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Los tratamientos médicos en la Opus.- Ramón

Hola Orejas,
 
Quisiera hablar como médico en el "Affaire Polaino".  El asunto en sí mismo es  grave, y va más allá de lo que diga este Sr.  concreto, por eso es muy atinado el comentario de la web al final de la entrevista trascrita:
 
"Este psiquiatra es numerario del Opus Dei y las tácticas que ahora se hacen públicas para curar esa “enfermedad”, son las mismas que utiliza éste y otros psiquiatras de la Obra para “curar otras enfermedades": la crisis de vocación, querer marcharse de la Obra, la depresión como consecuencia del tipo de vida de los fieles de la prelatura, etc., de las que tantos testimonios tenemos, desgraciadamente, en la web. Y esas tácticas y técnicas y "terapias" deben ser desterradas. Y como la Obra no las va a desterrar sino que las alienta, que sean los Colegios Profesionales de Psiquiatría quienes tomen nota y los "enfermos" así tratados sepan que deben denunciarlo, porque es un delito.)"
 
Destaco en rojo lo que me parece preocupante de las manifestaciones del tal Polaino y de lo que sería más grave de la actuación de los médicos del opus en esos casos. Que conste que aquí es injusto generalizar, en la opus hay médicos de todo pelaje, me limito a las acusaciones de los testimonios de la web. No soy psiquiatra, pero nuestra profesión tiene un denominador ético y moral común, que en particular en la psiquiatría se debe respetar con exquisito cuidado, dado lo resbaladizo de su idiosincrasia. Un médico debe respetar varios principios, entre los que se encuentran:...
-     Beneficencia: es decir, hacer siempre el bien, y si hay que hacer daño que éste nunca sea mayor que el bien.
-     No maleficencia: no hacer daño, por principio, si no es por un bien superior.
-     Autonomía del paciente: como ser capaz de tomar decisiones sobre su propia salud.
-     Confidencialidad: la información pertenece al enfermo, a no ser que éste diga expresamente lo contrario. Acuedos tácitos, los menos. En         concreto, no vale que a un paciente "lo lleven" a una consulta, o dar sus datos a sus "superiores" o familia real o de obra.
 
De esto se derivan algunas conclusiones, sobre el ejercicio de la profesión, que en mi opinión es lo que chirría con el Sr. Polaino y otros médicos de la cosa:
  • Los médicos no opinamos profesionalmente sobre enfermedades, aplicamos el conocimiento. Se conoce con un cierto grado  de certeza, pero no se opina. Un médico debe decidir si un paciente está enfermo, basándose en los síntomas, y aplicando el conocimiento científico. Por ello
    • No puede aplicar sus criterios morales, éticos o religiosos. No puede opinar que alguien está enfermo porque su criterio moral se lo diga. Lo contrario es gravísimo, por varios motivos:
      • Diagnosticar una enfermedad implica la necesidad de curarla, lo que siempre tiene posibles efectos adversos. Si no existe tratamiento, el paciente también sufre.
      • El diagnóstico de enfermedad provoca una profunda ansiedad en el paciente, en particular si se trata de algo tan íntimo como la sexualidad.
      • Puede provocar una estigmatizacion social de efectos imprevisibles.
    • No se puede ir a dar una opinión puramente personal ante algo que tiene consecuencias legales y de todo tipo, sobre miles de ciudadanos, diciendo que están enfermos. Eso es gravísimo y falta a los mínimos éticos profesionales, no se trata de un premio de pintura abstracta.
     
