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 Tus escritos: Agregados y numerarios.- Gervasio

076. Agregados
Gervasio :

Agregados y numerarios

Gervasio, 13/07/2022

 

Leo últimamente en OpusLibros colaboraciones e ideas sobre las diferencias y similitudes entre agregados y numerarios; si debe haber más agregados que numerarios, si ambas figuras tienden a identificarse y cosas de este género.

En todo ello no hay que perder de vista que nos encontramos ante entes de razón; criaturas ideadas por nuestra propia mente. La madre naturaleza no produce agregados, ni numerarios. Son creación de la mente humana. Es como precisar qué es un caballero andante. Es como distinguir entre  elfos y duendecillos; entre nereidas, sirenas y náyades; entre galgos y podencos y por ahí p’alante. Un agregado es lo que la superioridad decida que se sea en cada momento; por supuesto, en modo alguno lo que él mismo decide según su leal saber y entender…



Las diversas clases de socios han de reaccionar lo más mecánicamente posible al modelo preestablecido para su “vocación”. De un numerario se espera que no tenga hijos, de un supernumerario, que tenga muchos. Se espera de cada uno de ellos una conducta predecible; tan predecible como predecible es el comportamiento de un teléfono, de un electrodoméstico o de una máquina de coser. Si no se ajusta a lo previsto y que se espera de él, malo. Es que algo no funciona como es debido.

Pudimos leer en OpusLibros unas consideraciones sobre los agregados provenientes de toda una autoridad en esta materia —el vicario general Mons Fazio—, aunque nació cuando los agregados ya existían y llevaban años rodando. Se los encontró hechos. No los inventó él. En predicación directa decía a un grupo de ellos con ánimo de halagarlos: Hay directores que no tienen ni idea de lo que es un agregado. Y se quedó tan pancho tras largar semejante parida. Lo mismo podía haber largado: no tenéis idea de lo que es un curso anual o bien lo que es un club juvenil o bien lo que es un adscrito.

No veo razón ni motivo para que todo un vicario general de la Cosa califique de ignorantes a los directores por no saber qué es un agregado. ¿Es que lo sabe él o cree saberlo? Hay también numerarios que se precian de saber mejor que nadie qué es un agregado, porque ellos han llevado a cabo “labor con agregados” y han estado cerca de ellos. Me parece que quizá sean esos sabios a los que Monseñor Facio acusaba de no saber qué es un agregado. Quizá. Quizá simplemente pretendía impresionar y recalcar que su autoridad está por encima de la de los simples directores. Eso es lo más probable. Si no pitan o algo no funciona no es porque nuestras indicaciones no sean acertadas, sino porque no las sabéis comprender y ponerlas en práctica. ¡Inútiles!

¿Qué es un agregado? Pues allá va el menda y lo explica. ¡Qué audacia la mía! Esa audacia y pretenciosidad viene mitigada y respaldada por ser consciente de que nos encontramos ante un problema relativo a caracterizar entes de razón: explicar qué son náyades, qué son hadas, elfos, espectros, etc. Distinguir un agregado de un numerario no es lo mismo que clasificar plantas, porque las plantas no las hemos inventado nosotros. Según Goya, el famoso pintor, los fantasmas son seres que tocan las castañuelas. ¡Chúpate esa! A que no lo sabías. Por supuesto me valgo para mi personal caracterización —es decir, mía, no necesariamente compartida— de los lejanos conocimientos y experiencias de cuando pertenecía al Opus Dei.

Para mí la diferencia decisiva entre los agregados y los numerarios estriba en que los agregados no hacen “vida de familia opusina”; es decir,  no adoptan ese peculiar modo de vivir propio de las casas del Opus Dei. El numerario ha de vivir en una casa del Opus Dei, donde está reservado el Santísimo Sacramento. Los agregados y los supernumerarios, no. En el caso de los numerarios se llama eufemísticamente “vida de familia” a la vida conventual. La misa ha de ser oída en la “casa”; se ha de pernoctar en la “casa”, se han de rezar las preces “en familia”, se ha de vivir el “silencio mayor” y el menor, en la casa. Etc. El funcionamiento de las “casas” es objeto de múltiples reglamentaciones, indicaciones y consejos por parte de la superioridad. Tiene horarios y actos.

Desde el momento que alguien pita, pasa a vivir como “adscrito”. Ahora bien, esa adscripción es distinta en el caso del numerario que en la del agregado. El numerario adscrito debe acudir a su “casa” a oír misa y demás actos conventuales, propios de su peculiar “vida de familia”; el agregado y el supernumerario adscritos, no. Es más, lo tienen vedado. Acuden a misa a la parroquia o a la iglesia pública que los pille más cerca. Y lo mismo sucede con la visita al Santísimo Sacramento. Los agregados y supernumerarios no tienen casas en las que está reservado el Santísimo Sacramento y en las que hay actos “quasi-conventuales”, llamados eufemísticamente “de familia”. Esos actos tienen lugar en las casas del Opus Dei; pero no en las familias de verdad. Que yo sepa en las familias de verdad el paterfamilias no abre los jueves la puerta del sagrario que hay en la casa durante la oración matinal. Es que ni siquiera tiene esa oportunidad. Los otros para todo tienen que acudir a iglesias públicas. Desayunan, comen y pernoctan en sus propias casas. Las “casas de familia” de los numerarios, como los conventos, han de estar erigidas con la venia  del ordinario del lugar; las de los supernumerarios y agregados, por supuesto, no.

