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CORRESPONDENCIA

 

Viernes, 20 de Julio de 2018



¿Treinta años malgastados?.- TresDecadas

Últimamente me pregunto con frecuencia: ¿Y si, como numerario, llevo muchos años gastando en balde mi vida?

¿Para qué me hice numerario? Para ser santo y ayudar y acompañar a otros a la santidad.

Pero… ¿qué es lo que llevo años haciendo con mi vida? ¿Qué es lo que en realidad ocurre? En la Obra me han dicho siempre que se santifica el que cumple regularmente las normas y costumbres establecidas. Que si cumplía las normas, sería santo. Pero ¿voy camino de serlo? ¿Me estoy haciendo mejor persona a medida que paso más años en el Opus Dei?

Las normas son prácticas de piedad. Pero no incluyen las obras de misericordia.

Las obras de misericordia corporales, en su mayoría, surgen de una lista hecha por Jesucristo en su descripción del Juicio Final.

La lista de las obras de misericordia espirituales la ha tomado la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo.

¿Cuánto tiempo he dedicado y dedico en mi vida a las obras de misericordia? ¿Y si mi esfuerzo lo estoy poniendo donde no debo?

De las siete corporales, no puedo hacer ninguna, salvo cuidar a algún enfermo… si es de la Obra. No puedo dar mi tiempo, ni mi dinero, ni siquiera un poco de comida. Una vez subí a un pobre hambriento al centro. Le hice esperar brevemente en el hall, mientras iba al comedor y le hacía un paquetillo con un bocadillo y algunas cosas de la merienda… y me hicieron una corrección fraterna.

No puedo tampoco ayudar a mis padres, hermanos, sobrinos o compañeros de trabajo como me gustaría, como creo que debería hacer. Se me parte el corazón. Lo consulto, lo argumento como me lo hace ver mi conciencia… y, salvo casos de extrema gravedad, me dicen que no. Pero no es eso lo que me dice mi conciencia que debo hacer.

De las siete espirituales... Cuando era director, muchas veces no podía dar buen consejo según mi conciencia, sino que debía dar el que venía dictado de arriba. Lo mismo me pasa hoy con el grupo de supernumerarios al que atiendo.

Cuando veo algunas cosas en las que creo que los directores se equivocan, o que se deberían hacer de otra manera, o con más libertad, no lo puedo decir.

Pero lo más duro no es eso. Lo más duro es que no puedo consolar al triste. No puedo. ¡Esto me parte el corazón tantas veces! No puedo consolar a quien lleva años viviendo conmigo, porque no podemos ni siquiera ser amigos.

Tengo contenidas un montón de cuestiones, vitales para mí, que no puedo compartir con nadie de la Obra, de “mi familia”. Es extraño y también penoso. ¿Qué comparten entre sí dos franciscanos, o dos jesuitas, o dos curas diocesanos...? ¿Qué comparten entre sí dos buenos hermanos, dos buenos amigos?

Y tampoco está bien visto dar buen consejo y ayudar a quien lo necesita… si no hay visos de que pueda venir por la labor o pitar en un futuro.

Me pregunto no ya si me estoy haciendo santo, sino si con los años estoy mejorando como ser humano, como persona. ¿Qué legado voy a transmitir? ¿Qué he contribuido a cambiar en este mundo? Cuando mi vida se acabe, ¿qué huella voy a dejar?

Además, ¿qué lleva años pasando en la Obra? Pita menos gente. Muchos se van. Cierran centros. En particular centros de estudios. La labor apostólica es pobre. Y gran parte de ella centrada en niños y gente muy joven.

Cada vez menos ejercen una profesión que no sea interna o que no tenga que ver con un colegio o universidad. Mi trabajo y el de tantos otros tampoco destacan. La influencia en la sociedad es cada vez menor. La media de edad es cada vez mayor. Y el consumo de ansiolíticos y pastillas para la depresión es cada vez mayor.

Me hago con frecuencia todas estas preguntas, que quiero compartir:

¿Realmente todo esto da sentido a mi vida después de treinta años dentro?

¿Tanto sacrificio, desde el punto de vista humano, está correctamente “invertido”?

Me digo, y lo sé, que soy el responsable de mi propio desarrollo espiritual. Pero, ¿qué es lo quiere el Espíritu Santo? ¿Me puedo realmente excusar con que toda mi vida hice lo que me decían?

¿Y si lo que tendría que estar haciendo para ayudar a los demás, y para conmover a Jesucristo y su Madre, son otras cosas?

¿Y si el Opus Dei me está apartando del camino de servicio a los demás?

¿Y si soy un crédulo y un ingenuo por creerme todo lo que me llevan años contando? ¿Y si no es verdad? ¿Y si la verdadera vida cristiana se me está escapando de la manos?

TresDecadas





Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XXXVII) y (XXXVIIII).- PlasticOnoBand

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XXXVII)

La separación de las dos secciones hace de los miembros del Opus Dei unos misóginos y unas misandrias

Hoy vamos a hablar de sexo. Quizá haya quien recuerde aquel programa de Elena Ochoa, planteado en su momento con el único fin de tocar este tema sin entrar en planteamientos morales o religiosos, sino simplemente centrado en tratar de cuestiones sobre las que muchos españoles no sabían absolutamente nada relativas a cómo funciona la vida sexual.

 

Vamos a hablar de sexo tal y como se suele ver en el Opus Dei, que es, más o menos, como lo veía san Josemaría y como lo ha predicado y transmitido al Opus Dei, y como lo ve la mayoría, por no decir todos los miembros, o al menos los numerarios.

 

La visión errática y obsesiva del sexo de san Josemaría ha impregnado toda la fundación del Opus Dei y así permanece la institución, con una visión negativa, enfermiza y mojigata de la sexualidad.

 

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Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XXXVIIII)

¿Quizá fuese eso lo que pretendía para sus “hijos” el marqués emérito de Peralta, don Josemaría Escrivá de Balaguer Albás y Blanc?

Hoy vamos a hablar de las numerarias auxiliares, algo de lo que la mayoría de la gente no sabe nada porque es un “invento” (que no es tal invento, como veremos) surrealista de san Josemaría Escrivá.

 

En los Estatutos del Opus Dei, a partir del artículo 8.2 se empieza a hablar de ellas. Las numerarias auxiliares son un tipo particular de numerarias que profesionalmente se dedican, en las sedes de los centros del Opus Dei, a “la administración familiar o cuidado doméstico”.

 

En el Opus Dei se las conoce con el término eufemístico de “la Administración” para no decir “el cuidado doméstico”, que es lo que dicen los Estatutos o “el servicio doméstico”, que es lo que entendemos todos los mortales, sin que ello suponga la más mínima merma en la estima de la dignidad que merece esa profesión.

 

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Comentario crítico a una carta (I) - Comentario crítico a una carta (II)

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