Recuerdo con cierto cariño la película de los sábados por la noche, un plan interesante y alternativo a las “alocadas” noches estudiantiles en Pamplona. El plan milimétricamente calculado: estudio, meditación, bendición, cena fria y peli, para que ninguna oveja se escapara del redil.

Recuerdo que el televisor, junto el video VHS, estaban encerrados en un mueble con llave. Cuando llegaba la hora de la película, nos instalábamos en la sala de estar, cada uno con una silla o sofá, según cayese y visionábamos la película. Normalmente, no había que capar, ya que eran películas sin contenido sensual y/o erótico. Pero de vez en cuando había alguna película interesante, pero con “escenas”, para tal efecto había el individuo de turno, que tenía localizada a la escena, y con mando en mano, y a toda mecha, hacía correr la película hacia adelante, hasta que el peligro hubiera pasado. Bonita teoría… pero…

En realidad, lo que pasaba era, cuando se iba acercando la escena, espectaba un cierto nerviosismo en la persona en cuestión, sin vacilar arremataba contra el mando, haciendo correr la película parándola en el momento central de la escena, en seguida se oía en el quórum de la sala un tremendo ¡¡¡UUUUUUUUHHHH!!! de lo más pueril. Situación de lo más bochornosa y ridícula.

A veces, al menda, se le caía el mando y hasta que no lo encontraba ya había pasado la escena, para ello se abría la luz y una persona se ponía delante la tele.

Aún está en mi memoria ese mando con la techa hundida de avance, se le veía las ganas que echaban nuestros censores.

A veces se armaba tal galimatías con el mando, los avances y retrocesos, que si te interesaba la película la tenías que alquilar de nuevo, para entenderla.

La verdad es que nuestro censor era bastante patán en este sentido.

En definitiva, tiernos recuerdos.

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