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 Tus escritos: EL OPUS DEI, ENFERMO DE GRAVEDAD.- La del jersey rojo

010. Testimonios
La del jersey rojo :

Ya lo advirtió su santo fundador: “El día que vivamos como extraños o indiferentes, habremos matado el Opus Dei”.

 

Y… CADA UNO A SU NIDO!

 

Porque eso de que “El Opus Dei es el mejor sitio para vivir y el mejor sitio para morir”, ya no se lo cree ni el tato!...



Que se lo digan a ellos, que cada cual va buscando cómo acomodarse en un rincón, siguiendo su inclinación natural de encontrarse en su hogar, que no en su centro.

 

Vivir en un centro es lo más frío y despiadado que he encontrado para cobijarme. Como un centro médico, un centro de acogida…

 

Los centros de la Prelatura, tan limpios, tan nuevos, tan ordenados, más parecen la superficie de una fábrica de muebles que un hogar. Sus repisas, las de un comercio de objetos religiosos: tanto cura, tanto Papa, tanta medalla enmarcada, tanto tríptico, tanta reliquia! Toda persona necesita rodearse de sus cosas queridas, de sus cosas personales.

 

Y ese hogar, lo tiene que compartir con “su gente”. Su gente querida, su gente elegida, su gente propia. Para espías y delatores, ya los encontramos en las películas de Nazis, y el KGB. En nuestra convivencia nos gusta reír a cualquier hora, y abrazarnos, y tumbarnos en el sofá.

 

Recuerdo la impresión que me produjo la primera vez que oí en un círculo, (el tema era algo así como “naturalidad y confianza” en la vida de familia), cuando dijo aquella directora que “en casa, hay que andar en zapatillas”. Desgraciadamente, era una metáfora, pero cargada de cinismo, claro. Hubiera tardado poco en llegar la hermana de turno, para meterte en una rancia salita y decirte que ese no es nuestro tono, y recordarte la pregunta del examen semanal: “¿Hay algo molesto, chocante o extraño que desdiga del cargo y posición que ocupo?”.

 

Y claro, así estamos, cada uno a su nido…

 

Entonces, ¿Quién queda en los centros?

 

Pues en los centros, quedan cuatro gatos, que son:

 

Un director robot, que ejecuta órdenes sin discernimiento.

 

Un residente joven, idealista y generoso, que aguanta todo por amor a Dios, y que como todavía no ha dado señales de pensar por sí mismo, no ha empezado a ser “apaleao”.

 

Un cura: fanatizado o empastillado, de tanto amortajar su conciencia.

 

Un “sintecho”, que se ha “quedado”, porque no tiene donde ir. Su pellejo está dentro, pero su corazón fuera. Intenta respirar un poco, incumpliendo la normativa en cuanto puede, para no morir de asfixia. Vive su vida, no se amolda a nada, y los directores le dejan, porque no pueden con él. Probablemente, dejó toda su juventud en una entrega desenfrenada al proselitismo salvaje y a acatar órdenes de arriba. Ahora ya no es útil. Está triste y desencantado, e intenta sobrevivir, buscándose “compensaciones”, le dirán los directores; y es que, no tiene un nido para ir… Cuando echa la vista atrás, se ve identificado con ese joven idealista, que aún sobrevive entusiasmado dentro de la institución.

 

Así están los centros. Así están los “hogares luminosos y alegres” con que todos soñamos.

 

Y es que cada uno se busca su nido.

 

Gracias a Dios, nos fuimos!

 

La del jersey rojo


Publicado el Friday, 31 October 2008



 
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