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 Correos: Sintiendo con mis sentidos (II).- Books

010. Testimonios
books :

Dice Eugene O'Neill que creer en el sentido común es la primera falta de sentido común. Pero digo yo, que entonces él cree que el sentido común existe.

Cuando en invierno paseo por alguno de los pueblos blancos de mi Andalucía aspiro con ganas el aire lleno del aroma de la hierba y del humo de las chimeneas. Disfruto oliendo un perfume o una flor. Y en Sevilla en primavera me explota en la cara el olor a azahar. Sí, en aquellos tiempos también había naranjos en mi tierra, pero a mí me olían diferente...



¡Qué distinta me sabe una cerveza! Sin prisas, sin horarios, cualquier día, disfrutando con algún amigo. Espasito, saboreándola y llenándome los labios de espuma.

Al escuchar la música, las canciones me dicen algo. Me hacen sentir y soñar. Cuando beso toco las mejillas. Cuando abrazo, mis manos tocan y mis brazos aprietan  a los que quiero. Ahora beso y  abrazo a los míos. Antes no, porque no había amistad ni lazos de sangre, todo era excesivamente o interesadamente espiritual, o mejor, todo era demasiado falso.

Lo que cuento no es una historia novelada, es algo real que me ocurre cada día aunque no sea consciente de ello, porque es algo natural, que sale solo como el respirar.

A veces sí que me paro a pensarlo. Es entonces cuando me entran ganas de escribirlo, aunque no me podía decidir a hacerlo ya que me parecía dificil de expresar.

Cuando recuperé mi yo, no solo recuperé mi conciencia, mi corazón, mi voluntad. Recuperé todos mis sentidos. El hombre es espíritu y materia. Aquella mujer que fue engullida por aquella máquina que transformó su cuerpo y su alma, un día dijo "basta" y fue al letargo a buscar el cuerpo que le dieron sus padres y el alma que Dios le dio. Y volvió a ser aquella mujer que creó Dios, con su capacidad de amar. Una mujer capaz de decir no, y que dejó de devanarse  los sesos "buscando el sentido sobrenatural".

Decía alguien, del que no recuerdo su nombre, que el sentido común es el instinto de la verdad.

Lo negativo de todo ésto, según yo, positivo según otros, es que también recuperé unos kilos, materia grasa pura, que no soy capaz de perder. Pero en fin no lo veo motivo suficiente para volver a pedir la admisión. Tendré que hacer la dieta de la alcachofa o la de la sandía, o leerme un libro magnífico escrito por una amiga mía que se llama "adelgaza como quieras", así no tendré que dejar esas frías y maravillosas cervecitas, y menos ahora con esta  caló.

Y empiezo a contaros algo con toítos mis sentíos. Sí, estoy harta de estar harta de tanta tontería. Me refiero a esa entrevista que le hicieron a no sé qué directora, de no sé qué colegio.

Y no estoy diciendo que dijera tonterías, que esta chica debe de ser la mar de inteligente, o mu lista. Y digo que estoy harta de que inventen argumentos, cuando lo único que les importa es la separación de los cinco mil kilómetros, tanto dentro como fuera de la obra. Pero claro, eso de que yo esté harta, a ellos no les importa un pedo de  violinsta.

En fin, cada vez veo menos, porque estoy en una habitación muy fresquita pero también muy oscurita, y ya no veo ni las teclas. Es que con cuarenta grados, mejor no subir las persianas hasta las diez de la noche, y ni asín. ¡Bendita tierra! ¡Pero vaya siestazo! que no sé por qué dicen los médicos que no más de media hora...

books.

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Publicado el Friday, 19 June 2009



 
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