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 Tus escritos: Afectividad, sensualidad y sexualidad.- Heraldo

075. Afectividad, amistad, sexualidad
Heraldo :

 

Afectividad, sensualidad y sexualidad. Recuerdos en torno a mi petición de admisión.

Heraldo, 29/04/2019

 

 

Alrededor de la fecha de mi petición de admisión, me vi envuelto en una situación que estuvo a un pelo de terminar de la peor manera.

 

Lo diré de un modo directo y sin rodeos: el director del centro de numerarios mayores de la ciudad donde pedí la admisión (a quien en adelante llamaré QR) se enamoró de mí y creo que estuvo muy cerca de abusar de mí sexualmente...



Téngase en cuenta que yo era huérfano de padre, y mi madre, obligada a sacar adelante una familia de 6 hijos entre niños y adolescentes, no podía ocuparse de cada uno de nosotros con el esmero deseable.  

 

En buena parte por ese enamoramiento, QR me dedicó cientos de horas, para lograr que yo encajara en la labor, pidiera la admisión a la obra como numerario, y diera mis primeros pasos en la obra asegurando en lo posible mi perseverancia a través de un profundo y radical “lavado de cerebro”, si es que esta expresión es adecuada para un niño de 13-14 años. Estoy convencido de que sin esa afectividad desbocada, mi evolución respecto a la obra habría sido muy distinta.

 

En mi ciudad de origen sólo había dos centros de numerarios, uno de mayores y otro de jóvenes. Aunque QR era el director del centro de mayores,  intervenía mucho en el de jóvenes,  entre otros motivos porque el centro de jóvenes carecía de director. Llegó al poco tiempo.

 

QR comenzó a charlar conmigo, encaminándome hacia la obra, cuando yo tenía 13 años, próximo a cumplir 14. Mi relación con QR debió durar unos 9 meses o poco más, unos 5 meses antes de que yo pidiera la admisión y unos 4 ó 5 después. Él debía tener entonces unos 30 años de edad. 

 

Ya siendo yo numerario, pero todavía un recién pitado, en una ocasión me besó en los labios. Yo no retiré mi rostro pero recibí el beso como lo recibe una esfinge. En otro momento, quiso convencerme de revisar mis genitales, después de una explicación de cómo llevaría a cabo el procedimiento. Yo me rehusé y afortunadamente él no insistió ni me forzó. No había nada que lo justificara, aunque él intentó formular una débil razón de conveniencia. Mi ingenuidad era tal que sólo con el tiempo llegue a la convicción de que QR sentía atracción sexual hacia mí. Yo nunca experimenté ningún atractivo sexual hacia él, aunque sí le llegué a tener un cariño especial por el enorme interés y afecto que me mostraba. Por aquel entonces yo no había alcanzado aún la madurez sexual.

 

QR era un convencido de la obra. Vivía su vocación apasionadamente y mostraba un gran afán apostólico y proselitista, aunque con esa inautenticidad propia de la obra, a base de entusiasmos juveniles. Además, QR gozaba de una especial simpatía de carácter. Era muy afectuoso, no sólo conmigo, aunque en esa época yo ocupé un lugar privilegiado.

 

Todo su interés apostólico, entusiasmo humano y simpatía, los puso en juego para que yo me hiciera numerario, y también para reforzar al máximo mi amor por el fundador y por su obra. Seguramente la pasó muy mal por esa contradicción entre su genuino interés espiritual y su desviada afectividad.

 

Decir que se enamoró de mí no fue una conclusión mía. Fueron las palabras exactas del vicario delegado cuando habló con QR para hacerle entender que debía alejarse de mí. El propio QR aceptó el diagnóstico y así me lo hizo saber.

 

QR se resistió cuanto pudo para evitar nuestra separación, y estoy seguro que bastantes de nuestros encuentros los llevamos a cabo en la clandestinidad. En muchas ocasiones me dijo expresamente que me quería mucho mientras me besaba las manos.

