Lizzy :
Hoy caminamos por la costanera con mi padre, mi marido y los niños. Hacía un cielo azul y nadie se portaba bien, que todos gritaban y querían hacer distintos panoramas. El menor insistía en comerse la arena y yo decidí dejarlo. Por fin me senté a contemplar el mar. De a poco me fue embargando aquella magnitud hasta alisar mis pensamientos: soy una persona libre y puedo hacer lo que yo quiera, siempre. No tengo que medirme con ningún racero, ni complacer a nadie. Mi corazón salta en cada ola y vuela. Es decir: estoy llena de responsabilidades familiares, más "robusta" de lo que me gustaría, con el cabello que parece nido del pájaro loco -ni yo ni mi vida es perfecta- pero elijo cada paso y en cada paso hay amor.
Todo esto lo medito mientras replican las olas, vuelan las gaviotas y mi nene se saca la arena de la nariz.
En este estado, todo me parece bueno y bello. Asisto al espectáculo de los males del mundo en sus distintas versiones, y pienso que son batallas necesarias. El Opus, una de ellas. Un escenario más donde unos pocos quieren manipular y dominar a través de la generación de una deuda o culpa. El triunfo está en darse cuenta de la mentira y desenmascarar al traidor.
Actualmente, en distintas partes del mundo, las campañas antibullying están enseñando a los jóvenes a precaverse de los abusadores emocionales. Cada vez les costará más y más conseguir vocaciones por la vía del "plano inclinado" o la "santa coacción". O cambian o mueren. Me imagino que sí el Opus sobrevive, tendrá que ser capaz de despertar sentimientos profundos e inspiradores de libertad, movilizantes... ¿o se quedará chiquito profitando de los hijos de supernumerarios?
Mejor dejad que el temporal...
Lizzy B.
Publicado el Wednesday, 19 September 2018
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