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OPUS DEI: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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NO TUVE LA SUERTE DE QUE ME ECHARAN

VALLE, 2 de julio de 2004

 

Yo me hice numeraria justo a los catorce años y medio y me fui de la Obra durante mi primer año del centro de estudios, a los 5 años aproximadamente.

Yo no he pasado tantos traumas como muchos contáis aquí, y creo que más bien es por mi forma de ser. Cuando ya había decidido abandonar la Obra, hacía un poco lo que me daba la gana y me lo pasaba muy bien esquivando a las directoras y al sacerdote de turno.

El año anterior a tener que ir al centro de estudios, el 19 de Marzo, tras muchas dudas, renové mis “compromisos”; sin embargo, el mismo día 19, por la noche, antes de irme del centro a casa de mis padres, ya estaba arrepentida y dejé una nota a la directora preguntándole si todavía estaba a tiempo de dar marcha atrás. Nunca recibí respuesta. Parece que la directora, casualmente cayó enferma esa misma noche y no pude verla hasta cuatro días después, momento en que, pensé que ya era tarde para deshacer mi renovación, pero consideré que me habían jugado una mala pasada y decidí hacer lo que me diera la gana.

Por ejemplo, lo de hacer la charla fraterna una vez a la semana, para mi era una semana el lunes, y la siguiente el sábado, y la siguiente llamaba justo media hora antes diciendo que me había surgido algo (si decía que estaba haciendo apostolado colaba fijo, aunque luego me iba al cine, sí, sí, habéis leído bien, al cine con mis amigas y de apostolado nada. Tengo que deciros, que nunca he vuelto a disfrutar de ir al cine de aquella manera), y daba por supuesto que hasta la siguiente semana, nada.

Viendo mi reticencia a hacer la charla, la directora y el sacerdote, me preguntaban cada media hora que con quién quería hacer la charla, que si no me gustaba mi directora que lo dijera, y me cambiarían, y yo por supuesto, ni mu, porque lo que no me gustaba era hacer la charla. Después de mucho insistir, ya cerca del verano, les dije que quería hacer la charla con una numeraria que no pertenecía al consejo local y me parecía más legal que las demás, aunque en realidad, son todas exactamente igual de falsas y traidoras.

Llegaba la hora de ir a hacer el semestre para incorporarse en septiembre al centro de estudios, y mi nueva directora espiritual me dijo que tenía que ir. Yo me negué en redondo, y después de mucho insistir, me convenció para que fuera sólo durante 25 días y lo considerara el curso anual. Así lo hice, y nada más llegar allí (era en mi propia ciudad, en un colegio de la Obra), le dije a la directora que me asignaron que era sólo para hacer el curso anual y que luego me iría. Todavía resuenan en mis oídos sus carcajadas (de ahí lo de falsas y traidoras), me dijeron que allí mandaban otras directoras y que yo haría lo que ellas me dijeran. Yo callé por fuera y me hice mi propio plan: todos los días, después de clase me iría a casa de mis padres y volvería a cenar y cuando acabara el semestre, regresaría a casa de mis padres. He de decir, que como estaba en la Obra, sólo a la espera de que llegara el próximo 19 de marzo, no tenía ningún problema en hacer lo que me diera la gana, ya que pensaba que si conseguía exasperarlas lo suficiente, podría tener la suerte de que me echaran (no la tuve).

Por aquel entonces siendo como ya he dicho, numeraria, fumaba (empecé el año anterior en venganza –tonta de mi- por lo de San José) y recuerdo un día, que volviendo al colegio para la cena, me crucé con la subdirectora del semestre que volvía en coche, no sé de dónde, con cuatro de mis compañeras, y me invitaron a subir, yo dije que no, que ya estaba cerca (acababa de tirar precipitadamente el cigarro y me iba a ser imposible deshacerme del olor), pero me insistieron y tuve que subir; recuerdo el silencio sepulcral y la pedazo de corrección fraterna que posteriormente me hicieron.

Cuando se acabó el semestre, me incorporé al centro de estudios, a pesar de mis planes, un poco por el dejarme llevar, pero yo seguí convencida de irme el siguiente 19 de Marzo (aunque a ratos pensaba en perseverar), y continué haciendo lo que me parecía bien.