  • El conocimiento científico se encuentra en los libros y publicaciones científicas, no vale sacarse conejos de la chistera:
    • En particular, la OMS (organización mundial de la salud) tiene una clasificación de las enfermedades psiquiátricas (DSM) de la que se excluyó la homosexualidad como enfermedad en 1973. Por tanto, no se puede opinar que es una enfermedad, sin más.
    • La mayor base de datos médicos existente (MedLine), tiene unos 15.000 artículos bajo con la palabra la homosexualidad. Sin uno revisa al menos unos cientos, no encuentra nada que hable de homesexualidad como enfermedad o tratamientos de la misma.
    • Si alguien tiene algún tipo de conocimiento nuevo, que contradice lo existente, lo debe publicar en las revistas y reuniones científicas, que para eso están,  y someterlo a crítica de otros profesionales.
    • Finalmente, si sigue con dudas, debe iniciar un estudio piloto, aprobado por el comité de ética de su hospital o colegio profesional. Lo contrario es experimentar con seres humanos, algo prohibido por las convenciones de derechos humanos, en particular el convenio de Helsinki.
    • Por tanto, no hay que ir al médico por tener falta de vocación, estar cansado, tener dudas, etc. NO SON ENFERMEDADES. Eso es lo que hacía Stalin con los disidentes.
  • Los tratamientos deben ser adecuados para las enfermedades. Si no, sólo hacen daño. Por tanto:
    • No se pueden tratar cosas que no son enfermedades. La falta de vocación no se puede tratar, y punto.
    • Sólo se pueden aplicar a las enfermedades para las que están indicados. Ejemplo: los antibióticos para la tuberculosis no se pueden usar para el acné. La terapia con electro shock está reconocida para ciertos casos de depresión severa, jamás para la homosexualidad.
    • Hay que aplicar los tratamientos adecuados a las enfermedades, no dar tratamientos subóptimos o no abarcar todos sus aspectos. Por tanto, no basta sólo con dar pastillas a un deprimido, hay otros condicionantes que pueden ser muy importantes en el diagnóstico y tratamiento, y que también deben abordarse como parte integral (p.ej. tipo de vida de la prelatura).
  • La enfermedad no tiene criterio moral, ni religioso: es y punto. No se puede introducir esas categorías en el diagnóstico o tratamiento, a no ser que el paciente así lo pida de forma expresa, y eso con pinzas: si yo sé que un paciente tiene una perocupación religiosa, debo encauzarlo al capellán, o dialogarlo con él, pero separándolo de su enfermedad en lo posible. De lo contrario, violentamos sus creencias, o aplicamos tratamientos y condicionantes no validados científicamente. En particular, dios no envía enfermedades, no las quiere, y  se curan o no independientemente de su voluntad.
El papel de los colegios de médicos (no hay colegio de psiquiatras) es controvertido:
  • No tienen un sistema establecido de control de los profesionales, y lo que prima es el corporativismo.
  • Si añadimos la fuerte implantación de la obra entre los médicos, o los sectores más conservadores entre los órganos de gobierno de los colegios, la cosa no tiene buena pinta. Por supuesto, esto es una opinión personal.
  • Sin embargo, si un paciente se dirige a un colegio profesional, éste no tendía más remedio que actuar o al menos tomar nota.
  • No esperemos que un colegio le "quite la licencia" a un médico. Eso es cosa de teleserie norteamericana.
Otra cosa es el control de las autoridades sanitarias sobre los médicos, que para eso están, y si no del juez o fiscal:
  • Todavía estamos en los albores de un sistema nacional de autorización y/o acreditación de hospitales o clínicas, por lo que difícilmente van a inspeccionarse de forma rutinaria. Pero si un paciente acude a una consejería de sanidad, ésta debe poner coto a prácticas irregulares.
  • Lo mismo tendrían que hacer el juez o fiscal, o al menos investigar.
Por tanto, la llave la tienen los pacientes, que si se consideran violentados:
a) Deben reclamar por escrito su historial clínico, íntegro .
b) Tienen derecho a presentarlo donde lo consideren oportuno.
 
En fin, sigue siendo un misterio cómo la obra (y el partido que lo llevó al congreso) no tiene alguien más presentable para sustentar sus afirmaciones.
 
Ramón



 

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