 

Yo percibía que algo no estaba bien, pero nunca advertí el peligro de terminar en un encuentro sexual. Como nuestras conversaciones siempre estaban referidas a la obra, al fundador y a la vocación, un halo de santidad disolvía cualquier sospecha. En especial, QR se valió de la santidad del fundador para que ninguna duda pudiera apoderarse de mí. Esta maniobra la llevó a cabo al atribuirle al fundador una afectividad semejante hacia sus hijos más jóvenes, una afectividad como la que QR me prodigaba. Echó mano de numerosas y significativas anécdotas para ilustrarlo. Después de 30 años en la obra, nunca supe si dicha atribución era verdad. Si así fue, las biografías sobre el fundador lo ocultaron, lo cual tampoco sería extraño. En todo caso, QR manipuló la información a su servicio, para lograr que yo permaneciera tranquilo.

 

QR se auto presentaba ante mí como un hijo fiel del fundador, como un hombre completamente entregado, sin fisuras, y con el mayor de los deseos de que yo también llegara a ser el mejor de los hijos del Padre.

 

Corría entonces el año 1972 y al fundador le quedaban todavía 3 años de vida. Cuando después de su muerte fueron apareciendo las biografías del fundador, yo ya conocía muchos de los “hechos sobrenaturales” que en ellas se narran. Muchos de esos hechos me fueron contados personalmente por QR, en aquellas prolongadas jornadas que me dedicaba. Pero aquella transmisión oral estaba plagada de fábulas. Por ejemplo, el episodio de la rosa de Rialp, en la versión oral de QR, la Virgen se le apareció al fundador en carne y hueso con el Niño en brazos, el cual le entregó la rosa, tal y como se representa en la imagen del campus universitario de Navarra. También me contó anécdotas que nunca aparecieron en las biografías, como unas apariciones de la Virgen María en la habitación del fundador de las que supuestamente había sido testigo Álvaro del Portillo.

 

Con mi mente infantil de niño creyente, me creí todas aquellas mentiras y llegué muy pronto a experimentar un afecto y admiración fanáticos hacia el fundador, a quien vi en adelante como un enviado de Dios poseedor de un carisma supraeclesial.

 

Mi conciencia sobre la problematicidad de la situación se desdibujaba anegada por todo aquel aluvión de sobrenaturalidad. Pero en cambio,  de repente comencé a percibir un alto grado de nerviosismo e inquietud en otros directores y sacerdotes. Ya se había activado una alarma y comenzaron a intervenir ante todo para salvar a QR de lo que pudo haber sido una catástrofe para ambos. Por alguna razón que a la fecha desconozco, comenzaron a verme con malos ojos, como si yo fuera el culpable. Entre preocupado y disgustado, el sacerdote del centro me hizo el comentario, sin mediar mayor explicación, que si me daba cuenta que estaba a punto de perder la vocación. Ese comentario fue para mí muy confuso, pues en mí había triunfado la “parte buena”, la de mi amor al padre y a la obra. En cambio, la afectividad desbocada de QR prácticamente no me afectó. Pronto quedó en el olvido, como un peligro que ni siquiera logré entrever, y que sólo ha regresado a mi memoria con ocasión de la temática desatada en la web sobre pederastia y abusos sexuales.

 

QR y yo fuimos separados al poco tiempo de que pedí la admisión a la obra. Al cabo de unos años volvimos a coincidir tangencialmente. Me extrañó su trato completamente frío y cortante. Posiblemente le prohibieron cualquier tipo de acercamiento, o quizá ya no reconoció en el joven en el que yo me había convertido, al niño del que se había enamorado. Quizá ambas cosas, pues algún comentario velado me hizo al respecto.

 

No puedo decir que QR era homosexual. Ni siquiera sé si se puede llamar homosexual a un adulto que se enamora de un menor de edad y transita desde la afectividad hacia la sensualidad y luego hacia la sexualidad. Ocupó cargos de importancia en el gobierno del opus dei. Dejó la obra muchos años después, se casó y formó su propia familia. Ignoro por completo el drama interior de su vida, los motivos de su salida de la obra, y también ignoro si el episodio conmigo fue único o si hubo otros casos. Me inclino a pensar que QR era simplemente una persona sensible, a quien le hizo mucho daño la castración afectiva a la que el opus dei somete a las más variadas personas, carentes de esa pseudo vocación al celibato.

 

Heraldo




Publicado el Monday, 29 April 2019



 
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