Colegios obras personales y corporativas del Opus Dei

Arauca, 10/05/2024

Las obras personales y corporativas del Opus Dei tienen el objetivo de impulsar el apostolado de la institución y buscar vocaciones para el Opus Dei. El Opus Dei hace lo que normalmente han hecho las instituciones religiosas con sus labores apostólicas de corte social, asistencial, cultural o educativo: tener un semillero de vocaciones, sostener sus apostolados y modos de vida, mientras procuran contribuir con la Iglesia universal. Teóricamente, es así…

Legalmente estas obras corporativas y personales del Opus Dei (colegios, universidades, etc.) no son del Opus Dei. Según se dice, su origen proviene de grupos de personas independientes (padres de familias, profesionales, etc.) preocupados por la educación de sus hijos y otros asuntos sociales. Nunca se dice abiertamente que el Opus Dei es el promotor y coordinador principal de las personas y recursos que se invierten para alcanzar los objetivos que se proponen. Y al mismo tiempo, estas obras corporativas no son oficialmente católicas, porque si lo fueran tendrían que formar parte de la educación católica oficial con las obligaciones que esto supondría ante las iglesias particulares, cosa que se evita.

Algo que se suele explicar insistentemente, utilizando un discurso enlatado, es que los colegios labores personales y obras corporativas del Opus Dei no son católicas, pero afirman que tienen inspiración cristiana, y la única relación con la Prelatura del Opus Dei es la asistencia espiritual que la institución le brinda. Pero esto está bastante lejos de la realidad.

En cada país el gobierno regional del Opus Dei es quien dirige la conformación de las asociaciones sin fines de lucro, tanto las que son propietarias, como las que gestionan estas instituciones educativas o de otro tipo. Es decir, son asociaciones civiles conformadas por particulares que de una u otra forman prestan su nombre o son leales al Opus Dei, la mayoría de los cuales son miembros “fieles al espíritu” que rinden obediencia a sus directores renunciando a la autonomía de criterio personal, ya que las decisiones les vienen dadas de arriba. También llegan a formar parte de estas estructuras personas externas de absoluta confianza y que no supongan un riesgo o lleven la contraria. Algo frecuente, sin embargo, es que en estas asociaciones no hay en el papel la intervención de sacerdotes de la Prelatura. Por lo tanto, la dirección de las asociaciones, sus juntas directivas, regentes, patronatos, consejos superiores, etc., están conformadas en su mayoría por individuos que son del Opus Dei y otros de absoluta confianza. Y aunque sea el Opus Dei mediante sus directores quienes dirigen estás instituciones, toman las decisiones y manejan sus recursos, se da la paradoja de que para la Iglesia y para el mundo "no son instituciones del Opus Dei", porque irónicamente el Opus Dei sólo las "asiste" espiritualmente.

¿Por qué esa práctica? Algunos entendidos han dicho que estas arquitecturas legales son una genialidad del fundador del Opus Dei para asegurar un velo corporativo. Es obvio que la libertad de asociación es un derecho. Y no habría ningún problema si esto se fundara en prácticas transparentes. Sólo hay que empezar por el simple hecho de que se entienda quien gobierna "realmente" cada institución. O entender cuál es la competencia o injerencia de las directoras y directores del Opus Dei en una determinada institución.

Por lo general, es frecuente que a esta esta falta de transparencia se suma una incontrolable discrecionalidad en la toma de decisiones y de uso de recursos por parte de los directores de turno. Cualquiera que ha trabajado en estos colegios y han formado parte de las juntas directivas pueden dar fe de la injerencia discrecional en materias que no son competencia directa de los directores o directoras del Opus Dei en situaciones diarias.

Entrando al caso de mi país, Venezuela, los colegios obras corporativas y labores personales han tenido éxito, algunos con más de 40 años. Estos fueron concebidos principalmente para estratos altos y con poder económico de la sociedad de Caracas y Maracaibo, las principales ciudades del país. Se construyeron infraestructuras potentes, al mejor estilo de colegios de instituciones religiosas como los jesuitas, maristas, La Salle. En otras ciudades, como Barquisimeto y Valencia, los proyectos fueron menos ambiciosos, y aunque más modestos también se lograron ubicar en las élites de las distintas ciudades, y han logrado mantener cierto prestigio y reputación. Posteriormente, unas pocas iniciativas de corte social se fueron desarrollando con poca inversión y poquísimo interés en su crecimiento. Entre estas iniciativas figura algunos colegios para poblaciones de escasos recursos, que con el tiempo algunos desaparecieron. Algún centro de salud que nunca logró despegar. Y escuelas o actividades formativas de hotelería asociadas a la residencia universitaria y algunas casas de retiro, pero sin ningún tipo de reconocimiento o certificación educativa, salvo las facilidades que puedan dar para obtener los títulos oficiales de bachiller. Sin entrar en temas del uso de esas labores con fines de captación de vocaciones, nadie niega su impacto social.

Por otro lado, es evidente que estos colegios se han convertido en empresas rentables, muy contrario al mantra de que las labores apostólicas siempre son y serán deficitarias. Que sean rentables está bien. Y que beneficien a sus dueños también.

Pero ¿quién es el propietario de las instituciones o iniciativas? ¿Quién toma las decisiones? ¿Quién dispone de los recursos? Siempre se diseña una estructura jurídica que la Obra controla y gestiona, aunque no aparezca. Siempre los directores de la Obra en un país mantienen el control de gobierno y financiero de estas instituciones. Posiblemente, cada labor ha tenido mayor o menor independencia según las circunstancias de los directores de turno, lo cierto es que es un sistema diseñado para que el Opus Dei tenga el control de estas instituciones sin que las instituciones sean del Opus Dei. Y sin necesidad de ningún documento escrito y registrado que mencione al Opus Dei. Es decir, quienes prestan su nombre para formar parte de estas asociaciones civiles vienen a ser una suerte de testaferros del Opus Dei. Y eso es lo irregular.

¿Hay transparencia? ¿Cómo se manejan los recursos? ¿Qué discrecionalidad tienen los directores? Al final, todo este entramado de asociaciones que son propietarias o gestoras de las labores personales y obras corporativas son una especie de asociaciones de maletín con una estructura oculta que no puede ser responsable ante nadie, y en donde las funciones de los mismos miembros civiles de esas asociaciones están supeditadas a la obediencia a los directores y signadas por falta de autonomía. Sin mencionar el desconocimiento que los beneficiarios finales de estos servicios educativos tienen sobre esta situación. O inclusive, a través de los recursos que proporcionan por medio de bonos, matrículas, aportes, etc.

Que los colegios labores personales y obras corporativa del Opus Dei reporten un beneficio económico a la propia institución no es el punto, sino la transparencia sobre la trazabilidad de los recursos que manejan estas instituciones y de quien las gobierna realmente. Esto es parte del problema detrás de la estructura jurídica que sostiene a las llamadas labores apostólicas.

Si la gestión y gobierno se soportan sobre mecanismos y procesos grises, si hay poca transparencia y unos espacios para la discrecionalidad de unos directores del Opus Dei que no son los que figuran jurídicamente en las asociaciones, se puede entender que hay un riesgo grande de generación de situaciones injustas, en las que pueden salir dañadas personas inocentes que, de buena fe, ponen sus nombres en las asociaciones y trabajan o participan en estas labores.

Arauca