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 Tus escritos: Otra ronda de rejalgar. Respuesta a Consuelo.- Dionisio

040. Después de marcharse
Dionisio :

Querida María Consuelo:

 

Tras leer tu escrito no pude dormir. No es retórica. Es literal. De verdad, mujer, me dejaste hecho polvo. No sé si tu historia es cierta, ya ha habido otros que han venido a tomarnos el pelo, pero me da igual, pues al final lo que te diga, si no te sirve a ti, le servirá a alguien más.

 

Yo pienso que un día de estos Dios se va a hartar y cuando despertemos  vamos a leer escrito en el cielo con grandes letras un mensaje similar a este: “¿Por qué no me dejáis en paz?” Y es que me parece a mí que no paramos de meter a Dios en cosas en las que seguramente no está nada interesado. Como si Dios fuera tan mezquino, como nosotros somos, que dependiendo del humor de cada momento, unas veces se enfada y nos castiga, y otras veces le hacemos gracia y nos premia...



Me acuerdo ahora de aquel cura numerario, -tan genial, tan extraordinario-, que hizo que los numerarios de su centro pidieran que ya no les predicara más. Este buen cura, entre sus brillantes ideas pastorales tenía una que repetía con frecuencia y venía a decir lo siguiente: “Así como el agua hierve a 100 grados y no a 99, igualmente Dios no nos escucha hasta que no hemos completado nuestra cuota de oración y mortificación. No basta con encomendar mucho, hay que continuar hasta completar la cuota, porque de lo contrario no sirve para nada, como lo del agua, no hierve.”  Para mí siempre fue una evidencia de la bondadosa paciencia de Dios, que cuando este curita predicaba, no saliera una voz del sagrario diciendo: “¿Por qué no te callas?” Como lo de Juan Carlos con Chávez, pero con la diferencia lógica que el Rey no tiene la paciencia que tiene Dios.

 

Cuando estaba en el lado oscuro recuerdo que en la sección femenina circulaba el cuento siguiente: Una chica de San Rafael escuchó atentamente en el círculo lo que le dijeron sobre el custodio, alias, ángel de la guarda. Cuando regresaba a su casa ya era tarde, noche cerrada, sin embargo, cometió la imprudencia de atravesar por un parque, que le representaba un ahorro considerable de tiempo. Craso error. Tuvo miedo, pero se acordó de encomendarse al custodio. De entre las sombras saltó repentinamente un individuo de aspecto repulsivo y avanzó hacia ella con intenciones poco amistosas. Ella quedó paralizada de terror. Cuando el fulano estaba a punto de abalanzarse sobre ella, repentinamente se paró y con el rostro demudado de terror emprendió la huída. La jovencita llegó a salvo a su casa. Pocos días después vio el rostro de su atacante en las noticias acusado de ser un peligroso violador que atacaba en aquel parque que ella cruzó. Había sido detenido por la policía y se llamaba a las víctimas a acudir a identificarlo. A pesar del miedo, quiso preguntarle a ese fulano la razón de su huida aquella noche. Ese malvado violador dijo que no la atacó porque vio que la acompañaba un hombre joven y fuerte. Tachaaaaaaan. Adivinen quién. EL CUSTODIO. Puede que sea yo un descreído, pero como pudo ser ese custodio tan cabrón que dejara desprotegidas a las otras chicas que fueron violadas. Yo no habría hecho eso y no soy un ángel. ¿Cómo es posible que Dios no instruya a sus ángeles más eficientemente para que ya no haya más chicas violadas? ¿Qué trabajo le costaría?

 

Parece que me ido del tema, pero no. Veamos. Si las cosas que te han pasado son un castigo divino por haber dejado esa supuesta vocación, entonces los que no dejan la vocación no deberían tener ningún castigo, sino más bien muchos premios. ¿De acuerdo? A no ser que pensemos que Dios no es justo y eso es una herejía muy herética.

