DEPRE PARA MÍ, DEPRE PARA TI, MUCHA DEPRE VEO POR AQUÍ (y 9)

Cómo se trata la depresión en el Opus Dei

Comparto la opinión ya vertida en esta web de que uno de los fallos dentro de la jerarquía de la Iglesia es el poco conocimiento de psiquiatría y psicología. Pero me parece particularmente grave que haya este problema entre una gente que dice vivir en el mundo real, que tiene contacto con la generalidad de las personas, que conocen íntimamente el alma de mucha gente, que dicen vivir una vida normal y corriente...  

Encima se da la circunstancia que ya apunté en el punto 5. Que gente que se le da una higa de los rudimentos de la psicología (no los tienen ni se preocupan por tenerlos), que no entienden el mecanismo básico de un trastorno mental (incluso gente con menos empatía que un zapato), se meten a dirigir almas, y por lo tanto mentes. Mentes adolescentes, jóvenes y adultas. Si no sabes torear, ¿por qué te metes, Manolete?

Pero ¿qué tiene el Opus Dei en contra de los psicólogos, me pregunto? Siempre me ha llamado la atención. Vale que en los 70 e incluso en los 80 igual todavía la mayoría de los psicólogos aún arrastraban aquello tan lastimoso y deplorable de que si el complejo de Edipo, la envidia del pene y la madre que me parió (literalmente), cosa viejuna, distorsionadora y requetesuperada. Pero es que la actitud no ha variado nada, y mira que ha cambiado el cuento. ¿No será que no nos convenía entonces y sigue sin convenirnos? ¿No será que el Opus Dei tiene miedo de que la gente se plantee cosas o se dé cuenta de cosas? Cositas sin importancia, como decisiones vitales y sus consecuencias, qué es el acoso, lo que constituye un abuso y lo que no, las sutiles y no tan sutiles vulneraciones de derechos humanos, a qué no es lícito renunciar en cuanto ser humano… cositas así.

También creo que se manda a gente a psiquiatras, muy habituados con enfermedades mentales graves. Y éstos, en vez de ver a alguien que está agotado, abrumado y decaído, ven a un enfermo. Un enfermo muy enfermo, más enfermo de lo que está. Y le clavan unos pastillazos desproporcionados.

Y que el criterio es “esto hay que arreglarlo cuanto antes”. Mucho mejor cascarle unos pastillazos de la pera que emplear una terapia, con la que para ver resultados pasan como mínimo meses.

Nunca, nunca, nunca, ni antes ni ahora, nunca he visto yo que se planteen tratamientos alternativos a las pastillas, como la terapia. Recientemente leí un artículo en un medio muy prestigioso de un macroestudio que habían hecho sobre el tratamiento de la depresión. Lo más eficaz, sin comparación, era la combinación de antidepresivos y terapia. Daba igual si la terapia era de grupo o individual, el caso es que hubiera una terapia, la que mejor aceptase el paciente. La que más le ayudase. En el Opus Dei no se plantean esta posibilidad, ni siquiera ahora, que ir al psicólogo es tan corriente como salir a correr al parque. Yo conozco familias enteras que todos los miembros van, cuando les apetece, cuando ven que les ha pasado algo que tienen que gestionar. Y lo comentan como la cosa más normal. Yo no entiendo esa aversión a los psicólogos que existe en el Opus Dei.

Tampoco ayuda esa mentalidad, como viejuna, de pensar que quien actúa de un modo que yo no entiendo, entonces es que está trastornado. Loco, de otro modo no se entiende. Así que los locos pal loquero. Yo no me voy a plantear nada. No me voy a plantear que quien no lo entiendo soy yo, que al fin y al cabo no poseo toda la sapiencia de la psique humana. Cómo no va a estar chalado este fulano, si yo no entiendo lo que hace, si para mí es inexplicable, es que está trastornado. Ale, tirando pa la cuarta planta.

Ansiolíticos para perseverar. Me recuerda a lo de las anfetas en el III Reich (he visto algunos documentales sobre esto). Que hasta las amas de casa las tomaban, para trabajar más y mejor a mayor gloria del Reich. Era de lo más normal, tomarse un par de ellas por la mañana con el café. Hasta en tabletas de chocolate lo ponían, sobre todo para el frente. Por supuesto, los soldados iban bien servidos, y en campaña, hasta los ojos. Eso explica tanto aguante y arrojo. Si es que es más viejo que el hilo negro. (Y así volvemos a las anfetas de mi amiga la nume, que fue por donde comenzamos este tema, cerrando el círculo.)

Alguien por aquí señaló que se puede entender el rejalgar como una huella psicológica que deja el haber sido del Opus Dei, muy difícil de arreglar. Discrepo. El concepto del rejalgar que pretende el Opus Dei, no es que su praxis te deje hecho polvo, sino que la “ausencia” del Opus Dei te deja hecho polvo. El haber sido de esa familia tan chupiguay y que ya no lo eres. La ausencia de la chupiguaysedad opusdeística es lo que te dejaría, hipotéticamente, hecho polvo. Bueno, pues a los hechos me remito. Resulta que es lo contrario. Es en caso de permanecer cuando te chupas una depresión lampante que te deja lelo. Igual la alternativa a la maldición del rejalgar no es mejor.

 Cuando Jesús te vaya a juzgar te preguntará si “le fuisteis a visitar cuando estaba enfermo”, no si le mandaste unas pastillas. Me permito reproducir esta cita de OpusLibros, que, una vez más, no recuerdo de quién es (levanta la mano, si quieres), que me parece de lo mejor. Un broche de oro.

SaturiaValentín

Todos los capítulos

1. Introducción

2. Part One: muy mal debieron verme

3. La incoherencia de ser libre a la fuerza. A) Agotamiento

      B. La esquizofrenia de la razón

      C. La falta de cariño

      D. La deconstrucción de la persona

      E. La simulación

F. Cómo se trata la depresión en el Opus Dei

F I N