El numerario, tras pitar, ha de ir cuanto antes a un Centro de Estudios donde empieza a cursar los llamados estudios internos —un bienio filosófico y un cuatrienio teológico— y donde ya no vive con sus padres. El agregado, por el contrario, continúa viviendo con sus padres, o donde lo hacía antes, y no tiene que cursar los llamados estudios internos en un Centro de Estudios. Los cursa lenta y lánguidamente a lo largo de  los cursos anuales.

Con estas premisas, criterios y pautas de actuación, las cosas han ido evolucionando así. Unas personas poseen medios para abandonar la casa de sus padres e instalarse en un Centro de Estudios y otras, no tienen esa posibilidad. Los primeros valen para numerarios; los segundos, no. Tal distinción acaba coincidiendo “casualmente” con una distinción de clases sociales. Recuerdo a un estudiante de medicina que pasó de numerario a agregado, porque en razón de un revés económico derivado de la muerte de su padre, pasó a tener que ayudar económicamente a su familia, en vez de ser ayudado por ella.

Ser numerario exige poseer un cierto desahogo e independencia económicos; ser agregado, no. Si a eso añadimos que el numerario ha de tener estudios, además de internos, también civiles —un doctorado a ser posible— acabamos en que entre numerario y agregado, salvo excepciones, se perciben dos extracciones sociales diferentes. No es esa la intención, pero sí es el resultado. Del dicho al hecho hay un gran trecho. Y se acaba poniendo un colegio de segunda enseñanza para ricos y otro para pobres. ¡Qué cosas más inesperadas pasan, Nicomedes! Pusimos un centro de enseñanza en el Pozo del Tío Raimundo y sólo nos pitan agregados.  Lo ponemos en los aledaños la Moraleja y nos pitan numerarios. ¿Por qué será eso, Nicomedes? ¿Por qué? ¿Será casualidad?

Cuando nos dicen —quizá con la boca pequeña— que han de pitar más agregados que numerarios qué nos estarán exigiendo o sugiriendo: ¿Qué pongamos más centros de enseñanza en  los Pozos de los Tíos Raimundos o que pongamos menos en los alrededores de las Moralejas?  Mami, ¿qué será lo que quiere el negro. Mami, el negro está rabioso. No sé lo que le pasa. Mami, ¿qué será lo que quiere el negro? (Wilfrido Vargas). Y mientras tanto.

    ¡Idiota, que no sabes qué es un agregado!

    Reconozco mi ignorancia, bwana. Yo sólo preguntaba dónde hay que poner el próximo colegio de segunda enseñanza.

El propio Fundador tampoco decía cosas demasiado consistentes sobre los agregados. Escribió la carta Multum usum de 1957, que mucho no aclara. Entre otras cosas imaginaba que al final de sus días muchos adoptarían la condición de agregados a modo de vida de penitencia. Muy hermoso. También imaginó que los sacerdotes numerarios continuarían con su trabajo profesional. Muy hermoso también. Previó otras muchas cosas también hermosas y también inexistentes.

De tanto centrar el proselitismo —perdón, captación de vocaciones o como haya que decirlo— en niños, no sabemos distinguir a tan tierna edad si nos encontramos ante un intelectual en ciernes, ante un arquitecto en ciernes o ante un obrero de la construcción en ciernes o ante un egiptólogo. La cuestión no tiene demasiada importancia si aplicamos el criterio ideado por don Florencio, según el cual lo importante no es la perseverancia, sino que la “labor” se vaya haciendo. Qué importa que alguien sea esto o aquello en ciernes, si no va perseverar. Carpe diem. Carpe infantem.

¿Qué se espera de un agregado? ¿Qué cabe esperar de él? Esa es la pregunta decisiva, pienso yo. Que haya más agregados que numerarios ¿para qué? ¿Es porque son más útiles que los numeratas o porque son más fáciles de conseguir? Quizá. Si no encuentras conejos, confórmate con un ratón. Quizá, puesto que está peliagudo adentrarse el mundo universitario, sea preferible dejar un poco de lado eso de dedicarse a los intelectuales para prestar más atención a los que no lo son. Ya pasó con la zorra y las uvas. Puesto que las uvas son difíciles de alcanzar, dediquémonos a otras cosas. Bien pensado, si a lo que nos vamos a dedicar es a colegios de segunda enseñanza y a clubs infantiles, no hacen falta tantos numerarios ni tantos doctores; bastan agregados. Ventajas: tienen sus propias casas; no hay que proporcionarles casas conventuales ni  meterlos en Centros de Estudios. Así se las ponían a Fernando VII. A por agregados, que lo importante es que crezca “la labor”.

Gervasio

 




Publicado el Wednesday, 13 July 2022



 
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