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OPUS DEI Y SEPARACIONES MATRIMONIALES

Enviado por atp el 12 de diciembre de 2003

 

Una vez más me atrevo a suscitar un tema que afecta especialmente a las supernumerarias.

Recientemente, al releer los escritos de Satur encontré dos referencias a cómo se vive una separación conyugal en la obra. En una ocasión aludía a la insensibilidad con que esta circunstancia se plantea y en otra, aludía elogiosamente a su cuñada que había afrontado una separación "sin histerias ni victimismos", es decir como debe de ser y en el opus dei, hacen imposible que sea.

Seguro que muchos, si no todos, tenéis experiencia de cómo se demoniza con rictus de desprecio, casi escupiendo, a los que se acusa sin el más elemental respeto por las causas que por íntimas, son sagradas, de que son "separados", juzgando a la ligera que se trata de personas egoístas o caprichosas.

En el entorno de los colegios no hay mayor estigma que "ser hijo de separados", incluso me consta fehacientemente que se ponen todos los medios para disuadir que unos padres en esta situación matriculen a sus hijos. Igual ocurre en otras iniciativas y actividades familiaristas (presuntamente).

Jamás se ejercita una comprensión operativa que facilite el proceso, protegiendo a los más débiles, la mujer y los hijos. Al contrario, a quienes se hallan en situaciones a veces límite, se les exhorta o coacciona a seguir juntos, no por nobles razones, sino simplemente para evitar la piedra de toque del opus dei que es "el escándalo".

En la concepción machista y patriarcal de la familia, el varón tiene, muy fuerte lo sé pero es cierto, "licencia para matar". Porque hay muchos modos de morir, víctima del aislamiento y las amenazas de un hombre fortalecido por la arbitrariedad "institucional".

En el opus dei hay mujeres absolutamente anuladas por maridos maltratadores que, eso sí, cumplen escrupulosamente las normas y son pródigos en la aportación.

Los psiquiatras "de casa" recetan fármacos para adormecer la frustración, anestesiar el desamor y amordazar las peticiones de ayuda pero muy raramente afrontan la problemática aconsejando una separación inevitable, colaborando para llevarla a cabo con el menor trauma posible.

Para separarse en el opus dei hay que estar dispuesto a convertirse en la comidilla de todos los fariseos, hay que asumir la marginación y la soledad.

Puede haber excepciones pero en general es así.

Seguro que muchos de vosotros habéis sido testigos de ese mohín de repulsión que con gesto intachable, cualquier improvisado juez dicta sentencia: "¡Bah... están separados!" .

Esta falta de caridad me parece especialmente sangrante y de una peligrosísima hipocresía. Porque fruto de este blanquear los sepulcros a cualquier precio, en el seno del opus dei hay maltratadores, abusadores y toda esa ralea de hombres jaleados en la idea obsoleta de que ellos son dueños de vidas y haciendas.

Abrigar la idea de separarse, ante una infelicidad límite, inocente e irreversible, para una supenumeraria es pedirle que coja una campanilla y se traslade con sus hijos, más inocentes aún, a la caverna alejada de los leprosos y los apestados.

Y a poco que se descuide ella será condenada de antemano como CULPABLE, Porque se rebeló, porque no supo dosificar el aguantaformo, porque exigió, ilimitada osadía contra los dictados del buen espíritu, una relación libre y limpia en legítimo plano de igualdad.

Y no es extraño que se la calumnie y acabe arrostrando la "letra escarlata".

Nunca es agradable una separación conyugal, pero si además cuando se hace necesaria, ¡imprescindible!, se culpabiliza, se obstaculiza con modos rastreros y ruines como aconsejar al marido un férreo control de la economía -nosotras también tenemos "cuenta de gastos" que nos limita y hasta incapacita, ya véis- y se profetizan todo tipo de amenazas, la supernumeraria corre el riesgo de rendirse y permanecer, para siempre, prisionera de los miedos que fomentan sabedores de su fragilidad, quiénes estaban obligados a ayudarla, a "liberarla" de una coyuntura cruel, en una cárcel mental de escrúpulos y temores y en el seno de un "hogar luminoso y alegre" dónde lo que brilla por su ausencia es el amor, la unión y la felicidad.

 

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