Hola a tod@s!! Es la primera vez que escribo en este sitio web, aunque hace poco envié un email a Agustina agradeciéndole a ella y a todos los que dedicáis tiempo a colaborar. Conozco el sitio desde muy poco después de que se creara. Recuerdo que topé con él por casualidad. Llevaba unos pocos años en la Obra y la verdad es que al principio me impactó.

Antes de seguir, deseo dar algunos datos sobre mí, a ver si nos vamos conociendo... Bueno, lo primero decir que yo sigo dentro...

Y sigo dentro por la misma razón por la que entré: yo ya amaba a Dios por encima de todo y deseaba concretarlo en un compromiso fuerte que me exigiera cada día poder amar más a los demás... pienso que esta es la razón por la que se suele entrar en el Opus, ya sea de una u otra manera (a unos porque les da la gana con pleno consentimiento, a otros porque los coaccionan pero quizá les parece una "dulce coacción", a otros porque los captan... cada uno tiene su historia, pero no dudo de la buena intención de nadie de los que entró o entra en el Opus).

En este punto, por tanto, no me abrieron los ojos a ninguna realidad nueva (creo que allá a finales de los 90, cuando pité, tenía bastante claro que para servir a Dios no hacía falta hacerse fraile o monja, y eso que mi conocimiento del Opus con anterioridad había sido prácticamente nulo). Pité ya con la mayoría de edad cumplida. Los pocos años que llevaba yendo por un centro y la gente tan formidable -en su mayoría, con claras excepciones- que había allí, unida a las atenciones que recibí los primeros años fueron muy positivas. Todo hay que decirlo, yo para ellos venía "de la paganidad" (ni alumno de Fomento, ni hijo de sn, ni ná de ná). Aquello me gustó, aunque en ningún momento me pareció nada idílico, sino un grupo de gente buena tratando de hacer buenas cosas por Dios, y eso me parecía bien.

También es verdad que la vida de los n se me antojaba un poco conventual... y capté algunas cosas que me parecieron raras, como que al centro no se podía ir en pantalón corto, y detalles de este estilo. Un nutrido grupo de los chicos con los que había hecho más amistad pitaron, todos menos uno (quizá, mi mejor amigo). Cosas de la vida, ninguno de los que entonces pitaron sigue en Casa, y ese amigo mío es hoy día un sn feliz. Como tendré ocasión de seguir escribiendo, voy a pasar por alto muchos detalles. Lo que me gustaría contar ahora es lo siguiente.

Cambié de ciudad al poco de pitar, y después he cambiado de centro y delegación unas cuantas veces... veintitantos años dan para mucho. Pero yo notaba que, con cada cambio, iba descubriendo como, en vez de subir cada vez un peldaño en el conocimiento positivo de la praxis de la institución -que era lo que yo esperaba-, ésta me iba desencantando cada vez más, por cosas que considero importantes pero que no correspondían con mis expectativas. En cualquier caso, siempre he sido muy independiente, y siempre veía todas estas cosas con cierta distancia. Yo me decía a cada vez: "¿Estoy amando a Dios? ¿Estoy ayudando a los demás? Sí. Pues tira p'alante". Nunca he sido proselitista por el mero hecho de que pienso que la vocación la da -o así debería de ser- Dios. El día que un director de la dl nos habló en una tertulia del "impele entrare", yo pensé para mis adentros: "vaya ocurrencia... es que hay gente para todo". Yo había leído las confesiones de San Agustín (saltándome todo aquello que me parecía un poco rollo y yendo a la esencia de la biografía; conocía también la de Santo Tomás y tantos otros... y sobre todo, los evangelios. Y, desde luego, esa interpretación del "impele entrare" me parecía retorcida y que traicionaba la esencia misma del Evangelio, que respira libertad por los cuatro costados... Apostólico sí que soy, pero no de boquilla como muchas veces te piden... creo que el mejor apostolado es luchar por ser cada vez mejor uno mismo, estar cerca de tus amigos y compañeros cuando lo necesitan y el resto lo hace el Espíritu Santo... Desde luego, debo confesar que me las arreglé muchas veces para no consultar determinados planes cuando sabía que la respuesta iba a ser un "no" desconfiado, planes precisamente relacionados con lo que acabo de decir.

Me ha resultado muy triste y doloroso leer a lo largo de estos años la cantidad de testimonios de las personas que fueron maltratadas por la Obra o por gente de la Obra, pero es que lo he ido viendo con mis propios ojos: a muchos he visto salir, a algunos ni siquiera entrar, a tantos sufrir, incluido yo mismo... ¿Me provocó esto alguna crisis de vocación? Sí, y no una ni dos. Otros aspectos que fui descubriendo, como por ejemplo, el modo en que a menudo se "gestiona" la intimidad (llamémoslo así)... bueno, ¿qué os voy a contar que no sepáis? Para vomitar en algunos casos (aunque debo decir que he encontrado no pocos directores que van por otro camino, siguiendo los dictados del sentido común y la conciencia). Sé que algún lector más o menos profano se podría preguntar: "¿Y este pavo de qué va? ¿Qué pinta ahí dentro? O es tonto, o es un poco c***n, o es incoherente, o está por algún tipo de conveniencia...". Nada de eso. La razón por la que sigo (y es una razón muy personal) es que, lo quiera o no, el opus Dei es una institución más dentro de la Iglesia. Su praxis en ocasiones ha sido y sigue siendo abusiva, pero también es verdad que no abandonaré el barco por eso: a menudo pienso en el oficial de las SS que salvó al pianista judío. Él no era nazi, pero creyó que permaneciendo en las SS podría salvar más vidas que si desertaba. También pienso en todos aquellos santos que, cuando vieron en determinadas épocas de corrupción de la Iglesia las cosas que se hacían, intentaron reformarla desde dentro. Repito que es una razón muy personal. Cada persona es un mundo, y Dios a cada uno le pone en un sitio y le pide una cosa. A muchos les habrá pedido que se marchen, pues era lo mejor que debían hacer en conciencia. Creo que a otros nos pide que nos quedemos. Pero en realidad, la mayoría de los unos y los otros vamos en el mismo barco: la Iglesia. Y nos preocupa la Iglesia, en la medida en que sabemos que es el instrumento que inventó Jesús para llevar a los hombres a la felicidad eterna. Y no me refiero aquí a la iglesia como jerarquía o institución, sino como el misterio de la administración de la gracia salvadora que se reparte entre todos los seres humanos... Dios no se olvida de nadie de los que ha creado (vaya dios sería, ¿no?).

Bueno, pido disculpas por una presentación tan extensa. Es posible que resulte un poco caótica, y puede haber expresiones en las que no haya acertado para comunicar lo que realmente pienso... y si hay algo que he dicho que pudiera molestar a alguien, le pido perdón sincero de antemano, no es esa mi intención. Ante todo, quiero dar las gracias. Ya me iré manejando mejor con la página...

JuanchoR