A ver cómo lo digo, Pepe [En el desamparo]: no es el Vaticano. El Vaticano hará lo que tenga que hacer, cuando tenga que hacerlo, como tenga que hacerlo, pero no es el Vaticano. Es el Consejo. Son esas docenas de varones, sacerdotes y laicos, quienes deciden qué sucede con la institución. No con las personas, que a estas alturas ya sabemos que no importan una M, sino con la institución.

Es el Consejo quien ha puesto a Isabel Sánchez donde está, y la ha puesto porque es la voz de su amo. Es el Consejo quien remodela regiones, delegaciones, comisiones y asesorías, es el Consejo quien decide, para las dos secciones, cargos directivos cuyo único y solo requisito es saber obedecer.

Es el Consejo quien hace el paripé de presentar borradores y borradores de estatutos, es el Consejo quien dice, de puertas adentro, “nosotros a lo nuestro”, que traducido al román paladino significa “El mundo entero, Vaticano incluido, puede cantar Misa, nosotros no nos moveremos de donde estamos y no cambiaremos nada porque somos los elegidos de Dios, y los aristócratas del amor, y además, todo está esculpido en piedra, y la obra no necesita aggiornamento alguno”.

Siento la sensación de desamparo, de tristeza, que se desprende de tu escrito. Nadie que, con su mejor voluntad, ha entregado su vida a Dios creyendo cumplir con Su voluntad, debería verse así. Pero, Pepe, la realidad es que las personas, en la institución, no importan. Dan igual.

 ¿Alguien se ha molestado en explicar, desde el punto de vista canónico, qué significa no ya el último MP sino el primero, el de julio 2022? ¿Alguien ha decidido que canonistas expertos viajarían por todo el planeta, visitando hasta el último centro (no es tan difícil, quedan poquísimos), y explicarían hasta a la última nax qué significa lo que ha dicho el Papa, y contestarían preguntas? No menciono la visita de Isabel Sánchez a Sudamérica y su comentario acerca de los misterios del Rosario porque no quiero insultar tu inteligencia, aunque el tal comentario fuera una solemne falta de respeto a quienes la escuchaban.

Pepe, “nada malo le sucede a quien nada bueno espera”. No esperes nada de la institución, y nada significa NADA, NADA, NADA. Convéncete de que es mejor pedir perdón que permiso y empieza a vivir tu vida, en la medida que puedas. Comentas que llevas 35 años sin vacaciones, ojalá no estés refiriéndote a que estás en trabajos internos, ojalá solo sea que tus vacaciones son el ca y el cdr. Si es así, si tienes algún ingreso externo por pequeño que sea, empieza a administrártelo tú. Olvídate de pagar la pensión, olvídate de todo, administra tú ese dinero y empieza a hacer pequeños planes, pequeños proyectos. Haz lo que tú quieras hacer.

Has pagado a la institución como para vivir en el The Burj Al Arab Hotel de Dubai hasta el fin de tus días, Pepe. No te han exprimido, te han pulverizado. No les debes nada, te deben muchísimo, empezando por respeto y dignidad, respeto y dignidad que no te van a dar.

Nadie te amparará si no te amparas tú, Pepe. Nadie te sacará del desamparo si no sales tú. El Vaticano no te amparará porque, aunque diga “blanco, verde, rojo”, el Consejo hará “azul, amarillo, naranja”.

La única solución, y llevará su tiempo porque el Vaticano es de ritmos lentos, será la intervención, como ha sucedido con otras instituciones de la Iglesia. Después de numerosas advertencias, después de múltiples avisos, después de un sinnúmero de segundas, y octavas, y vigésimoterceras oportunidades, después de repetidas recomendaciones, después de interminables consejos, el Vaticano puede decir “hasta aquí llegaron las aguas, cardenal Luigi Luis, hágase su eminencia cargo de esto”. Y el cardenal Luigi Luis se presentará en Bruno Buozzi 15 y hará lo que el Consejo no ha querido hacer.

Pero para esto, Pepe querido, falta mucho. Y tenemos que aprovechar el tiempo, así que por favor, por favor, deja de esperar lo que nunca va a llegar y actúa, para ti mismo en primer lugar, porque tú te mereces otra vida, porque tú lo vales.

Escríbeme si quieres, sellingheritage@gmail.com, y lo hablamos.

Mediterráneo

“El hombre que dentre ahí / deje ajuera la esperanza” – José Hernández, “El gaucho Martín Fierro”.