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VIVIR DESCONECTADO DE TODO, FUERA DE LA REALIDAD

QUIVI, 9 de noviembre de 2005

 


Querida Irache:


he leído tu escrito en la web y me ha recordado un montón de historias de mi propia familia, pero claro en mi caso vivido desde el otro lado. Yo pertenezco a una familia de 8 hermanos y me hice de la Obra con 16 años. A mi hermana pequeña la dejé en casa cuando ella tenía 6 años y yo entonces 18. No es que sea mi prima, es que en realidad nunca hemos convivido. Cuando me fui a Roma, estuve allí viviendo durante 8 años, mis hermanos se casaron, tuvieron hijos y yo solo les escribía cartas y desde luego no venía a verlos, solo los veía cuando ellos iban a Roma... algo que comprenderás que nos es fácil...

¿Tiene algo de extraño que me consideren ahora un extraño de mi familia? Aunque yo pelease por su recuerdo, ya he publicado en opuslibros lo que me sucedió con las fotos de mi familia que tenía en la habitación, realmente han sido durante años unos desconocidos y me he perdido todas esas cosas que componen la vida, simplemente no las he vivido y aunque no te das cuenta plenamente, en realidad estás viviendo desconectado de todo, como si vivieses a varios metros sobre el suelo, sin tocarlo y sin mancharte, o cómo si vivieses en otro planeta, donde todo es diferente. Esta es la imagen que han utilizado mis hermanos para describir mi situación y mi desconexión de todo lo que constituye la vida ordinaria (qué contradicción: en el sitio que afirma que ama la vida ordinaria, no se vive una vida ordinaria, claro, que en el paraíso de los trabajadores tampoco se trabajaba, como se descubrió cuando cayó el muro de Berlín... ¿será que la vida es irónica y nos toma el pelo?).

La primera vez que me eché a llorar después de muchos años, en realidad desde la infancia, momento clave en mi vida, porque significó un cambio de sensibilidad, estuvo relacionado con mi familia. Mi padre fue diagnosticado de cáncer y le operaron de urgencia al día siguiente, un 24 de diciembre. Yo me enteré ese día, estaba en Roma y me dijeron que no fuese a la operación, que de todos modos llegaría tarde. Yo me eché a llorar, no solo por lo que le sucedía a mi padre, sino por no poder ir a estar con él. Todo cambia cuando tu corazón se abre y aquello significó un cambio grande, cambio en mi educación, mil veces me he oído lo de que «los niños no lloran», cambio en que controlar los sentimientos es bueno: no, es malísimo, porque los sentimientos nos conectan con la vida, sin esa conexión eres capaz de vivir una utopía, fuera de la realidad... Cambio porque me di cuenta que estaba viviendo en una utopía donde todo era control, empezando por el de los propios sentimientos, el control más profundo de la persona: desmontarle su sensibilidad...

Dios, amar al mundo, no es esa utopía que nos presentan, es lo que llevamos en las entrañas, es lo más real que existe, y que está pegado a la tierra, y nuestro corazón y nuestra sensibilidad están hechos para descubrirlo... ser hombre es amar la vida, amar a nuestra familia... amar la sensibilidad de nuestras entrañas. Es un difícil aprendizaje volver a aprender lo básico, a llorar, a sentir, a tener sentimientos... porque se pierden. ¡Qué razón tiene Abeldiaz cuando dice que «nuestros sentidos pierden agudeza, se hacen "menos sensibles"»! Hay que volver a aprender lo que nos gusta, si se prefiere cerveza o vino, o dorada en vez de merluza... hay que volver a aprenderlo, porque se ha olvidado hasta lo más básico.

Lo siento querida Irache, porque no se si te aporta algo lo que escribo, hay cosas que no se entienden, pero que son así, solo queda darse cuenta, cambiar, volver a ilusionarse con la vida y, eso si, dejarse llevar por el propio corazón, que esa es la guía correcta.


 

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