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 Tus escritos: No tomarás el nombre de Dios en vano.- Dagarondel

010. Testimonios
dagarondel :

Un amigo del colegio me invitó a una meditación en un club de la obra hace muchos años, cuando éramos chavales. Mi madre, católica convencida que iba muchos días a misa entre semana y rezaba el rosario en familia, había preparado el terreno, porque quería una buena formación para sus hijos. Llamamos al timbre del centro y nos abrió la puerta un tipo que conocía a mi amigo y que nos dijo que nos diéramos prisa en entrar al oratorio, porque la meditación ya había comenzado. Me dijeron que sin hacer ruido, estaba oscuro y solo había una luz en una mesita situada a un lado del altar, que iluminaba de forma un tanto fantasmagórica al que hablaba que parecía un sacerdote y a los asistentes que se mantenían como en estado como de trance. Lo cierto es que pensé que se trataba de una especie de extraña secta. Cuando pude recobrar la calma, y escuchar lo que decía el cura, la verdad es que la música me sonó bien, y pensé que me convenía para mi alma, de modo que a la semana siguiente decidí volver, y así cada semana.  Hoy día, como antaño,  sigo pensando que las meditaciones son lo mejor que da la obra, y agradezco la formación y enseñanzas en ellas recibida. También le agradezco a la obra el haber continuado la labor de mi madre al enseñarme a rezar...



Un buen día me invitaron a ver una película del padre y la verdad es que no acertaba a comprender tanto alboroto. Había para mí, una clara asintonía o disonancia, entre lo que había estado oyendo en las meditaciones en un centro de universitarios mas bien de clase alta, con su rigor intelectual y doctrinal, y aquel cura de aspecto un tanto pueblerino, haciendo chascarrillos ante un público embelesado. Nunca he comprendido el arrobo de la gente por el padre, quizás la psicología de masas y las teorías sobre los líderes carismáticos lo expliquen, y que hablaba en nombre nada menos que de Dios.

 

Más tarde me invitaban a círculos y a ellos me siguen invitando. Lo cierto es que fui y me parecían una meditación seglar descafeinada, sin tanto rigor intelectual ni doctrinal como las meditaciones. Pero por no desairar a mis amigos y al numerario que me invitaba asistía intermitentemente a estas charlas.

 

Un supernumerario amigo de mi amigo, con el que habíamos ido fines de semana de excursión, se estaba poniendo muy insistente,  me llamaba a casa y se permitía preguntarme por detalles íntimos de mi vida sin mucho recato. Esto a mi me parecía ineducado, así es que pensé que no tenia yo que ser tan correcto, y sentirme obligado a aceptar sus invitaciones y a contestar a sus preguntas y atender a sus requerimientos. Luego pude ver que esta es una forma corriente de comportarse de los miembros de la obra, que no se recatan a la hora de meterse en la vida de uno, porque al actuar en nombre de Dios, las reglas generales de cortesía y educación no rigen para ellos en este sentido. Se le puede llamar santa desvergüenza, pero para mi tiene mucho de grosería y de exceso. El trato humano, fuera del ámbito laboral o de subordinación, exige correspondencia. Una parte no puede situarse de entrada en una posición superior, en la que le esta permitido interpelar a la otra sin que esta pueda hacer lo mismo y sin que medie una autentica y desinteresada amistad. La amistad tiene que ser desinteresada y correspondida, no puede ni siquiera estar mediatizada por el interés de acercar a las almas al bien, porque entonces no es amistad sino otra cosa, mas bien sería predica o enseñanza, y la relación que se establece es la del que enseña o predica, respecto del que sabe menos y aprende, alumno o peligres.

 

Más adelante pude ver presiones psicológicas para hacerse de la obra por parte de sus miembros, que bien podrían calificarse de abuso y de coacción moral, sobretodo en menores de edad. Eran presiones coordinadas y perfectamente diseñadas que apelaban a la voluntad de Dios, llegándose a decir que si no te hacías de la obra negabas a Dios, le dabas la espalda y te jugabas la vida eterna. Se hablaba incluso de provocar una crisis de vocación y se utilizan medios tales como poner al candidato en un medio ambiente aislado y con un bombardeo continuo que no deja escapatoria, utilizando viajes a Roma, convivencias, actividades, etc. He visto como se aísla al aspirante de cualquier influencia que pudiera torcer su incipiente vocación, aconsejando que no se tenga ningún contacto con personas que puedan ser algo críticas.

 

Pude ver también como se presionaba y vilipendiaba a gente buena que pretendía dejar la obra, diciendo que estaba loca o que lo hacía porque se había liado con alguien, sin que fuera verdad, y como se iban con lo puesto y con graves carencias afectivas, negándoseles prácticamente la salvación eterna.

 

Una de las cosas que me impresionó fue la respuesta de un sacerdote de la obra al que conocía hacía años. La pregunta muchas veces reiterada era porque se permitía a un menor hacerse de la obra con el subterfugio de que se trataba de un aspirante. La respuesta final fue que si no los cogemos antes de que se interesen demasiado por las chicas no los cogemos.

 

También recuerdo vivamente a un numerario que me llamó para charlar y que después de decirme que a su edad ya estaba bien donde estaba, se aseguró de que yo no hablaría  con un familiar que acababa de decirnos, que a sus dieciocho años se iba de casa para hacerse numerario y vivir en un club de la obra. Pero lo cierto era que sabíamos que hacia años que hacia vida como miembro de la obra en calidad de aspirante, a pesar de que sus padres y él mismo lo ocultaron hasta muy pocos días antes de partir. Yo pensaba que muy cogida con alfileres debía ser la vocación, si así se protegía de cualquier opinión que pudiera contrastarla. Nunca sabré si hice bien o mal, pero lo cierto es que no hablé con el joven sobre temas de vocación a la obra. Con el paso del tiempo pienso que quizás tenía que haberle dado consejo, aún a riesgo de la paz familiar.

 

El pecado central estriba en mi opinión en tomar el nombre de Dios en vano, el primer mandamiento de la Ley de Dios. Ahora entiendo su significado, de pequeño no lo acababa de comprender y pensaba que era simplemente nombrar a Dios sin necesidad. No tomarás el nombre de Dios en vano, significa que no puedes hablar en su nombre, puedes hablar de Él, pero no puedes hablar por Él. Jamás se puede decir a otro que Dios quiere que se haga de la obra. Ni siquiera siendo un religioso o un sacerdote y teniendo gracia de estado especial. La gracia de estado lo es para la perseverancia y hasta para la vocación de apostolado, pero no para decir los demás que Dios quiere que se hagan de la obra, que se condenaran si no se hacen o que no se salvarán si se van. Eso es mucho decir, Dios juzgará a cada cual al final de sus días y mientras tanto nosotros no debemos hacerlo. El hacerse de la obra debe venir de dentro del candidato, que ve un ejemplo que quiere seguir, y no de fuera, haciéndose realidad lo de llamar a la puerta varias veces.

 

Dagarondel 




Publicado el Friday, 15 October 2010



 
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