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CORRESPONDENCIA

 

Lunes, 02 de Mayo de 2016



Miedo y ascética.- Entregado

Quizá tenga tanto miedo a “perder la vocación” o la llamada al celibato, o a salirme del camino, por el miedo que tenía a hacerlo cuando estuve en el opus.

La vocación era como “lo más sagrado”, casi el objetivo de tu vida, santificarte con los sacramentos continuos y el trabajo “bien hecho” y el apostolado. Era el medio para la santificación, que se equiparaba con la pertenencia al opus y la vida sacramental constante. No cabía en la cabeza que un santo fuera una vez a la semana a misa, no sería santo entonces, porque no “cumpliría” con el estándar del opus. Si los santos tenían devoción sacramental eso significaba que si quieres ser santo tienes que imitar a los santos. Pero para mí esto quedaba en la conducta externa (los sacramentos constantes) sin devoción alguna.

Ir a misa era una pura norma que quedaba bajo el imperativo moral de “hay que ser santo imitando a los santos”. Ningún discernimiento de por qué hay que ir a misa, eso quedaba bajo la dogmática teórica de los cuatro fines de la misa (dar gracias pedir perdón, alabar, pedir). Pero era pura teoría. Se sobreentendía que si asimilabas la teoría asimilarías la práctica independientemente de qué camino ha llevado tu vida o cómo has llegado hasta aquí y quien piensas (y sientas!!) que es Dios en realidad.

La práctica sacramental no me llevó a nada más que escrúpulos constantes y angustia de ser rechazado por Dios. Y la única forma de salir de aquello según los directores era la ascética moralista de obras exteriores, de horas muertas en la sala de estudio siguiendo el “plan de vida” que era como una jaula donde se cortaban las alas de mi libertad.

Hoy entiendo que no hay que buscar ese tipo de santificación, sino solo estar abierto al amor de Dios y dejar que él actúe en tu vida, sin planes de vida, ni ascética moralista, ni obras externas. El verdadero Dios te habla al corazón.

Entregado 





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