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 Correos: Relaciones entre Ratzinger y el Vicario General.- Josef Knecht

125. Iglesia y Opus Dei
Josef_Knecht :

Me han interesado mucho las anotaciones de Jalifer (12.08.2011) acerca de las relaciones intelectuales y teológicas entre Joseph Ratzinger y el actual Vicario General del Opus Dei. Vaya de entrada mi agradecimiento por su aportación, realizada en plenas vacaciones veraniegas. Quisiera hacer al respecto cuatro observaciones.

 

1. El escrito de Jalifer, de gran valor por cuanto contiene un testimonio de primera mano, aun siendo claro, es algo escueto y esquemático, y por eso no entiendo qué quiere decir exactamente la siguiente afirmación: Preguntando por qué [el cardenal Ratzinger] está incluido [en el Fichero de libros prohibidos], queda claro que es por "automatismo". Es decir, en su momento se incluyeron todas las obras de todos los "autores sospechosos de modernismo". Y por supuesto, los autores adscritos a las revistas Communio y Concilium. Y ahí estaba Ratzinger. Me pregunto qué entiende Juan Antonio por “automatismo”. Si mal no recuerdo, las fichas de las obras de Ratzinger –como las demás fichas de los otros autores– estaban calificadas con el número correspondiente de menor a mayor error doctrinal (del 1 al 6, es decir, de libro no erróneo a libro muy erróneo), lo cual significa que algún censor de la oficina de Dirección Espiritual las leyó para luego calificarlas del 1 al 6 (aunque, en realidad, en aquellas fechas no se usaban números en las fichas, sino letras mayúsculas para [des]calificar los libros; este detalle de letras o números ha cambiado con el tiempo). Es por eso por lo que no comprendo que la inclusión de las obras teológicas de Ratzinger en ese Fichero interno del Opus Dei se pueda considerar sin más “automática”; al contrario, más bien parece que fuera “consciente” e “intencionada”...



Tras el nombramiento del cardenal Joseph Ratzinger, en 1981, como nuevo prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Ocáriz se vio obligado a revisar el Fichero de libros prohibidos. Probablemente el Vicario no se esperaría ese nombramiento de Ratzinger, que le debió de pillar por sorpresa. En cualquier caso, es claro que la inclusión y la exclusión de Ratzinger en ese Fichero no se produjeron por “automatismo”, sino con pleno conocimiento de causa en cada caso.

 

2. En cuanto a la decisión que tomó el Vicario General de eliminar en el año 1984 las fichas que valoraban el grado de acierto o desacierto doctrinal de los libros de Ratzinger, se puede explicar porque, desempeñando este cardenal desde 1981 el cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, era incongruente que existiera un Fichero de libros prohibidos en el seno de una institución de la Iglesia Católica que calificase algunas publicaciones de ese prefecto como doctrinalmente erróneas. Por tanto, actuó en 1984 con coherencia institucional, aunque con un poquito de retraso, pues tardó más o menos tres años desde que Ratzinger iniciara su nueva misión en la curia vaticana. A esto se añade la circunstancia de que el Vicario prestaba servicios a la Congregación para la Doctrina de la Fe como uno de sus consultores; más motivo todavía para suprimir las fichas de Ratzinger, pues éste, si se hubiera enterado de la existencia de tal Fichero, alguna observación habría hecho llegar a su consultor. Imaginémonos el siguiente diálogo ficticio, situándolo por ejemplo en 1986:

 

El cardenal Ratzinger: “¿Cómo es posible que usted me haya incluido en un Fichero de libros prohibidos, siendo así que yo, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, soy quien marca las pautas doctrinales en la Iglesia?”

 

El consultor: “Disculpe, Su Eminencia, pero las fichas doctrinales de sus libros cayeron en ese Fichero sólo por ‘automatismo’. Aprovechando que tengo previsto revisar el Fichero, las eliminaré enseguida después de estudiar más a fondo sus libros”.

