El padre John McCloskey, el Opus Dei y yo

Publicado en Patheos 

10 DE ENERO DE 2019 POR SEAN P. DAILEY- 

TRADUCCIÓN TOMASIANO

A finales de enero de 2009, acudí a un retiro en el centro del Opus Dei Shellbourne Conference Center, en las afueras de Valparaiso, Indiana. Este era un retiro exclusivo para supernumerarios (yo estaba todavía en el Opus Dei entonces) y, como me encontraba en un mal momento, necesitaba la intensidad extra de un retiro exclusivo para miembros. El sacerdote que dirigió el retiro celebró Misa con reverencia, dio interesantes meditaciones cada día y prodigó experta consejo espiritual en confesión y en sesiones uno a uno fuera de confesión. Sus consejos fueron especialmente útiles...

Este lunes se supo por los noticieros que este sacerdote, Padre C. John McCloskey, tuvo conductas sexualmente inapropiadas hacia una mujer a principios de los años 2000s, y que el Opus Dei desembolsó USD$977,000 para pagar la demanda legal interpuesta contra él por la mujer. Existen investigaciones adicionales pendientes sobre posibles abusos de él hacia otras mujeres.

El Padre C. John (como se le conoce coloquialmente) era en los años 2000 una estrella genuina en los medios. Había tenido un par de series en EWTN, la red televisiva Católica. Como director del Centro Católico de Información en Washington D.C., ofreció dirección espiritual a cientos, si no es que miles y fue responsable de acercar a la Iglesia Católica a prominentes conservadores como Newt Gingrich y Sam Browback, así como al fundador de NARAL Pro-Choice Dr. Bernard Nathanson, y muchos otros.

Y de repente, desapareció. Ya no era director del Centro Católico de Información, no hacía más series en EWTN. Ahora sabemos por qué.

Se corrió el rumor en el Opus Dei de que él estaba en Chicago, pero no hacía labor pública. Imaginé que sus superiores habían decidido que la fama se le había subido a la cabeza y que necesitaba un tiempo fuera de los reflectores. Que poco sabíamos lo mucho que la fama se le había subido a la cabeza. Y acerca del tiempo fuera, el necesitaba – posiblemente en la cárcel, si hubiera un juicio penal apropiado.

Ciertamente no tenía por qué estar oficiando retiros a miembros del Opus Dei que no teníamos ni idea de porqué había sido separado de la vida pública; porqué fue arrancado de una posición prominente que aumentaba el perfil público de él mismo y del Opus Dei en la capital del país; y porqué había sido transferido a Chicago.

La reportera del Washington Post, Michelle Moorstein, hace un buen trabajo reportando el caso. Pero hay detalles que solo un católico de toda la vida –especialmente uno que pasó diecisiete años dentro del Opus Dei- podrá percibir. Entiéndase: no la culpo, pero puedo percibir otras cosas.

Yo noté cosas

Primero, después de que el Opus llegara al arreglo del caso legal por mala conducta sexual, alrededor del año 2005, “McCloskey fue enviado a Inglaterra, luego a Chicago y a California en asignaciones con el Opus Dei.”

La mujer en el arreglo legal mencionó que oficiales de la Iglesia en Chicago le dijeron cuando fue enviado ahí que a McCloskey no le sería permitido “tener facultades” –o permiso para operar de lleno como sacerdote- y sería estrechamente controlado.

Si el P. C. John estaba “estrechamente controlado”, si no tenía facultades o “permiso para operar de lleno como sacerdote”, entonces, ¿cómo es que estaba dirigiendo mi retiro? Él celebró Misa. Escuchó confesiones. Esto quiere decir que tenía facultades.

Además está esto:

La mujer que hizo la denuncia es católica avecinada en el área de Washington D.C. que se contaba entre las muchas que recibían dirección de McCloskey a través del Centro Católico de Información, pieza central de vida Católica en el centro de Washington, ubicada en K Street. (Nota de traducción, K Street es una icónica calle de Washington D.C. donde se concentran gran cantidad de firmas de inmensa influencia política.) Ella dijo al Washington Post que McCloskey la manoseó en varias ocasiones cuando ella iba para recibir su consejo pastoral y hablar sobre sus problemas maritales y seria depresión. Dijo ella que la culpa y vergüenza ocasionada por esa interacción la sumió en un torbellino y, combinada con su depresión existente hizo que le fuera imposible continuar en su empleo de alto nivel. Añadió que habló con él acerca de su “mal percibida culpa debida a su interacción” en confesión y que él la absolvió.

