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 Tus escritos: Un mundo feliz (hacia el 19 de marzo o cualquier otra fecha).- JasonJonas

020. Irse de la Obra
JasonJonas :

Había momentos en que se era feliz en el Opus Dei... o al menos eso se experimentaba. Momentos de felicidad siendo parte de decenas de numerarios (tus “hermanos”) reunidos en una grande y cómoda sala, compartiendo un solo estado de ánimo, en aparente “paz” espiritual donde se exaltaban todas tus emociones producto de ese “fuego” en el alma que regocijaba tu conciencia… “Estoy bien con Dios”, te decías,… “Soy uno de los privilegiados elegidos por Él”… y, al ver a los demás (a tus “iguales” en espíritu), respaldabas, cobijabas y justificabas tu decisión de permanecer en el Opus Dei… Aquello confirmaba tu estadía en esta “gran empresa sobrenatural”… Gente pensante, inteligente, con toda una vida por delante pero habiendo renunciado a ella, “entregados”, igual que tu… ¡Qué generosidad aquella! (la tuya, la de ellos…), y te decías, “No estoy solo… ¡vale la pena!”…

No sé si influía, pero a manera de contexto, también muchos de esos momentos venían después del encanto de un magnifico banquete en la comida o cena (por ejemplo, de Navidad), aderezado con un buen cafecito bien caliente, entretenidos en las tertulias entre anécdota y anécdota, y sorbo y sorbo, escuchando “maravillosas obras de apostolado” que te “encendían” el alma… Eras como Pedro y los primeros 12, apóstol cristianizando a medio mundo, y en ese mundo feliz te sentías seguro, protegido, cumpliendo la voluntad divina… Así discurría aquel momento, pleno, feliz, entre bocanada y bocanada de un cigarro “Ducados” y percibiendo el humo y aroma de una pipa del de a lado, con sabor vainilla… Ahhh, calor de hogar… ¡Que feliz se era!...

El tiempo pasó (como la canción), y al ir descubriendo poco a poco la realidad del lugar donde habías fincado TODA tu vida (¿aun lo haces?), se vislumbraba hasta su claridad el tipo de “lugar” en donde estabas: Primero la viste como una “familia”, y trataste de vivir conforme a ello (pero las cosas no cuadraban del todo); luego te diste cuenta que era como una casa de convivencia, solo convivías, no fraternizabas, estaba prohibido hacerlo (lo hacías con tu familia de sangre); posteriormente la viste como una mera casa de asistencia, pagabas solo por ir a comer y dormir (dabas todo tu sueldo y más); y ya, casi al final, la reconociste como una verdadera prisión, en donde lo único en común era lo común del desazón de todo y de todos (el No a infinitud de actividades cotidianas y normales, a la pesadumbre de cada minuto entre paredes mientras tus amigos y compañeros realmente viven sus vidas, a las apariencias y la falsa caridad a flor de piel, al imperio y mandatos dictatoriales del director en turno y, por último a lo más importante, a tu supuesta “vocación” que compartes con los que viven igualmente “entregados” como tú, tus “hermanos numerarios”)…

Y es entonces cuando, la reflexión de ese mundo feliz, de esos momentos, los contemplabas con más aristas, con más amplitud: no era solo el sentirte cobijado por el fuego y calor espiritual de tus hermanos en Cristo, sino, muy recónditos en tu conciencia, pero muy vivos, habría también pensamientos como estos: “Si yo estoy hundido en esta miseria, por esta ´vocación´ mía, también lo está el de enfrente… y el otro y el otro… y bueno, estoy ´convencido´ de que fuimos los ´elegidos´ para formar parte de esta ´gran institución en Cristo´, de esta santa organización que se dice ´familia´… pero más bien me siento cobijado en... ¡mi desgracia!”… Mal de muchos…

Y es entonces cuando, antes o después, te das cuenta de que eras “feliz” solo en momentos específicos, como quien, en un instante único y particular, escucha la 9na sinfonía de Beethoven y el corazón le explota en emociones... Pero lo fugaz del momento (y efímero tal vez), quedaba solo como una simple anécdota, por más momento que este hubiese sido… No era un estado real de paz, de felicidad, eran solo momentos de desahogo, bocanadas superfluas que eran la justificación del continuar (del continuismo en tu vida), ya sin motivo, ni ilusión, ni desafío, ni retos.

