El servicio doméstico y los apostolados del Opus Dei

Gervasio, 11/12/2019

Tras publicar Las clases sociales en el Opus Dei, un lector amigo me escribió:

Leí con agrado tu artículo en Opuslibros. Yo estuve a punto de escribir también porque no me parecía justo que digan "esclavas de los hombres". Además me parece que precisamente es un problema exclusivo de la sección de mujeres. Si yo voy a un restaurante y pago por mi comida, no tengo nada que agradecer a las cocineras y camareros, no estoy abusando de ellos si no friego los platos y no tengo por qué colaborar para poner la mesa. Igual ocurre si voy a un hotel. La vida en un centro es cara, tiene una pensión cara, no digamos nada de las casas de retiro. No tengo nada que agradecer porque pago para ese servicio. Son las de la sección femenina las que abusan de las auxiliares, no los varones que a fin de cuentas no nos metemos en nada y pagamos por el trabajo de ellas. En mi trabajo hago lo que me corresponde y los clientes me pagan por ello, no hay nada que añadir ni tengo por eso complejo de esclavo. Desde luego si se me ocurre escribir en Opuslibros en estos términos me forran, pero la verdad es que me parece un tema claro. ¿Que se esmeran? sí, pero yo lo pago. ¿Que les pagan poco? que me cobren más. ¿Que es demasiado trabajo para poca gente? que metan a más personas y nos pasen la factura. ¿Que la comida y vajilla para ellas es de inferior calidad y tienen que llamar señoritas a las numerarias? no tiene nada que ver conmigo, yo no lo he organizado así, me parece bien que protesten pero a las numerarias, que son las que abusan, no a los varones, que no tenemos nada que ver. Los hombres trabajamos bastante también, entregamos el sueldo (a veces mucho) en casa y, con la parte de nuestra aportación que se destina a pagar la pensión, pagamos por todas las prestaciones que recibimos. Entiendo que en un matrimonio ambos cónyuges deben participar en las tareas domésticas, pero este no es el caso, pagamos por la pensión, al menos yo lo veo así...

No pretendo, ni mucho menos, al trascribir esta misiva, dar pábulo a una discusión de corte feminista dentro de Opuslibros. Como la propia Salypimienta ha aclarado posteriormente, lo de “esclavas de los hombres” en el título de la serie, no fue demasiado acertado: Cuando le puse el título a la serie no me refería a los hombres como sexo masculino, me refería a los hombres como personas en general. Quizá debí poner más atención en el pronombre y escribir: “Esclavas del hombre por vocación divina”.

Tampoco pretendo dar pie a pronunciamientos en torno a los derechos de los camareros, sirvientas, kellies, ordenanzas, criados, bedeles y demás personal subalterno. Lo que pretendo con las trascripción de esta carta, es resaltar que la prestación de servicio doméstico no puede ser considerada ni es un apostolado propio del Opus Dei. Así lo da a entender  nada menos que el mismísimo fundador en el artículo 3 del Reglamento del Opus Dei de 1941, Régimen. Distingue en ese art. 3 dos clases de numerarias en razón de las actividades que llevan a cabo: las numerarias que realizan los apostolados propios del espíritu del Opus Dei, y las que se dedican al servicio doméstico. La dicotomía no puede ser más explícita.

Más tarde pasó a calificar eufemísticamente las tareas de servicio doméstico de apostolado de apostolados. Veo en tal expresión un pelín de falacia, porque las sirvientas que no son de la Obra, cuando trabajan para la Obra, también llevan a cabo un “apostolado de apostolados”. Lo mismo cabría decir del empleado de correos que reparte el correo a los residentes de una casa de la Obra y de los empleados de las compañías telefónicas que utilizan las personas de la Obra y de cualquier otro tipo de servicio realizado en favor de individuos de la Obra. No hace falta que esas personas sean de la Obra para que presten un buen servicio.

Santa Vicenta María López Vicuña (1847-1890) fundó el instituto “Las religiosas de María Inmaculada para el servicio doméstico”. Tienen casas en muchos países de Europa, América, Asia y África. No parece que este haya sido el carisma de $anjosemaría. Su carisma está más bien dirigido hacia las clases altas y a las actividades importantes. Poco o nada tenía que aportar, ni me parece que aportó, en tema de servicio doméstico. Si acaso su hermana Carmen. Ese servicio por sí mismo —al contrario de lo que sucede con el apostolado de la opinión pública (a.o.p) — ni siquiera tiene la consideración de apostolado. Tiene por finalidad ayudar a otras personas de la Obra, que son las que realizan los apostolados propios del espíritu del Opus Dei. Les permite sobre todo ahorrar tiempo. Ahora bien, ese ahorro de tiempo es independiente de que quien limpie los baños, fría las croquetas o pase el aspirador sea o no de la Obra. En cambio, el a.o.p. no tiene por finalidad ahorrar tiempo a las personas de la Obra o facilitarles de otra manera su labor apostólica, sino que se considera en sí mismo un apostolado.

$anjosemaría proclamaba hay que envolver el mundo en papel impreso, refiriéndose al apostolado de la opinión pública, pero en modo alguno pretendía dotar a todos hogares con sirvientas del Opus Dei, ni siquiera los hogares de los supernumerarios. Serían apreciadísimas. Las numerarias auxiliares devuelven el sueldo que se le da —si es que se les llega a dar— y no hay siquiera que darlas de alta en la seguridad social, si es que puede evitarse. Qué chollo.

Por mi parte —y enlazando con lo anterior— preferiría que se pagase mejor a las numerarias auxiliares, que tuviesen más tiempo libre y que no se les exigiese tantas horas de trabajo. ¿Es que por ello van a ser menos santas? ¡Que bah! Así, serían más las que se apuntarían a ocuparse en el servicio doméstico. Disminuiría su escasez, pienso yo. Hay que encomendar todo esto a Santa Vicenta María López Vicuña. Estoy casi seguro de que $anjosemaría no nos haría ni caso como intercesor. O, a lo mejor, sí. Como para gozar de la visión beatífica ya no necesita sirvientas… ¿Quién sabe?

Ruego finalmente, a modo de despedida, que tengáis piedad conmigo, que no me forréis, como escribía y temía mi amigo el de la carta. Entiéndaseme bien. Cuando me hago eco de lo que  dejó escrito mi amigo, abogo por que se les pague más, se las trate mejor y se mejore su estima social y se muestre el máximo respeto y deferencia hacia su oficio. Me erijo en su paladín. Abogo por que reciban un trato más justo y más humano. Nada de sustituir un trato justo y humano por agradecimientos meramente verbales y sentimentaloides sobre su abnegación, sobre lo bien que planchan las camisas, lo bien cocinan y sirven a la mesa. Abogo por que no se las considere ni se las llame hermanas pequeñas. Etc. Por ahí va la cosa. Entiéndaseme bien. Entiéndaseme bien. Entiéndaseme bien.

Gervasio