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OPUS DEI: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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El anzuelo de pescador.- Heavy

El anzuelo de pescador

 

            Ahora se me escapa una media sonrisa al recordar aquellos tiempos inocentes y tremebundos y se me viene a las mientes ese personajillo, discípulo del Dómine Cabra que, enfermo y consumido por el hambre viva: "ya pedía confesión más que otra cosa".

 

Pero, de aquellos luctuosos acontecimientos hasta hoy, han transcurrido muchos años. Afortunadamente, “no hay mal que cien años dure”, (ni cuerpo que lo resista).

 

Desde que me quité el canuto del ojo y, sobre todo, desde que descubrí esta Webera, mi vista ha mejorado (un Webo) y ahora distingo un sinnúmero de cosas que fui incapaz de ver durante los largos años que permanecí cautivo en las galeras del opus.

 

Mi último descubrimiento, seguramente obvio para la mayoría de vosotros pero, creo yo, poco celebrado en estas páginas, es la filfa que se esconde, en la obra, tras la bandera enarbolada de la santificación a través del trabajo profesional.

 

La teoría dice más o menos así:

 

Camino 372. …Te apartas de tu camino de apóstol, si, con ocasión —o con excusa— de una obra de celo, dejas incumplidos los deberes del cargo. Porque me perderás el prestigio profesional, que es precisamente tu "anzuelo de pescador de hombres".

 

Y la práctica, pues resulta que también es teoría (y además apócrifa)...

Es notablemente asombroso que, siendo la santificación del trabajo profesional, el meollo de la ideología del opus dei, nadie parece tomarse eso del trabajo demasiado en serio.

 

Nunca, en la obra, fue, el trabajo, un tema “estrella”. Más bien he tenido la sensación contraria. Las charlas sobre trabajo eran, generalmente, simplonas, superficiales y muy malísimas.

 

Que si había que decir muchas jaculatorias. Que si había que dedicar muchas miradas a la Virgen. Que si había que ofrecer cada cuarto de hora de trabajo por una intención concreta…

 

¡Vale! Todo eso esta muy bien, (en su línea). Hasta ahora, nada de particular, porque todos hemos padecido miles de meditaciones y charlas sobre pureza, apostolado, vocación, pobreza o plan de vida en las que se hacían esas mismas recomendaciones espirituosas.

 

Recuerdo con detalle muchas sentencias, chascarrillos y anécdotas de aquellas charlas y meditaciones. Por ejemplo nunca podré olvidar el día que me dijeron que comerse las miguillas que caen en el mantel, al partir el pan, era un pecado de gula. ¡Que finura de alma!

 

¡Vamos, no me jodas! ¿Y no existe el pecado mortal de gilipollez?

 

Me acuerdo muy bien de todas esas cosas. Y sobre todo, recuerdo que, la mayoría de las veces, se descendía hasta los más ínfimos, recónditos, inverosímiles y ridículos detalles y particularidades.

 

Pero ¡ay, amigo! cuando tocaba hablar de “Trabajo” y llegaban al asunto del “prestigio profesional” y de trabajar con “perfección humana”, no profundizaban tanto los “jodíos”. Se conformaban con el enunciado y se les acababa el rollo en seguida. ¿Por qué?

 

Pues no lo sé, pero me lo calculo. Y lo que yo creo es, sencillamente, que estaban en la inopia. ¡Exacto! ¡Eso mismo que estáis pensando! ¡Yo creo que no tienen ni idea de que quisicosa sea eso del trabajo!

 

Para empezar, me entero por estas páginas, (no gano para disgustos), de que muchos numerarios son convencidos/forzados para estudiar una carrera o para desempeñar un trabajo que no es el que ellos hubieran elegido voluntaria y libremente, lo que, supongo, pasada la alegría efímera de sentirse muy identificadísimos con las indicaciones de los directores, debe desmotivar bastante.

 

Por otro lado, muchos numerarios, tampoco llegan nunca a ejercer su profesión porque, según parece, son dedicados, en gran número, a labores internas. ¡Esa es otra! Dicen que en la obra no se admiten tontos, pero lo primero que hacen con los “listos”, es atontarlos.