La verdadera paz y felicidad (independientemente de cualquier circunstancia de vida, te vaya bien o no tan bien en el mundo o tengas continua o eventualmente sufrimientos, como todos los seres humanos de este planeta), la da solo un verdadero estado de conciencia LIBRE (liberrísimo, diría aquel), de pensamiento PERSONAL, TUYO. Que no te diga tu director en turno (o quien fuere) que es egoísmo, tú sabes en conciencia identificarlo, nadie más que tú y tu conciencia. Aquella voluntad de decidir y elegir, cara a Dios, qué quieres hacer en este preciso instante (y los que vengan) de la vida que se te ha dado y para lo cual decides emprender tu camino…

No importa tu edad, ni importan los años. Todos los aspectos de la religión, TODOS, y todos los aspectos doctrinales del Opus Dei, TODOS, no contraponen tu libertad y decisión de conciencia: Haz lo que quieras. ¿Quieres permanecer? Adelante, ¿Quieres salir? Adelante. ¿No quieres formar parte de ellos si te están planteando tu ´vocación´ y entrega? Adelante. ¿No quieres renovar este 19 de marzo? Adelante. Que el miedo y el temor que te infundan -y que tú mismo te infundes- no sea nunca tu obstáculo y/o el factor de tu decisión. Si es necesario mejor ¡huye de ellos! (cuanto más lejos mejor), que te consideren “cobarde”, allá ellos y sus conciencias… Dios no te obliga, te obligan ellos.

La “entrega” que te formulan son PAMPLINAS, tu ENTREGA a Dios y tu autentica vocación de servir a Dios puede ser en TODO lugar, pero nunca lo será en donde te INDUCEN a ello, y en ello, el Opus Dei es experto en hacerlo.

El mundo feliz del Opus Dei es una Falacia. La vida se compone de momentos, sí, pero en todos hay un trasfondo, un soporte de tu elección, una actuación siempre LIBRE que NO la hay en el Opus Dei. Y esos momentos de felicidad (y los que no lo son) deben tener un sustento REAL, un “piso” real que fundamenta lo demás. Si partes del engaño de tu supuesta “vocación” elegida desde toda la eternidad y traducida por tu "supuesto" amigo en turno (que, por mera coincidencia natural de encuentros sociales viniste a topar con él o con ellos, y, desde ese momento, de forma perversa, “te echaron el ojo”, no dudes de ello), nunca tendrás ese sustento, por más años que pases dentro del Opus Dei o que pasen tratando de convencerte que realmente existe/existió. Si te convencen, se autoconvencen, y ambos vuelven al cobijo en la desgracia.

Y si en todo caso la felicidad es una falacia para todo ser humano en esta Realidad en la que existimos (nunca se puede ser verdaderamente feliz, solo en la presencia de Dios), ¿por qué vivir o seguir viviendo con un planteamiento de entrega que nace del engaño y en una organización con TODOS los elementos de una secta? Hay muchas mas opciones que Dios y esta vida te traza.

Si el camino fuera el Opus Dei para procurar y procurarnos este mundo feliz (el de Cristo para los que creemos en Él, con su cruz de por medio), ¡menudo mundo sería!, basta ver el alcance poquitero de su “gran labor de bien" (¿y qué tal el poderío $$$?, ese sí, sin lugar a dudas) en contraste con el palpable mal que han emanado en sus años de existencia.

¿Realmente deseas vivir o seguir viviendo aquí? Yo creo que no… no te dejes convencer.

JasonJonas


Publicado el Wednesday, 11 March 2020



 
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