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 Tus escritos: Más diferencias entre el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.- Josef Knecht

125. Iglesia y Opus Dei
Josef_Knecht :

Más diferencias entre el Opus Dei y los Legionarios de Cristo

Josef Knecht, 17 de mayo de 2010

 

 

He leído con sumo interés las recientes aportaciones de Heraldo y Castalio, ambas del 14.05.2010, en que complementan con datos importantes mi escrito del 5.05.2010. De ellos he aprendido bastantes novedades. Por ejemplo, no sabía lo mucho que Marcial Maciel se inspiró del Opus Dei para configurar su fundación en aspectos concretos y funcionales y también en el plano de la espiritualidad; tampoco sabía que los numerarios mexicanos distinguen dos tipos de “rivales” del Opus: los de siempre (jesuitas) y los de ahora (legionarios de Cristo); esta distinción me ha hecho mucha gracia. Agradezco, pues, a Heraldo y Castalio su información y sus reflexiones.

 

Por eso me gustaría debatir con ellos y con los demás usuarios de Opuslibros una duda que me ronda por la cabeza en estos días...



Por supuesto que me agradaría sobremanera que el papa Benedicto XVI abordara el problema del Opus Dei con la misma contundencia con que lo ha hecho con la Legión de Cristo. Heraldo, Castalio y yo opinamos que la Iglesia necesita una urgente reforma que la limpie de sus “estructuras de pecado”, para lo que es necesario, entre otras cosas, que la Santa Sede investigue a fondo la vida interna de la Obra. Pero me asalta la duda acerca de si lo va a hacer efectivamente en los próximos meses, años o no lo va a hacer nunca. Mi duda se apoya en dos bases.

 

En primer lugar, hay que reconocer que el desenmascaramiento de la “versión oficial” de los Legionarios ha sido algo traumático para la Iglesia católica y para la opinión pública mundial. De ahí que, desde el punto de vista de quienes gobiernan la Iglesia, no sea prudente suscitar, pasado poco tiempo, otra ocasión de enorme malestar y disgusto; tal vez sería más sensato esperar estratégicamente varios años para que, apaciguados los ánimos por el caso Maciel, se aborde la delicada cuestión del Opus. Un refrán recuerda que, en el plano estratégico, “lo mejor es el peor enemigo de lo bueno”.

 

En segundo lugar, mi duda se sustenta en otro argumento, de mayor peso, que voy a exponer con calma a continuación. Muchas veces he criticado, en mis aportaciones aparecidas en Opuslibros, las falsedades de la “versión oficial” del Opus Dei, que no se corresponde con la realidad de su vida interna. Ahora bien, conviene no perder de vista que, nos guste o nos disguste, la Santa Sede forma parte casi esencial de la “versión oficial” del Opus. Me refiero a importantes elementos de esa “versión oficial” como son los siguientes, en los que la Santa Sede ha sido la protagonista o co-protagonista más destacada:

 

a) La transformación (1982) del Opus Dei de instituto secular en prelatura personal, como uno de los aspectos de la aplicación del concilio Vaticano II, que creó esa nueva figura jurídica. Además, con motivo del 25º aniversario de la erección del Opus Dei como prelatura personal, el Opus organizó en Roma y en Madrid dos congresos conmemorativos, a los que acudieron destacados monseñores de la Santa Sede.

 

b) La beatificación (1992) y canonización (2002) del fundador del Opus, san Josemaría Escrivá.

 

c) El hecho de que el periodista Joaquín Navarro Valls, numerario del Opus, fuera el portavoz del papa Juan Pablo II durante veinte años.

 

d) El nombramiento, hecho por Juan Pablo II, de Juan Luis Cipriani (2001) y Julián Herranz (2003) como cardenales.

 

e) El nombramiento, durante los últimos decenios, de muchos sacerdotes de la prelatura del Opus Dei como obispos diocesanos en varios países de América y Europa. Además, sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz también han sido nombrados obispos.

 

f) El hecho de que los dos primeros prelados del Opus Dei, Álvaro del Portillo y Javier Echevarría, hayan sido ordenados obispos. Según el Derecho Canónico, no es prescriptivo ni obligatorio que un prelado personal sea obispo, pues, para ejercer ese cargo, basta con ser presbítero de la prelatura (Álvaro del Portillo fue presbítero durante seis o siete años al frente de la nueva prelatura personal del Opus Dei antes de que fuera ordenado obispo); por tanto, el haber elevado al episcopado a Álvaro del Portillo, obispo titular de Vita, y a Javier Echevarría, obispo titular de Cilibia, supone por parte de la Santa Sede una deferencia con esas dos personas y con la institución de la que son prelados.

