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CORRESPONDENCIA

 

Lunes, 16 de Octubre de 2017



Haciendo el canelo.- Entregado

Recuerdo las soporíferas tertulias llenas de angustia por tener que intervenir o decir algo o no decir nada y el tener que vivir la “asfixiante alegría” de las narices que lo único que era, era como un parche con el que enterrar a nuestros muertos y ver cómo la gente se aplastaban unos a otros en sus intervenciones en las que se suponía que llevaban la voz cantante porque “tuvieran algún don” que era inexplicablemente soporífero para los demás.

Y había que aguantar eso o que vinieran “invitados”, gente que se supone iba a contar historias edificantes que eran pura propaganda de anécdotas que se supone te iban a elevar el alma y lo único que hacían era confirmarte que estabas haciendo el canelo y que no estabas en el lugar ni en el momento adecuado. Sólo me recordaban mi falta de espíritu y entusiasmo por una obra que no salía adelante porque el único medio de hacerlo era la persuasión de que la gente acabara teniendo contacto con los sacramentos (impelire ad entrare) sin el más mínimo escrúpulo de cuál fuera su historia personal o cómo le habla Dios a esa persona.

Fue un lamentable espectáculo el de humillarse sobremanera para hacer que gente se confesara o vaya al centro para seguir retroalimentando el sueño de Escrivá de su máquina apisonadora de sueños y vidas humanas. Por no hablar del “mal espíritu” que suponía comentar que una película era mala o que no te gustaba y que acababa en corrección fraterna al canto sólo por dar tu parecer estético sobre una cosa.

Y qué decir de los misterios de contemplación de la virgen María (oración, oración, oración…) que nunca entendíamos porque nunca habíamos contemplado a una mujer a menos de dos metros de distancia y sin ponerle mala cara para ahuyentarla.

Estuvimos haciendo el canelo.

Entregado





Saludos a Nacho.- Removiendo53

Sólo celebrar que Nachof o El Canario (que igual da) se esté recuperando. No te preocupes por eso Nachof, es lo que hay.

En referencia de lo que se ocupan tus antiguos amigos por tu enfermedad. Yo estuve con un amigo hace unos dias, cuyo padre fue supernumerario toda su vida, y me contó que éste echaba de menos a sus "amigos" y preguntaba por ellos cuando estaba en la residencia de la tercera edad. Ni siquiera le preguntaban a él, a su hijo, cuando le veían, por su padre...

Cuando falleció, apareció alguien en ese momento a dar ciertas instrucciones de cómo proceder... y los hijos de ese padre, le enviaron "allí" con regulares modos.

Por cierto, ¿todavía tienes el traje de árabe con el que te vestías en las convivencias de verano en Málaga?

Removiendo




 

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