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¿Quien se va de la Obra pierde su Alma?

Por LT (Argentina)
21-4-2003

 

Tengo 33 años y fui numeraria del Opus Dei desde los 16 hasta los 23 años. Pensando con detenimiento, tengo recuerdos gratos especialmente los vinculados a las actividades que realizábamos con las “chicas de San Rafael” cosa que me alegraba la vida ya que me sacaba de la olla a presión que estaba condenada a vivir; también tengo lindos recuerdos de los momentos gratos como salidas al aire libre y las actividades deportivas que me llenaban la “vida” en aquellos años.

El resto son recuerdos que imagino en color gris, con olor a viejo y con voces de censura permanente. Dentro de esta película – gracias a DIOS pasada y pisada – surge claramente el recuerdo de la manipulación de mi conciencia ejercida por las Directoras y Sacerdotes del Opus Dei hacia mi persona.

A los 16 años yo estaba llena de ganas –sí “ganas”, esa palabra que el opus odia cuando se trata de replantearse la “vocación” pero que ama cuando es el gancho para atrapar gente a su organización– de hacer el bien por los demás, ganas de cambiar el mundo, ganas de trabajar por los más necesitados y ganas de amar a Dios a través de las actividades normales de la vida cotidiana.

Aterricé por primera vez -invitada por una amiga cuyos padres eran de la Obra- a fines de mayo de 1985. Recuerdo que me fascinó la “simpatía” con la que me recibieron, me gustó los chistes que el cura contó en la meditación y me atrapó el “buen ambiente” que se generó después de la meditación ya que cantamos y nos divertimos mucho. Con el tiempo me enteré que aquello había sido “planificado” ya que la puesta en escena tenía como objetivo “conquistarnos” tanto a mi como a mi amiga.

Siempre fui una mujer impulsiva y en aquellos años era toda una liebre. El entusiasmo de mi naturaleza adolescente me llevó a volver la semana siguiente pero esta vez dos días seguidos. Fui a la Meditación y a una Charla.

La tercer semana asistí también a una Visita a los Pobres, cosa que me encantaba verdaderamente. La cuarta semana, además de asistir a la Meditación y a la Charla, participé en una obra de teatro, disfrazada de árbol. Todo era espectacular!!!

Y al comenzar la quinta semana de haber conocido por primera vez en mi vida el Opus Dei y sin tener conciencia de nada más que de querer disfrutar la vida y de amar a Dios con alegría, la Directora de aquella Residencia me planteó muy seriamente lo siguiente:

“Tengo algo muy importante para decirte. Lo he estado 'viendo' en la Oración y lo he hablado con el padre Francisco: Tienes vocación para ser numeraria de la Obra.”

Yo, que seguía super entusiasmada y me creía Juana de Arco a punto de entrar en batalla le dije: Yo también creo que tengo Vocación !!!Me gusta venir a la Residencia y quiero servir a Jesús aquí!!!

Bueno, realmente creo que lo mío fue un record. Algo así como “amor a primera vista”. Y viéndolo a la distancia, no me arrepiento para nada de mi impulsividad y de mi buena predisposición. Realmente fui muy generosa!!

Fue así como “pité” según jerga de la organización, o sea que ingresé en el Opus Dei.

Luego de haber dado el “gran” paso, me explicaron bien los compromisos que ello implicaba y allí me enteré con certeza de que NO iba a poder seguir asistiendo a las Fiestas de baile con mis amigos y que no me iba a poder casar. Al mismo tiempo se me pidió expresamente NO decir nada de esto a mis padres ya que al no ser ellos de la Obra no entenderían esta decisión mía y seguramente “el demonio se aprovecharía de ellos para hacerme perder la 'vocación'.”

Estas consignas me chocaron pero el entusiasmo podía mucho más que la lógica y el sentido común.

A los dos meses de asistir a las charlas y de participar en la acelerada carrera por “formarme” un día le comenté a mi Directora que era el cumpleaños de mi mejor amiga y que no podía dejar de ir. Ella me dijo que NO fuera. Obviamente, siguiendo mi natural impulso, asistí y lo pase de maravillas. Fue entonces cuando me plantee internamente abandonar el Opus dei. Realmente aquello no era para mi.

Volví a la residencia al día siguiente para hablar con la Directora y le expresé mi deseo de abandonar el barco. Ella me dijo muy seria y enojada que NO podía hacer aquello. Dios me había dado la Vocación y yo no podía devolverle ese regalo con una bofetada. Que el camino que yo había elegido era de sacrificio y que era un privilegio –eso me gustó– que Dios le otorgaba a muy pocos. Yo era una de esas privilegiadas y además estaba en la Obra de Dios (Opus Dei) la única Institución de la Iglesia querida expresamente por Dios. Irme de la Obra era “tirar la vocación por la ventana” y si lo hacía sería muy difícil que me salvara. Acá la cosa ya se me puso castaño oscuro. El tema empezaba a ser más serio de lo que yo había pensado cuando actuaba de arbolito en la obra de teatro.

La conversación terminó con una arenga: No hagas como el joven rico que no quiso seguir al Señor. Dios te ha elegido a vos personalmente y quiere que le sigas. Estas palabras insuflaron nuevamente el coraje de esta “Juana de Arco” y me dije, no puedo decirle que NO a Dios. El me amó desde toda la eternidad. No puedo traicionarlo.

Y qué hice? Decidí continuar. Esta historia de idas y vueltas se repetiría constantemente durante los 7 años siguientes, cinco vividos allí dentro.

Con el tiempo mis planteos eran más incisivos, obvios y mordaces. Pero seguí adentro solamente por miedo a fallarle a Dios (al dios del opus).

Seguí en el Opus Dei durante esos años por Miedo a condenarme, por Miedo a no cumplir con la Voluntad de Dios que en el Opus Dei es lo mismo que permanecer allí dentro. Durante los 7 años, todas las Directoras me repitieron lo mismo. Los curas, ídem. No hubo ningún “mal entendido” -mis 7 años adentro lo testimonian- como aducen los del Opus cuando se les critica esta manipulación de conciencia.

Tapan mentiras con más mentiras. Recuerdo la cantidad de veces que oí decir que NUNCA se había ido un sacerdote de la Obra. Y luego me enteré que se han ido cientos... Lo mismo oí de las Numerarias Mayores. Y luego me entero que han ido miles...

Lo mejor de toda mi experiencia fueron dos cosas: Una, haber sido una mujer de agallas para entregarme a un ideal adolescente, para permanecer los 7 años allí y para irme (me hicieron la vida imposible para que no me fuera hasta que tuve que escaparme un domingo por la tarde) Dos, haber Re- Descubierto al verdadero Dios y la verdadera vocación cristiana, que es humana y que no tiene nada que ver con lo que predica, vive y hace el Opus Dei.

La arrogancia del Opus Dei le lleva a predecir quien se salvara y quien se condenará. Pobres... San Pablo no se animaba ni a juzgarse a si mismo y en el Opus “salvan o condenan” por doquier.

Quién se salvara? Quién se condenará?
Buena suerte, mala suerte, quién sabe?

Mi ímpetu, mi sinceridad de corazón y mis agallas siguen intactas.
Ahora, SI, para el Servicio de Dios Padre y Madre.

 

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