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ESA MOLESTA REALIDAD

SEGUNDO, 31 de agosto de 2005

 


Una de las cuestiones que comprobadas por quienes hemos pasado largos años en la Obra es el problema que tienen sus autoridades con la realidad. Pudimos advertir –no sin sorpresa y estupor- como los hechos son torturados hasta el infinito tratando de explicar lo inexplicable.

Mis queridos orejas permítanme proponerles un test de sencillez. Consiste en responder con un sencillo “no” o con un también sencillo “si” a una serie de preguntas que pueden ser respondidas con veracidad por todos los que hemos estado en la Prelatura.

Comencemos con las preguntas:

1) Da a conocer el Opus Dei interna y externamente en forma anual la cantidad de miembros que abandonaron la Prelatura agrupándolos según hayan efectuado la admisión, la oblación o la fidelidad? Si - No.-

2) Es cierto que durante el gobierno de Don Alvaro del Portillo se difundió un documento denominado Praxis? Si – No.

3) Se entregaba el mencionado documento para información de las obligaciones que asumían quienes pedían la admisión a la Obra? Si – No.

4) Se informa a quienes se incorporan a la Obra adecuadamente acerca de las obligaciones que asumen o bien, se trata de un conocimiento que se adquiere de forma progresiva? Si - No

5) Existe en el Opus Dei una calificación interna de los libros que es moralmente obligatoria para los miembros del Opus Dei? Si – No.

6) Es cierto que se requiere un permiso especial para la lectura de los libros que han recibido la censura interna? Si – No.

7) Existe en el Opus Dei una calificación interna de las películas cinematográficas? Si – No.

8) Es la mencionada calificación obligatoria para los numerarios de modo que una película que no haya sido aprobada no puede verse en los centros del Opus Dei? Si – No.

10) Es cierto que los numerarios están moralmente obligados a entregar la totalidad del dinero que provienen de su trabajo profesional? Si – No.

11)Es cierto que los numerarios y agregados deben mensualmente rendir los gastos ordinarios realizados a través de la denominada “cuenta de gastos”? Si – No.

12)Es cierto que hasta el año 1995 – al menos – no se enseñó internamente, de modo sistemático, el magisterio emanado del Concilio Vaticano II? Si – No.

13) Hubo resistencia en el Opus Dei a las reformas litúrgicas introducidas por el Concilio Vaticano II?. Si – No.

14) Se impartieron clases en los estudios internos sobre las grandes encíclicas de Juan Pablo II? Si – No.

15) Se confunden en las personas que ocupan puestos de gobierno – los directores – el gobierno propiamente dicho y la dirección espiritual? Si- No.

16) Es cierto o no que en la actualidad la Santa Sede no se ha pronunciado sobre la pertenencia jurídica de los numerarios a la Prelatura? Si - No

Todas estas preguntas sabemos que no tienen respuestas múltiples; sino una respuesta precisa. Se trata tan sólo de hechos que por sí mismos no implican un juicio de valor ya que no se trata de juzgar si la Prelatura al decidir establecer un criterio restrictivo sobre libros y películas hace bien o mal. Se trata, como decía Oscar Wilde, de llamar a las cosas por su nombre ya que ello simplifica las cuestiones.

Imaginemos ahora las explicaciones de las autoridades de las Prelatura; la gran mayoría hemos escuchado y repetido un discurso que torcía los hechos o bien, los ocultaba.

¿Por qué a los que gobiernan la Obra les resulta tan difícil enfrentarse con los hechos? Dar una respuesta no es fácil pero ese escapismo culmina haciendo violencia a la realidad hasta que quienes gobiernan obtienen una versión que les resulta “confortable”.

Al dar versiones de la realidad la Obra ha terminado confundida en su propia identidad; ya no sabemos si un numerario es una persona que se santifica en medio de la sociedad, alguien que no es “como” los demás sino uno más entre los demás o bien, un consagrado que se dedica al fin de la Prelatura y a la “cura de almas” a través de la dirección espiritual.

Cuando señalábamos las patéticas contradicciones los directores –no todos, no siempre– recurrían a una expresión para justificar su postura; esa expresión era “visión sobrenatural”. Podía ser el hecho más evidente pero bajo la fórmula mágica de falta de “visión sobrenatural” el pobre numerario/a debía rendir su juicio aunque fuera sobre algo evidente. Si alguien decía: “estoy trabajando en mi ordenador” y el director/a opinaba que se trataba de una pluma uno debía rezar hasta que a fuerza de visión sobrenatural concluía sosteniendo que, efectivamente, no teníamos una pantalla delante sino... una pluma.

El problema de los hechos y el eterno dolor que les producen a los que gobiernan la Obra; hechos que hay que ocultar, hechos que hay que disimular, hechos que se deben “acomodar” para que coincidan con sus ideas.

Tomemos un ejemplo patético. Se nos ha dicho que la Obra no tiene otra doctrina que la doctrina de la Iglesia. Pues bien, basta estudiar los textos que constan vgr. en la meditación número 183 del viernes de la III Semana de Pascua (Tomo III pp. 516/21) para advertir la confusión que existe entre gobierno y dirección espiritual. Si contrastamos ese texto con lo que sostiene la Iglesia (cfr. Decreto Perfectae Caritatis) en relación al respeto de los superiores a la “debida” libertad surge entonces, una fuerte contradicción. ¿Cuál de los dos mensajes es verdad el que afirma que la Obra se ajusta a la doctrina de la Iglesia o aquel que exterioriza un criterio interno del Opus Dei?.

Miremos un momento la confianza. El Fundador ha reiterado la confianza que tenía en sus hijos. Pues bien, ¿Por qué no están en cada uno de los centros la totalidad de las Cartas del Fundador? ¿Hay temor a que se deslicen a terceros? Puede ser una postura aceptable pero entonces hay que suprimir el texto del Fundador cuando proclamaba la confianza en sus hijos. Queda una tercera postura dar una explicación plausible que la conozcan todos los miembros de la Obra. El silencio del Opus Dei se traduce en falta de transparencia; otro término tan temido.

Finalmente, quiero dejar una observación sencilla para los que abandonan la Obra. Cuando alguien decide salir de las filas de la Prelatura no está dejando un “camino” específico dentro de la Iglesia por cuanto ese “camino” se encuentra hoy seriamente desdibujado. Las contradicciones son insalvables; más tarde o más temprano, desembocan en la confusión personal; en un no saber a que atenerse. De ahí a los daños psicológicos hay tan sólo un paso.

Ocurre, cada vez con más frecuencia, que una vez que alguien se ha liberado de esa carga advierta que no sólo que resplandece su fe sino que realmente encuentra al Redentor en medio del mundo redescubriendo la inigualable frescura del Evangelio. Desembarazado de tantos criterios, subcriterios, respira el aire fresco del mensaje cristiano; sabe que sigue a una Persona y no a un conjunto de “vadecums”.

Por suerte, el Opus Dei no es la Iglesia como tampoco quienes atacan al Opus Dei atacan a la Iglesia, salvo en la visión de la realidad que tiene la propia Prelatura.


 

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