 

Entonces, querida María del Consuelo, ¿cómo se explica que a la gente que no abandona la vocación le pasen las mismas cosas? Yo conozco supernumerarias cuyos maridos tienen otras mujeres, andan en alcohol y drogas. También conozco supernumerarios cuyas mujeres hacen lo recíproco. Conozco gente fiel a la vocación cuyos hijos andan en drogas, otros se suicidan. Gente fiel a la vocación (en lo sucesivo gfalv) que se arruinan y viven la vergüenza de no tener ni para alimentar a sus hijos. Gfalv que los secuestran. Gfalv cuyos hijos mueren en accidentes, se ahogan en piscinas, o aparecen muertos en la cuna. Gfalv que les da cáncer, infartos, sida, insuficiencia renal, derrame cerebral, etc. Gfalv que sufren injustamente cárcel y difamación. Gfalv que son estériles. Gfalv que tienen hijos con problemas graves y crónicos en su salud o en su desarrollo. Entre los numerarios también hay gfalv que les pasa de todo: que les diagnostican mal y se acaban muriendo prematuramente con una agonía tremenda; que se ahogan en una excursión de un curso anual, que se caen por una montaña y no les queda un hueso sano; que les asaltan; que sus padres mueren abandonados; que su vida se vuelve una tortura… en fin, de todo. Todo lo que te menciono son casos reales, que conocí con sus nombres y apellidos, no me lo contaron, lo viví en directo.

 

¿Te das cuenta, María del Consuelo, que estas cosas no pasan o dejan de pasar porque uno sea del opus o se vaya? Cuando yo todavía estaba en el lado oscuro y daba charlas a la gente que entraba, les advertía que ser del opus no era una vacuna contra desgracias, que nadie se podía asombrar de que le pasaran esas cosas que la gente acostumbra a llamar malas, con razón o sin ella. Las penalidades de tu vida no tienen nada que ver con eso, porque si no los de dentro vivirían en wonderland y no es así. Conocí a un supernumerario que cuando su mujer murió en un accidente dejó el opus. No entendía que Dios le hubiera hecho semejante charranada.

 

Mientras tanto, tú y todos los demás, deberíamos dejar de atribuir a Dios las cosas malas que suceden. Pobrecito, ¿qué culpa tiene Él? De lo contrario, nos metemos en unos enredos laberínticos, tratando de explicar lo inexplicable. Lo malo que le pasa a uno es un castigo por pecador, pero eso mismo le pasa a otro y es una bendición. Toma. Dependiendo de si al moralista le caes bien o le caes mal. Si tu hija está en drogas, toma tu merecido porque dejar el lado oscuro. En cambio, la supernumeraria supermillonaria que sufre el mismo dolor será confortada con el pensamiento de que Dios la bendice con la cruz y que al final todo es para bien aunque ahora no lo entienda. Todo depende del moralista. Si una hija está enganchada con las drogas echadle la culpa a los narcos, a los amigos, al gobierno, a los colegios, a vosotros mismos, pero no a Dios. Que Dios no es un monstruo vengativo, que no es rencoroso, que no es un contador.

 

Lo mismo sucede con las cosas buenas. ¡Qué afán por atribuirle a Dios todo lo bueno que pueda pasar! Es otra forma, aunque parecida a la anterior, de enredar nuestra relación con Dios, para manejar su inefable voluntad según los intereses del moralista de turno. “¿Por qué no me dejáis en paz?”  Sin embargo, ya me he extendido demasiado y no quiero abusar de los lectores corriendo el peligro de rajalgarear (nuevo vocablo) esta lectura.

 

María del Consuelo, tienes el mismo bello nombre que una hermana de mi madre, espero que tu vida mejore y que yo pueda dormir esta noche.

 

Saludos cariñosos a todos, desde el Areópago y sin rejalgar.

 

Dionisio




Publicado el Wednesday, 20 February 2008



 
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