 

Es evidente que esta conversación, tan surrealista, nunca tuvo lugar porque el Vicario hizo quitar a tiempo, en 1984, las fichas de los libros de Ratzinger.

 

Con esta serie de reflexiones, no quiero decir que el Vicario considere a Ratzinger, actual papa Benedicto XVI desde 2005, como heterodoxo. Sin duda alguna, lo respeta. Ahora bien, habiendo leído obras de ambos autores, llego a la conclusión de que se encuadran en horizontes teológicos muy distintos, por no decir muy distantes. Apenas aprecio conexión intelectual entre los dos. Aconsejo a Juan Antonio la lectura del apartado “El actual prelado del Opus Dei se manifiesta” del libro de Isabel de Armas La voz de los que disienten. Apuntes para san Josemaría (Foca, Madrid 2005), páginas 177-183. Aquí se sostiene la opinión, que comparto, de que el Vicario frena entre los teólogos e intelectuales del Opus la recepción de las ideas teológicas de Ratzinger; véase también mi nota del 20.10.2010.

 

3. Los usuarios de opuslibros sabemos de sobra, porque lo hemos experimentado en nuestras vidas muchas veces, que el Opus es un inmenso (y penoso) paraíso de contradicciones lógicas y existenciales. Teniendo en cuenta esta premisa y teniendo también en cuenta las acertadas enseñanzas de Antonio Ruiz Retegui acerca de la superioridad de lo institucional sobre lo teologal en el Opus, no me extrañaría nada que el propio Opus Dei removiera Roma con Santiago para que el Vicario recibiera dentro de unos pocos años el Premio Ratzinger de teología. Al fin y al cabo, lo que al Opus importa es el prestigio y la estabilidad institucional y nada más. Por intereses institucionales (no teologales), se metió en un principio a Ratzinger en el Fichero de libros prohibidos, y por los mismos motivos se lo retiró de ahí años después. Por tanto, si por motivos institucionales conviniera que el Vicario recibiese dentro de unos años el Premio Ratzinger, el Opus Dei pondría en marcha toda su maquinaria maquiavélica para lograrlo; es cuestión de astuta estrategia. (Acerca del Premio Ratzinger léase la nota de Agustina López de los Mozos del 15.06.2011).

 

4. Expongo, para concluir, la idea principal de mi presente escrito. Lo más grave de todo lo hasta ahora dicho es la existencia misma, en el Opus Dei, del Fichero de libros prohibidos, de Recensiones, de Notas breves, etcétera. Una institución eclesial que se complica la vida con esta serie de controles, sobre todo después de que el papa Pablo VI suprimiera el Index de libros prohibidos para toda la Iglesia, está enfermizamente dañada. Y lo que es peor: ¿qué relación se da entre este modo de actuar, tan burocrático e inquisitorial a la vez, y lo que Jesucristo enseñó e hizo, según nos refieren los Evangelios?

 

A mi modo de ver, la evangelización del mundo moderno sólo se puede hacer bien adoptando una actitud franca y dialogante con la sociedad actual, como dejó establecido el concilio Vaticano II, y alejándose al máximo de planteamientos teológicos o pastorales de orientación integrista. Imponer medidas restrictivas, censuras y prohibiciones origina una psicología de cerrazón mental que perjudica la tarea evangelizadora, comenzando por dañar a los propios “evangelizadores” (o, mejor dicho, pseudoevangelizadores); de hecho, la página web opuslibros, repleta no sólo de opiniones, sino también de muchos testimonios procedentes de la vida real, muestra la existencia de tales daños personales causados en los propios miembros del Opus por una mala acción apostólica. Además, una evangelización llevada a cabo sobre esa base tan controladora y cerril acaba siendo contraproducente para la propia Iglesia: en vez de abrirse en abanico, las comunidades cristianas corren el riesgo de enquistarse en nuestra sociedad como guetos.

 

Josef Knecht




Publicado el Monday, 15 August 2011



 
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