La norma de la confesión semanal, la cumplía en los breves minutos que el sacerdote, se ponía en el confesionario antes de la Misa de todos los días, y el cura me insistía en que entrara algún día por la tarde, a lo que yo respondía que sí, que algún día pasaría, cosa que no hice jamás a pesar de que algún día me dejó incluso mensajes en recepción para que acudiera a confesarme.

Durante el tiempo que estuve en el centro de estudios, lo pasé realmente bien: por las mañanas, después del desayuno me ponía un pantalón de chandal (era el único pantalón que se permitía por entonces a las numerarias, si ibas a hacer deporte), y me iba a la universidad donde hice amigas y amigos con los que iba al cine, al futbol, jugaba a las cartas en la cafetería, etc. En más de una ocasión, compañeras del centro de estudios me vieron en la cafetería, recuerdo dos correcciones fraternas que me hizo la misma persona en días diferentes de la misma semana: las numerarias no deben fumar, no deben jugar a las cartas y mucho menos con chicos (yo alucinaba de que fuera lo único que me pasara después de hacer esas “tremendas” cosas).

Hay una cosa de la que estoy muy orgullosa durante mi paso por la Obra, y es que NUNCA llegué a hacer ninguna corrección fraterna. Aunque la idea original creo que es buena, la forma de hacerla me hacía pensar en el chivateo, y el espionaje gratuito.

Un buen día me dijeron que no me convenía la universidad, que me dedicara a ayudar en la administración, a lo que yo respondí que no, que si hacía falta (se agarraban a que mis padres no pagaban la manutención completa), trabajaría los fines de semana, y así lo hice durante un tiempo, recuerdo que en ocasiones me escapaba por el comedor, con el consiguiente escándalo de las pobres numerarias auxiliares, que eran muy jovencitas y flipaban en colores.

Aquel invierno pasé mucho frío, ya que me largaba del colegio mayor, en cuanto acababa el desayuno, tuviera o no tuviera a dónde ir y muchas veces pasé largos ratos sentada en un parque, y aterida de frío, pero contenta de pensar que yo y sólo yo, controlaba mi propia vida.

Con el paso del tiempo pienso que toda esa libertad que a mi me dejaron fue porque nunca se creyeron realmente que me iba a marchar de la Obra, y pensaron que ya me encarrilarían, pero el siguiente 19 de Marzo, me marché.

Los argumentos que utilizaban para que no me fuera eran que tomara ejemplo de un hermano mío que se había ido y ya ni siquiera iba a Misa los domingos (eso se lo conté yo), o que pensara en mis padres y el disgusto que les iba a dar (son supernumerarios), o que supiera que nunca iba a conseguir ser feliz, pero esta vez, nada me hizo cambiar de idea. El 18 de Marzo, abandoné el colegio mayor y hasta hoy.

Tengo que decir, que al irme del colegio mayor, estaba absolutamente convencida de que me iba en pecado mortal (por fumar y por dejar la Obra), por lo que no podía comulgar al ir a Misa y esto, lo creáis o no, me fue llevando poco a poco a dejar de practicar totalmente, pero estoy absolutamente convencida de que soy mucho mejor persona que entonces.

Sólo tengo que añadir que vivo con mi pareja (de hecho) y tengo tres niños a los que sí hemos bautizado, y que mis cuatro chicos, son lo mejor que me ha pasado en la vida.

Si hay alguien que esté esperando al 19 de Marzo para marcharse, que no espere ni un minuto más para empezar a gozar de su libertad, que en realidad, no pasa nada. ¿Qué te pueden hacer?, probad a haceros fuertes con la famosa frase de Escrivá: “Nunca pasa nada, y si pasa, ¿qué importa?, y si importa, ¿qué pasa?".

La libertad de que gocé en ese último año me fortaleció mentalmente para enfrentarme a la salida, es difícil volver a entregar la libertad una vez que se ha gozado de ella.

Para acabar, os contaré una anécdota: el colegio mayor donde viví, estaba situado justo enfrente de un parque al que acudían pandillas de chicos y chicas jóvenes, y a estos, no se les ocurrió otra cosa para escandalizarnos a las “opusinas” (así nos llamaban), que forrar el muro del colegio mayor de fotos de mujeres desnudas, os juro que es una de las veces que más y con más ganas me he reído, me pareció algo muy ingenioso, y consiguieron realmente su objetivo, el escándalo fue mayúsculo.

 

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