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CORRESPONDENCIA

 

Miércoles, 06 de Agosto de 2014



¡Y el Opus Dei entró en mis sábanas!.- Discovery

Recibí no hace mucho un correo anónimo, al menos no reconocí el nombre del remitente que figuraba en el mail, invitándome a visitar esta web. Valga de antemano mi sincero agradecimiento a esta buena persona que me ha permitido descubrir no sólo un lugar para desahogarme como estoy empezando a hacer ahora, sino que además su lectura me está sentando como un reconfortante bálsamo. Y a pesar de no comprender algunas cosas, giros o expresiones que me imagino serán propias del dialecto de la obra, empiezo a ver más claro...



(Leer artículo completo...)




La gente normal se quiere.- Lizzy Babieca

Mis hijos cuando pelean, se dan hasta patadicas en la cabeza. Hay que ver que se hacen un ovillo y parecen tres demonios de Tasmania. Pero ayer cuando llegué, el motivo para el griterío colectivo era otro: el menor, Chuqui, se había atrapado los dedos en la puerta y los otros dos se habían desesperado por salvarlo. Afortunadamente, no hubo muertos que lamentar.

Estos se quieren que da envidia. No puedo mandar a uno a "a reflexionar a su cuarto" porque automáticamente el otro se inmola y decide ir con él. Y si me toca insistir, se arma tal pelotera que pareciera que "ir a reflexionar" es lo mismo que ir a las galeras.

La gente normalmente se quiere y hace gestos de cariño que no se da cuenta, por el mismo gusto y porque le nace. No lleva registros. Lunes por medio quiero dejar de fumar y aguanto hasta cerca de las 10 de la noche, después de lo cual empiezo a saltar en un pie, a estirarme la lengua, a morderme el pelo... entonces mi marido sale a la oscuridad de la noche, por cigarros. Y ni siquiera "aprueba" que yo fume.

Y uno se acostumbra a esto tanto, que se le olvida que alguna vez el tema afectivo estuvo en uno muy reglado. Primero "dios", luego la obra, luego los demás, luego uno... esta organización de las prioridades afectivas, motivacionales y prácticas, muchas veces no te dejaba tiempo más que para las dos primeros: las normas ("dios"), los encargos (la obra), y el trabajo. Los "demás" y uno mismo, pues los metes entremedio, con ocasión de que los encomiendas y ya está.

Y el trato con los demás, la relación con los otros, que también estaba mediada, por “dios”, primero, luego por las directoras. Acompañabas a alguien por ropa o al médico, porque te lo encargaban, pues estaba mal visto que a una se le ocurrieran las cosas sola, por aquello de la obediencia y los apegos. Si bien había cariño, aquello tenía algo de falso, de obligado. Y no era para menos: es muy difícil querer cuando tienes que consultar el hacer o no hasta los gestos más nimios.

Una de mi círculo se fue porque estuvo con gripe una semana y no la fuimos a ver. Era vocación reciente, hija única y el primor de sus padres. Yo ni siquiera supe que estuvo enferma, de lo que sí me enteré es de la que ella armó en el centro cuando se recuperó, pues nos llegó raspón en el círculo. Que nuestro padre sabía perfecto lo que era querer, que quereos hijos míos, que el ser humano persona necesita cariñoooooo!!! Pues entonces harían bien en preparar a la gente a no ser gilipollas. A mí me dio una pena enorme que se fuera por considerarnos a todas una panda de cabronas. Y se lo dije a la que me llevaba la charla, quien me sujetó las lágrimas explicando que el motivo primero por el cual la gente se va de la obra -como decía nuestro santo fundador-, era ¡¡¡por falta de sinceridad!!!

