comida que le disgustaba contra la pared del salón versallesco de la casa de la esquina de la plaza del mercado de Barbastro.

 

El joven marqués fue creciendo. En su paso por el seminario no fue la discreción su distintivo. Ordenado sacerdote, lo destinaron a un pueblo –grandísima ofensa para quien estaba llamado a codearse con la realeza, según su estirpe- de donde salió por piernas hacia Zaragoza, probablemente con una depresión de caballo. Por Zaragoza deambuló sin oficio ni beneficio dos años hasta que volvió a tomar las de Villadiego rumbo a Madrid.

 

En Madrid, ocurrió otro tanto: la guerra civil (¡en la que la suya fue la única y más perseguida familia de toda la contienda, a pesar de los tintes republicanos de su pensamiento, según hemos aprendido en “Encontrarás dragones”!). Acaba la guerra y comienzan los bisturís de platino, las contradicciones de los buenos, las calumnias, las persecuciones jesuíticas.

 

Realmente Escribá fue un personaje de película. Por allí por donde pasó iba echando gasolina y prendiendo la mecha. Sembró lo que ahora se está recogiendo. Excepto por las casas de las marquesas, en las que, por esa sintonía tan peculiar que suele darse entre personalidades que comparten la sangre azul, recibía las más elevadas inspiraciones celestiales fundacionales.

 

De Madrid, a Roma. Allí sus buenos consejeros le convencen de que “se haga el muerto”, y no vaya mostrando al público sus estridencias. Bastante teatro había montado ya por entonces en España como para ir haciendo el ridículo en el centro de la cristiandad. Acompañado por su fiel escudero Del Portillo, se atrevieron en su hazaña quijotesca a cargar contra los molinos de viento de la curia romana. Allí perdió nuestro aristócrata la inocencia, y probablemente lo poco de cordura que le quedaba (“y decían que estaba loco”) cuando le hicieron ver que era un fundador sin fundamento (ni teológico, ni filosófico, ni histórico, ni canónico).

 

En Roma, rodeado de buenas cabezas, haciendo constantes guiños al Caudillo gobernante en España “por la gracia de Dios”, consiguió sus titulaciones nobiliarias y académicas. Erigiéndose en un dios de las conciencias y las libertades de sus seguidores, planeó toda una organización de influencia política y económica para infiltrarse entre los resortes del poder contando como aliado con un poderoso caballero (don dinero), y un ropaje jurídico entonces de prestigio: eran religiosos (un instituto secular). Parece que funcionó la cosa. Aquello crecía. Hubo frutos (dineros), y con ellos, amigos. El camino se abría paso engañando donde hiciera falta (“conceder sin ceder con ánimo de recuperar”).

 

La multinacional creció. Extendieron sucursales por todo el mundo. ¡Éramos los nuevos Jesuitas del siglo XX! Escribá se había anticipado al vaticano II: inventó los frailes sin sotana (numerarios). Con la llegada del Concilio, muchos frailes se quitaron los hábitos. Escriba en su organización fue un adelantado.

 

Al final de toda esta historia, acabando el S. XX y en los albores del XXI, llegó el despertar de las conciencias y el descubrimiento del gran fraude a la iglesia, a la sociedad, a las almas que esconde la organización para-religiosa Opus Dei. Muchas conciencias secuestradas y libertadas ultrajadas dijeron “basta, Escriba no es nuestro dios” y no podemos servir a dos señores.

 

Quizás veamos el día en que la sociedad y la iglesia hagan justicia con el Opus Dei y con las personas dañadas por el Opus Dei. Mientras llega ese día habrá que seguir denunciando sus abusos.

 

MarisaL




Publicado el Monday, 26 September 2011



 
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