Alguien reflexionaba anteayer atinadísimamente sobre la poquita importancia que tiene la prelaturosidad en España de un tiempo a esta parte. A su vez, las cifras de las meritorias encuestas de Alfredo nos dan una cierta idea de la mengua radical en que se haya sumida la cosa. Y la simple observación directa viene mostrando (lo que puede mostrar el simple hecho de andar por ahí y fijarse un poco, vaya) que son pocos poquitos pocos y cada día menos "audaces" y más breves. A este paso, contra todo pronóstico, el tráfico mejorará porque cada día hay menos gente "en medio del mundo". Quizá ganemos visibilidad los que vamos por los lados, haciendo eses.

Meses atrás escuché que se había reiterado una especie de campaña  -¡ah, las campañas....!-  para llenar a toda costa los llamados Clubs, muy especialmente lo de pequeños pequeñitos, esos de niños o niñas de 11, 12, 13 años. Al parecer, la promovió el mismísimo prelador con graves y severas apelaciones al ansia apostólica. 

Anteriormente, algunos curas super-estrellas habían dejado sus despachos para dedicarse a atender colegios prelaturísticos. Y acabo de oir esta misma tarde que el tío que ha dirigido durante muchos años la Cosa en Madrid ha cesado en favor de un pamplonica para dedicarse a la capellanía de no sé qué colegio.

Este tráfico de galácticos hacia lo que en mis tiempos se consideraba un encargo menor (los colegios tenían poco glamour, coño, lo bonito era mandar y estar entre universitarios) me da qué pensar. Son gente con mucha experiencia, lo mejor de cada casa como quien dice. Como alinear a Ronaldinho frente al Tarrasa y ponerlo de suplente contra el Valencia.

¿Será que están polarizándose hacia los menores de edad como único recurso para allegar viñadores a su vid? ¿Será que están trocando la Esencia por la Estrategia? ¿Será que, finalmente, son mortales y por tanto tienen incluso sus problemillas?

¿Será?

Lappso.