Puede que esta chica haya sido muy joven y muy mimada, pero no más de lo que cualquiera necesita para poder desarrollar empatía y ser capaz de darse también. He creado, en los últimos años, una teoría que postula que todos debiéramos ser mimados, lo más seguido posible, con todo aquello que necesitamos, o que simplemente nos gusta: unas maravillosas botas de cuero, unos exquisitos chocolates, el nuevo libro de nuestro autor favorito, la invitación a una conferencia o a una exposición; un poco de compañía, un paseo por la plaza de la esquina, un abracito, y hasta unos chistes tontos que nos hagan olvidar malos ratos, o quizá penas más profundas. Todos debiéramos procurarnos entornos casi dedicados exclusivamente al mimo recíproco. ¿Acaso no es ese el fin de una familia y de la amistad: quererse?

El opus es una comunidad de trabajo. No una familia. He ahí tantos destrozos e incongruencias. Nadie va salir espontáneamente en la noche a comprarte cigarrillos. O puede que sí, pero lo harán por “dios” o por la obra, no por uno, por complacerlo a uno no más, puramente, así con desinterés desinteresado. Y eso, a lo largo de los años, cuando uno ve como se da el cariño en el mundo, duele. Duele, no porque uno sea un egoísta ególatra narciso, sino porque la realidad de los hechos se impone en la conciencia. Y uno, no es que se sienta poco querido, sino que lo sabe, pues se es tratado –muy seguido, y en distinto niveles, algunos muy decentes- más como número que como persona. Y es que el opus es una comunidad de trabajo. No una familia.

Lizzy Babieca





En desacuerdo con el tono.- Jiménez

Sin ningún ánimo de polemizar y con la relativísima autoridad moral que me da el haber firmado la petición de Esquivias, quiero manifestar mi desacuerdo con el tono exigente que emplea en este caso Carmen Charo, como anteriormente lo han usado otros, protestando –casi echando en cara- porque los lectores no se adhieren a una serie de causas que ella considera justas. Creo sinceramente que no son formas. Y aunque se justifique tildándolo de "desahogo personal" éste deja de serlo cuando se difunde públicamente por escrito justamente ante las personas que podrían verse reprendidas por sus opiniones.

Casi con lo único que estoy de acuerdo de la carta de Carmen es que el vínculo que mantenemos los que aquí concurrimos, y aún así no todos, es única y exclusivamente el haber pertenecido a ese “agujero oscuro” y compartir, bien en calidad de escritores bien como meros lectores, las experiencias y análisis sobre nuestra prelatura favorita. Ni más ni menos. Ni me considero parte ni de un grupo - si estoy equivocado que alguien me saque de mi error para largarme de inmediato- ni creo que la lectura y mis eventuales participaciones en la página me obliguen a asumir una serie compromisos, por más buenos y positivos que estos sean.

Dicho esto aclaro que bienvenidas sean las solicitudes que periódicamente aquí se lanzan sobre colaboraciones económicas, ayudas a otras personas y demás, siempre que se planteen como propuestas respetuosas. Firmar el escrito de Antonio Esquivias, interesarse por una persona en apuros o ayudar monetariamente al mantenimiento de una iniciativa como esta web son sin duda acciones nobles. Pero, una vez expuestas, ¿quién soy yo para juzgar las pocas ganas de significarse públicamente (en el caso de Esquivias), las eventuales imposibilidades (o simplemente la poca inclinación) para ayudar a un desconocido o las pocas o muchas dificultades económicas de los participantes de Opuslibros? Curiosamente y es de justicia reconocerlo, en este último aspecto (las ayudas a la web) ha sido Agustina la que, ante determinadas propuestas que rozaban el disparate, ha puesto la nota de cordura.

Somos adultos y cada cual procesará y reaccionará ante las solicitudes de la forma en que su voluntad, sus posibilidades y sus circunstancias personales le aconsejen. Pero de ahí a recriminar por no avenirse a lo propuesta, a veces agriamente -y no lo digo sólo por el último escrito de Carmen Charo-, media un trecho que no se debería traspasar. Saludos.

Jiménez




 

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