Así que el P. C. John tenía ante él a una mujer vulnerable que vino a él por ayuda espiritual. Él la asaltó sexualmente. Su “culpa y vergüenza” subsecuentes se añadieron a su depresión, ocasionando que le fuera imposible desempeñarse correctamente en su empleo. El por qué volvió con él a confesarse –cuando sería él quien debía haber estado de rodillas suplicándole perdón- eso no lo sé. Pero él se aprovechó de nuevo de ella y permitió que se confesara con él.

“Fui a confesarme, pensando que había hecho algo para tentar a este santo hombre para que cruzara los límites”, dijo ella al Washington Post.

Quiero vomitar. El P. C. John es un monstruo.

Se pone peor.

Las leyes canónicas prevén penas severas para sacerdotes que escuchen confesión de –y den la absolución- a personas con las que cometieron pecados sexuales. ¿Qué tan severas? El canon 1378 § 1 http://www.vatican.va/archive/ESL0020/_P52.HTM impone “excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica” para cualquier sacerdote que incurra en este caso.

En términos llanos, es una excomunión automática que sólo el Papa puede absolver.

Tengo preguntas, y quiero respuestas. Respuestas públicas. Primero, ¿por qué no fue excomulgado el P. C. John? Si lo fue, ¿por qué estaba celebrando Misa en mi retiro? Y si su excomunión fue absuelta, ¿cuál fue la razón? Y ¿cómo diablos hizo el Opus Dei para encubrirlo todo?

Tengo esta imagen del entonces prelado, Obispo Javier Echevarría, gruñón e impaciente (como solía ser), subiendo a un coche en la sede central del Opus Dei en Roma, Villa Tevere, y siendo conducido hasta la Ciudad del Vaticano para, sobrero en mano, pedir clemencia ante el Papa para que absolviera la excomunión latae sententiae contra la estrella mediática del Opus Dei. Ya que las luminarias con quienes el P. C. John se codeaba eran ricas y seguramente podían confiar en recibir de ellos cuantiosos donativos.

¿Qué tan cuantiosos? La historia del Washington Post del lunes dice que los $977,000 que pagó el Opus Dei para arreglar el caso con la víctima del P. C. John vinieron de un solo donador.

No hay que desanimarse

Hay mucho que sacar de todo eso. Lo que me queda principalmente ahora es que la Derecha Católica todavía no entiende la gravedad de la crisis de abusos sexuales en la Iglesia Católica. Creo que no quiere entender la gravedad. Sin ir más lejos hay que leer el tweet del P. Dwight Longnecker acerca del P. C. John y su insultante respuesta a mis críticas del mismo.

https://dwightlongenecker.com/an-angry-conversation-about-mccloskey-and-mccarrick/

https://twitter.com/dlongenecker1/status/1082625412885372928?s=21

Otros usan el escándalo para ir tras de sus chivos expiatorios favoritos. Mi propio obispo, Thomas John Paprocki, se aprovechó de las revelaciones del verano pasado sobre el Cardenal Theodore McCarrick y sus múltiples abusos para culpar a los gays y católicos que se brincan las prohibiciones de la Iglesia Católica a la contracepción artificial (puedes leer los últimos tres párrafos).

No debemos permitirles tener la última palabra. La Iglesia es mucho más que la Derecha Católica y sus colguijes. La Iglesia Católica siempre ha sido “Aquí vienen todos” y, podrían decirme, “es fácil para ti decirlo, Sean.”

Pero déjenme decirles algo, diecisiete años en el Opus Dei no fueron un día de campo. Fue una incesante manipulación psicológica, emocional y especialmente espiritual. Necesité terapia después de que salí. Y no busqué terapia sino hasta después de una tremenda borrachera que terminó con un vergonzoso email lleno de groserías que envié a un montón de personas que preferiría que no lo hubieran leído.

Pero, no gracias a alguna virtud propia, estoy todavía aquí. No iré a ninguna parte. Y aunque sé que hay muchas personas descorazonadas allá afuera, les imploro que no se vayan.

Si hay algo que la Derecha Católica teme, es a los laicos, a los hombres y mujeres ordinarios en las bancas del templo. Por eso nos mantienen a obscuras, por eso sacan a los usuales chivos expiatorios cada vez que una roca se levanta y expone su podredumbre. Pero fue a personas como nosotros a quienes Jesús buscó, a quienes estuvo más cercano siempre, con quienes se puso de su lado cuando los Obispos Parocki, Padres C. John y Padres Longneckers de su época los hubieran condenado al infierno.

Es nuestro momento.