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CORRESPONDENCIA

 

Miércoles, 29 de Mayo de 2019



¡¡¡No con mi hijo!!!.- El Cid Campeador

Querría participar con una reflexión acerca de la escasez de vocaciones en la Prelatura.  Distingo 3 etapas en el proselitismo:

 

  1. Apostolado con los universitarios
  2. Fundación de colegios y clubes: apostolado con menores de edad; consentimiento entusiasta de los padres supernumerarios
  3. Apostolado con los hijos de exalumnos de colegios; obstrucción de los padres supernumerarios a la labor con sus hijos

 

En la etapa 2. Los padres -que son los universitarios de la etapa 1.- eran supernumerarios que colaboraron en la fundación de los colegios, los famosos “padres preocupados por la educación de sus hijos”.

 

En la etapa 3. Los padres son aquellos estudiantes que en la etapa 2 han frecuentado colegios y clubes. Todos ellos han sido testigos de las humillaciones y maltratos sufridos por sus compañeros numerarios, que pitaron como menores de edad. 

 

El campo de batalla está plagado de vidas rotas. No conozco a ningún supernumerario que quiera eso para su hijo.

 

Se saben todos los trucos y a estos padres no les van a engañar. Ningún supernumerario en su sano juicio (también hay de los que no están en su sano juicio) quiere que su hijo menor de edad pite como numerario y hace todo lo posible para que eso no suceda. “No con mi hijo” es su lema.

 

Respecto al artículo de Ana Azanza publicado el lunes pasado, me parece un anacronismo comparar la época de Franco -lo de Señoritas y sirvientas- con la actualidad. Y me parece una contradicción con lo que ella publicó el 1 de mayo sobre el relativismo: “hay que concretar en cada caso, sociedad, momento, como se ve y se ejercita el derecho a la vida propia y ajena”. 

 

Un dato interesante: en 1931 se aprobó el sufragio femenino. De las tres diputadas mujeres en las Cortes solo una votó a favor del sufragio femenino (Clara Campoamor, Partido Radical).  Las otras dos (Victoria Kent, Partido Republicano Radical Socialista, y Margarita Nelken, PSOE) no votaron a favor de aprobar el sufragio femenino.

 

La clave es que la situación de la mujer no era una cosa de Franco ni de los católicos, sino del conjunto de la sociedad. No parece que hubiese un clamor entre las mujeres para conseguir esos derechos, que hoy nos parecen tan normales. Es evidente que si eso hubiese sido así estas señoras de izquierdas y laicistas habrían votado a favor del sufragio femenino. Sin embargo, compartían esa visión de la sociedad, “Señoritas y sirvientas” (en el reparto de papeles ellas eran las señoritas), que no fue nada exclusivo de Franco o del Opus. 

 

“Hay que concretar en cada caso, sociedad, momento, como se ve y se ejercita el derecho a la vida propia y ajena”. Lo de “Señoritas y sirvientas” no era algo específico de Franco o del Opus. Otra cosa es que el Opus se fosilizase y la sociedad evolucionase.

 

El Cid Campeador





Partiendo del supuesto de la vocación.- JuanchoR

Mucho se ha hablado aquí sobre la vocación, desde variadas perspectivas. De la vocación como un hecho, algo que le acontece a alguien, pero cuyo origen está allende nosotros mismos: como sabemos, etimológicamente el término “vocación” deriva de vocare, “llamar”: alguien o algo “me llama”. Este significado es muy amplio, y va desde lo que podemos denominar la “llamada” profesional (en el ámbito académico, sobre todo en los países anglosajones, se usa el término “orientación vocacional” para referirse a lo que nosotros llamamos “orientación profesional”) hasta la llamada a seguir un camino determinado en la vida, como el matrimonio, o incluso lo que a lo largo de la historia del cristianismo ha cuajado como el fenómeno de la llamada religiosa, en el sentido amplio de la palabra: una llamada de origen divino para seguir un camino ascético determinado...



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