Me gustaría comenzar señalando que ese sistema de poder que se juega en la Obra y que tantos describís de una forma tan parecida (cómo para medrar se va exigiendo una mezcla peligrosa de pérdida progresiva de escrúpulos + contradicción entre lo que se predica y lo que se vive) lo he experimentado yo en esta empresa por parte de trabajadores que, si bien simpatizaban con el Opus Dei, formaban tanta parte de él como yo: “¡El que se mueve no sale en la foto!”. Quienes se desdecían mediante hechos de los valores que propugnaban (quizá a costa de un gran cargo de conciencia) conseguían posiciones sospechosamente privilegiadas; yo al final me contentaba con callar. Abrir la boca implicaba que a uno lo tratasen como al apestado de la sección durante un tiempo... luego, si le sacaba las castañas del fuego a alguno de estos privilegiados, se le permitía volver al redil con ciertas precauciones. Por supuesto, todos tan amigos. Todo es Chupilandia de puertas para afuera. De puertas para adentro, tal y como lo describió una chica que estuvo un par de meses con nosotros aprendiendo determinada técnica, es “la casa de las dagas voladoras”.

Lo pasé mal y me marché, afortunadamente para encontrar enseguida otro puesto en el que los compañeros son personas normales (asumiendo que exista la normalidad). No guardo ningún rencor porque aprendí mucho acerca de cómo funciona el ser humano, aunque si puedo evitar volver a encontrarme con alguna de estas personas, no dudaré en hacerlo.

Durante los dos últimos años conocí a un sacerdote numerario muy mayor en el que me apoyé mucho cuando la situación parecía insostenible. A menudo me parecía que iba a romperme de tanto callar. Me atormentaba estar siendo cómplice con mi silencio y ayudé en lo que pude al grupo de los parias, entre los que yo me contaba, claro. Con este sacerdote terminé hablando casi todos los días, siempre por mediación del confesionario. Profundizamos en la propia percepción que cada uno tenía sobre el catolicismo y tengo que decir que JAMÁS me ha intentado inculcar nada de la cosecha Opus Dei. Nunca se ha puesto pesado con SanJM ni me ha hablado de que yo tuviera vocación para el Opus Dei. Le considero mi amigo y mi sacerdote: lo sabe todo de mí. También (no sé si es muy atípico) también yo sé cosas de él un poco delicadas.

Recuerdo haberle dicho una vez:

- Es curioso, al hablar con A y B, que también pertenecen al Opus Dei y hace tantos años que te conocen... he tenido la sensación de que no saben bien quién eres

- Bueno, claro que no me conocen como tú, porque a ti te he contado cosas de mí que no he compartido con casi nadie

Lo único en lo que puedo decir que “cumple el perfil de numerario” es en su miedo patológico a las mujeres y a las murmuraciones al respecto. Será débil, como todos, pero pongo la mano en el fuego por su pureza.

Lo que me mosquea de este asunto es que no fui la primera vez a charlar con él porque se me ocurriera. Una compañera de trabajo (numeraria, bastante joven y bastante diferente a él y a mí) un día de tantos en el que comentábamos los distintos misterios de la doctrina católica, me le recomendó.

En el último año, mejor dicho, en los últimos meses que estuve allí, conocí también a un/a numerario/a (vamos a llamarle “Persona X”) que me saca casi treinta años, con quien enseguida tuve química. A día de hoy continuamos charlando casi todas las semanas, ya que poco a poco me atreví a contarle mi historia dentro de aquella empresa (también así pudo comprender por qué tenía que marcharme, pese a la impecable atención espiritual que yo estaba recibiendo por entonces). Admiro mucho su energía: según se le escucha hablar, uno nunca diría que tiene la edad que tiene y siempre está ahí para hacer favorazos que ni siquiera hay que pedirle. Ya he ido a comer un par de veces a su centro, me ha presentado a más personas del Opus Dei y hace un mes me comentó “que si había pensado en qué hacer con mi vida”.

- Si me estás proponiendo pertenecer de alguna forma al OD, te tengo que decir que no me siento preparado/a para contestarte. Yo te aprecio mucho a ti, pero no puedo entrar en esta conversación ahora.

Guardó silencio unos segundos y cambió de tema con completa naturalidad.

Una de las últimas ocasiones en las que pude hablar con el sacerdote, le pregunté directamente si pensaba que Persona X era tan extremadamente amable conmigo (sin haberme conocido durante mucho mucho tiempo) porque quería hacerme pitar. La conversación fue algo parecido a esto:

- Bueno... no lo sé ¿Por qué no se lo preguntas a esta persona directamente?

- Porque no quisiera decepcionarla. Es que no tengo ningún interés en formar parte del OD, y me temo que podría enfadarme si descubriera que toda su bondad tiene una motivación secundaria. También la otra persona podría enfadarse si luego resulta que no, que es que es así y yo estoy sospechando algo muy feo

- Yo creo que le ha impactado un poco enterarse de cómo te han tratado en la empresa y solamente quiere compensarte. Pero si quieres resolver la duda, te animo a que se lo preguntes directamente

Bueno, llegados a este punto, agradecería mucho que alguno de vosotros me respondiera a las siguientes preguntas. Tenéis más experiencia que yo, habéis visto desde dentro lo que son los métodos de reclutamiento (AKA “apostolado”) y podéis darme vuestra opinión con un mayor intervalo de confianza:

- ¿El sacerdote realmente guarda mi intimidad? ¿O se han aireado mis vergüenzas de esa forma instrumentalista con el consejo local o lo que sea?

- ¿Los favorazos y el tremendo cariño de Persona X son gratuitos, o también son una moneda de cambio que espera ser devuelta de alguna forma? ¿También mis confidencias han sido aireadas? ¿Qué porcentaje aproximado de seguridad existe de que mi intimidad esté siendo manoseada por terceras personas?

Me perturba especialmente durante estas últimas semanas porque estoy empezando a percibir cierta dependencia de ellos en mí. Siento que hay verdadera química, que me comprenden, que hay un amor más grande por el que han entregado su vida... y esa idea está empezando incluso a parecerme atractiva. Mis propios padres, al escucharme hablar de ellos, ya me han preguntado que si es que pienso hacerme del OD o qué...

Hasta aquí. Agradeceré cualquier orientación.

No quiero despedirme sin felicitar la inmensa valentía que habéis tenido muchos de los que os habéis marchado. Yo no cumplí ni diez años en esa empresa y me costó enfrentarme a renunciar, a reconocer cómo sus tentáculos se extienden y podían hacerme fracasar ante cualquier oportunidad nueva que se me abriese, a que todo lo que me enseñaron cuando llegué era el escaparate carísimo de una tienda poco recomendable (precisamente guardé con mucho celo todos los preparativos de mi marcha hasta que salí para no volver)... Os pido que sigáis adelante pese al desánimo ocasional. Os admiro y no sabéis a cuántos más podéis inspirar a ser más coherentes con sus vidas. ¡Ánimo!

Al_Margen

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