 

Y en tercer lugar, no quiero yo ofender, ni hacer aseveraciones de algo que desconozco, pero sospecho que los trabajos internos de los numerarios son, más bien, trabajos de la Señorita Pepis. Excluyo, naturalmente, de esta intuición mía, a las heroicas numerarias auxiliares, cuyos pies beso (yo también me enamoraba de alguna en cada convivencia y en cada curso de retiro).

 

De lo que no me cabe duda es de que, esos, no tienen ni idea de lo que es un jefe con mala leche, ni un horario sin horario, ni un cliente capullo, ni una compañera que te pone morritos, ni un subordinado que sopla, ni una bronca sindical, ni una regulación de plantilla, ni una huelga, ni de estar cuatro meses sin cobrar, ni de tener que ir a despertar al jefe a una casa de lenocinio un lunes por la mañana. A mi me ha pasado todo eso y más con lo que, algunas veces, las jaculatorias, me salían de gordísimo calibre.

 

En fin, a lo que iba. Lo que quiero decir es que, eso de las jaculatorias y de las miradas a la Virgen, puede que sea el “top level” de la santidad para trabajar en la delegación. Pero, para trabajar de verdad “con perfección humana”, para adquirir “prestigio profesional”, un currante tiene que hacer otras cosas mucho más importantes que no aparecen en las charlas. Tiene que formarse, estudiar, especializarse, aprender, capacitarse, superarse y aspirar a mejores puestos.

 

Nadie puede esperar llegar a ser un gran profesional mediante el estrafalario truco de decir muchas jaculatorias. Es imposible ser un trabajador competente siguiendo, únicamente, la prodigiosa técnica de mirar muchas veces a la Virgen. Y, modestamente, creo que, con esos métodos que recomienda el opus, solo se podrán ofrecer cuartos de hora de incompetencia y taruguez.

 

El mero consejo de trabajar con “perfección humana” no llega a ningún sitio, por muy pesado que se ponga el charlatán (que no suele ser el caso) y por mucho interés que tenga la víctima.

 

A mí, nunca jamás de los jamases, me han sugerido en una charla o en la confidencia o por cualquier otro medio, ampliar estudios, ni hacer un master, ni un curso de capacitación, ni asistir a un seminario, ni suscribirme a una revista especializada. Nunca, en la obra, me han sacado a relucir temas de ese pelo. Y nunca he visto que se fomentara una verdadera inquietud profesional. Ni en los agregados (yo fui agregado) ni en los supernumerarios (atendí varios grupos durante años).

 

Con ese panorama y teniendo en cuenta que, en la obra, lo que no es “Obligatorio” o “Prohibido”, hay que meterlo en la lista de “No comment”, a uno, difícilmente se le pasa por el entendimiento consultar semejantes cosas porque, además, todas ellas, requieren tiempo y dinero, y estos (el tiempo y el dinero) si que son temas “estrella” en el opus.

 

En honor a la verdad, tengo que decir que yo, en esa época, además de trabajar, hice un master y empecé una carrera. Pero no fue gracias sino, más bien, a pesar del desinterés y de las pocas facilidades que me dieron.

 

En la obra no te hablan de esos temas, porque les suenan a chino. En la obra lo único que quieren es que salgas de currar cuanto antes, que te vayas al club corriendo a hacer normas y que, el día 1 de cada mes, les sueltes la nómina.

 

Ese es el motivo, y no otro, de que los “anzuelos de pescador de hombres” estén roñosos, torcidos y sin punta. Como, además, jamás tienes tiempo ni dinero para comprar el cebo, pues no pica nadie ¡Normal, tíos listos!

 

A lo peor, es que soy un mal pensado, pero yo creo que, los ideólogos y charlatanes del prestigio profesional, no han dado un palo al agua en su vida, (ni intenciones que tienen), y ahí los ves, sentando cátedra, tan satisfechos en su ignorancia.

 

¡Que tíos!




 

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