Qué impresionante, M.M., tu escrito (23/4). Me has dejado helado con tu relato. Me has conmovido hasta los huesos. Yo también me sentí ultrajado en muchas "charlas fraternas". Yo oí de boca del actual prelado eso de que "debéis contar todo, absolutamente todo. Incluso eso que pensáis que no tiene importancia alguna, eso mismo debéis contar lo primero".

Eso de tener que desnudar tu conciencia con alguien impuesto, que desagradable que es. Hubo un verano en el que tuve que hablar hasta con cinco personas distintas. Abrirles toda el alma, contar mi historia. El director de mi centro, el sacerdote del centro, el vicario de la delegación, el defensor de la región. Todos en menos de un mes. Y claro, entre ellos fluía la información acerca de lo que yo hablaba, sin mi consentimiento.

Y al año siguiente: el que llevaba mi charla, el sacerdote del centro, luego el director del curso anual, luego otro asignado, y luego otra vez el director del centro. Esto en 5 semanas. Y en estos casos no es que yo por propia iniciativa fuera a buscarlos para platicar con ellos, sino en todos los casos eran ellos los que me buscaban "por oficio". De esas veces que tenías que inhalar en una respiración profunda, tomar fuerzas, ponerte en manos de Dios, ofrecerle esa humillación y desnudez, y a abrir la boca, sin quedarte con nada...

Chanoc