 

g) La apertura de varios procesos de beatificación de distintos miembros fallecidos del Opus, entre ellos, Álvaro del Portillo.

 

h) La concesión al cardenal Joseph Ratzinger, actual papa Benedicto XVI desde abril de 2005, del doctorado honoris causa por la Universidad de Navarra (Pamplona) en enero de 1998. Además, esa Universidad y la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) han otorgado el doctorado honoris causa a otros cardenales de la Iglesia.

 

i) La apertura del proceso de beatificación del papa Juan Pablo II, bajo cuyo pontificado (1978-2005) y autorización se llevó a cabo casi todo lo enunciado en los puntos anteriores. Recordemos la emocionante escena de Juan Pablo II rezando ante el cadáver de Álvaro del Portillo en la iglesia prelaticia del Opus Dei (Villa Tevere): algo insólito en la historia del papado.

 

A tenor de la retahíla expuesta en el párrafo anterior, si comparamos el Opus Dei con los Legionarios de Cristo, observaremos enseguida que el grado de madurez institucional y, lo que es más importante para mi argumentación, el nivel de compenetración orgánica entre el Opus Dei y la Santa Sede son mucho más profundos que el grado y el nivel alcanzados por los Legionarios de Cristo, bastante más atrasados en su vinculación orgánica con la Santa Sede. Este retraso o inmadurez institucional ha favorecido que el papa Benedicto XVI haya “tirado de la manta” con total rotundidad y haya puesto al descubierto las falacias de la “versión oficial” de la Legión de Cristo.

 

Mi duda es, por tanto, la siguiente: ¿se atreverá el actual papa a “tirar de la manta” del Opus? ¿No llevaría esto el riesgo de que la Santa Sede también se “tirara piedras sobre su propio tejado” o incluso se hiciera el harakiri? Un papa siempre podrá corregir errores concretos del Opus y “darle un tirón de orejas”, pero desmantelar por completo las falacias de su versión oficial es mucho más difícil, por no decir imposible. En los años en que Álvaro del Portillo estuvo al frente del Opus Dei (1975-1994), consiguió con sus maniobras en el Vaticano que la Obra se situara muy bien en la curia romana y que la Santa Sede estuviera “atada y bien atada” a los intereses del Opus, el cual ejerció en aquellos años y aún continúa ejerciendo hoy, a modo de “grupo de presión” o “lobby”, un cierto control de la política vaticana. Para poder “tirar de la manta”, es necesario tener manos libres y brazos fuertes, y, si no falla mi capacidad de observación, la Santa Sede está bastante “maniatada” a los intereses creados por el Opus Dei, no así a los de la Legión de Cristo.

 

La política de Benedicto XVI está siendo ejemplar, llena de celo pastoral. Cuando ha sacado a la luz pública trapos sucios de la Iglesia (el caso Maciel y el de sacerdotes o religiosos pedófilos), no lo ha hecho con intención de escandalizar. El escándalo es incitar a otros a pecar; en cambio, el papa quiere enseñarnos que, aireando –y no encubriendo– los pecados, se desinfecta lo podrido, se purifica lo infectado, y se hace así la debida penitencia para no incurrir otra vez en ese mismo pecado, que, en caso de dejarlo encubierto, seguiría irradiando su infección. Por tanto, esta línea de actuación se podría y, en mi opinión, se debería aplicar también tirando de la manta del Opus Dei. Pero una cosa es la teoría químicamente pura y otra las posibilidades prácticas o pragmáticas. En teoría, debería prevalecer siempre la justicia, pero en la práctica los seres humanos nos dejamos llevar a menudo por la conveniencia momentánea: la Santa Sede también, máxime cuando está maniatada.

 

Si la Iglesia quisiera purificarse de veras y a fondo, debería tener la valentía de “tirar de la manta” del Opus Dei, pero dudo que lo haga: ¡ojalá me equivoque! Y digo “¡ojalá me equivoque!” porque también cabría la remota posibilidad de que, por seguir encubriendo las falsedades de la versión oficial de la Obra, la Santa Sede acabara, a la larga (la vida da muchas vueltas), seriamente perjudicada, y esto no sería deseable para ella y para nadie. Sí, estamos aquí ante un dilema o alternativa de difícil solución.

 

Josef Knecht




Publicado el Monday, 17 May 2010



 
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