Querido MAT. En tu escrito "Bullying con miel" me decías, a colación de mi último escrito, que no entendías el muro infranqueable del Opus, y el beneplácito que de que goza la prelatura ante la jerarquía de la Iglesia. A renglón seguido, sin embargo, tú mismo te dabas respuesta, trayendo a colación la caída del Muro de Berlín. Leí tu artículo justo al día siguiente de regresar de un viaje a Berlín en el que compré, amén de otras postales para enviar a amigos, una para mí, que cuelga ahora de una estantería. En ella se ve a infinidad de berlineses en torno a un muro que, evidentemente, ha perdido su función.

Me hizo gracia la coincidencia. No cogí esa postal directamente por referencias opusinas, pero sí por razones de fondo que coinciden con lo que cuentas, y con aquella célebre pintada que había sobre el muro: "Irgendwann fällt jede Mauer" - "Todo muro cae, en algún momento". En definitiva, no hay muros que se puedan interponer ante los anhelos del corazón humano, porque no se le puede engañar de continuo. Quizá sí durante un tiempo - pero los deseos más profundos del corazón no se dejan acallar. De algún modo tales deseos, en su versión más pura, más auténtica, son innegociables. Vio Dios que era bueno: estamos bien hechos.

El muro no es infranqueable, MAT. Se va desmoronando poco a poco. Le aparecen fisuras aquí y allá. De vez en cuando alguna gotera de envergadura consume su sustancia. Como yo, habrás vivido la caída de muchos de esos absolutos a modo de férreas murallas, expresados en frases como:

- Los n y agd no usan jamás tarjeta de crédito. Si no tengo dinero sacado de caja, no compro.

- Tu vida es tuya. Si eres menor de edad pero quieres entregarte a Dios, tus padres no tienen que dar su consentimiento.

- En Casa, la dirección espiritual la lleva la Obra, y se tiene el consentimiento tácito del interesado para comentar cosas dichas en la charla con el cura, y viceversa. Es para poder ayudar mejor.

- Los n y agd no van nunca a bodas, ni siquiera a las de sus hermanos.

- En los colegios de chicos no hay alumnas ni profesoras, porque si no, a ver quién te pita.

Nos ha ido muy bien así. Y cosas por el estilo. Frases literales, que habrás oído como yo, referentes a actitudes que parecían centrales e inamovibles, y que se han ido cayendo por su propio peso. Porque no son sostenibles. Y sí, te doy toda la razón, MAT: se me antoja un escándalo la connivencia de parte de la jerarquía con las realidades dañinas que existen en la obra y que tantos damnificados van dejando a su paso. Quiero creer que pocos que tengan verdadera capacidad de decisión llegan a saber (o a creer) cómo son las cosas allá dentro y a ser conscientes del perjuicio que causan determinados principios de funcionamiento opusinos a las almas (y los cuerpos) de muchos.

Entre los que saben cómo son las cosas, habrá algunos que, de modo prudente, harán lo que esté en su mano para corregir los abusos (Elías Yanes y el mismo Joseph Ratzinger como dos honrosos ejemplos) y otros a los que el miedo, la cobardía o el puro no saber tendrán inactivos y paralizados. Esa connivencia, para ti inexplicable, fue para mí motivo de desconcierto durante bastante tiempo, hasta que me di cuenta que ni siquiera quienes deberían hacerlo velarían por la salud de mi alma. Que no vendría cura ni obispo alguno a protegerme ni a darme la razón. Que mi salvación (también a este lado de la muerte) dependía no de lo que hiciera u otros hicieran por mí (esos dos postulados tan de Casa), sino de pegarme a gente que, como por ósmosis, me transmitiese la presencia de Cristo. Para así dejarle hacer a Él. En mi caso ha funcionado. No es imposible. El muro caerá, MAT. Es cuestión de tiempo. Entretanto, espero que salgas pronto de ese momento doloroso por el que estás pasando, como revela especialmente tu último escrito.

Recibe un fuerte abrazo. Si te apetece hablar y tener una oreja para quejarte, Agustina tiene mi correo.

Dax.