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 Tus escritos: El libro-entrevista a Ocáriz.- Antonio Moya Somolinos

125. Iglesia y Opus Dei
Antonio Moya :

El libro-entrevista a Ocáriz

Antonio Moya Somolinos, 22/07/2020

Queridos amigos:

Por el contenido de esta web se ve que hay abundantes temas en este momento. Habría que escribir ríos de tinta para que quede constancia de toda la porquería de esa institución, de modo que, cuan repelente de mosquitos, ayude a todo el que sea posible para conocer la otra campana y tener la oportunidad de discernir adecuadamente y formar una opinión responsable acerca del Opus Dei, y no solo lo que le cuenten en la versión oficial.

Yo me voy a fijar ahora solo en una pequeña cuestión: el libro-entrevista a Ocáriz recientemente publicado. Prometo leerlo en cuanto tenga más tiempo. Tengo curiosidad por seguir las andanzas del Opus Dei para saber en qué acaba todo esto. De momento solo he leído la lectura de muestra que se ofrece en la web del Opus Dei. Con lo que he leído tengo la sensación de que es un libro más de palmeros y soplagaitas, como aquellas entrevistas que les hacían a los ministros de Franco, en donde el entrevistado comenzaba apostillando “me alegra que me haga esa pregunta porque me da ocasión de hablar de bla, bla, bla…”.



Una entrevista preparada, para un público entregado de antemano, una ocasión de soltar, en forma de pregunta y respuesta, cuan catecismo, el mismo rollo de siempre, una ocasión más de actuar hipócritamente, ya que Ocáriz es el paradigma del sepulcro blanqueado, pues lleva inmerso en la mentira desde toda la vida. Muy manso y tiernamente sonriente en las fotos institucionales de la página web de la prelatura, pero ya sabemos cómo actúa y cómo se las gasta. Como botón de muestra podemos recordar el pollo que le montó a Agustina López de los Mozos con el insólito disparate de la protección de datos. Por sus obras los conoceréis.

Lleva inmerso en la mentira desde toda la vida. Para empezar, se presenta a sí mismo y ante todo el mundo como “prelado del Opus Dei” cuando eso es mentira, pues el Opus Dei no es una prelatura personal. Lo que es prelatura personal es la prelatura personal de la Santa Cruz, de la que él es prelado, a la vez que presidente general del Opus Dei, indisolublemente vinculado a la prelatura de la Santa Cruz, no solo porque los seminaristas de dicha prelatura tienen forzosamente que ser miembros del Opus Dei (agregados o numerarios), sino porque en los estatutos de dicha prelatura se establece cómo ha de ser la cooperación orgánica de los miembros laicos del Opus Dei con dicha prelatura.

Podríamos preguntarnos qué más da que el Opus Dei sea prelatura o que no lo sea, cuando lo que importa es la vida espiritual de la gente.

No da igual, al menos si convenimos que debemos vivir en un mundo donde rija el Derecho, y no la ley de la selva, la mentira o la arbitrariedad. No es lo mismo ser miembro de la prelatura personal de la Santa Cruz que miembro laico del Opus Dei, no es lo mismo. Y del modo de ser de las cosas se derivan consecuencias, también para la vida espiritual de las personas. No seamos superficiales, no es lo mismo.

A la prelatura personal de la Santa Cruz solo pertenecen unos dos mil tipos, todos ellos curas, ya que las prelaturas personales, según el Derecho, es decir, según el artículo 294 y siguientes del Código de Derecho Canónico, están compuestas exclusivamente por los presbíteros y diáconos incardinados en la prelatura, de la que el prelado es su Ordinario.

O lo que es lo mismo, que la prelatura personal de la Santa Cruz es una entidad exclusivamente clerical, sin laicos, sin “propio populo”. Nada que ver con la milonga con que les engañan constantemente a los miles de miembros laicos del Opus Dei cuando les hablan de “su prelado”, cuando en realidad es “su presidente general”, el de la entidad asociativa Opus Dei a la que están apuntados y con la que les une un leve vínculo civil, no religioso, como queda de manifiesto en el artículo 125.2 de los Estatutos: “La jurisdicción de que goza el Prelado es plena tanto en el foro externo como interno respecto a los sacerdotes incardinados en la Prelatura; en cambio en cuanto a los laicos incorporados a la Prelatura, esta jurisdicción se extiende sólo a lo que se refiere al fin peculiar de la Prelatura”.

Cualquiera que tenga ojos para ver entenderá perfectamente que esa “jurisdicción plena en el fuero interno” es un modo eufemístico de decir “esclavitud”, absolutamente ajeno al espíritu cristiano que defiende la libertad de conciencia. Nadie en la Iglesia puede tener potestad sobre el fuero interno de nadie.

También entenderá que al extenderse la jurisdicción del prelado, en cuanto a los laicos – que no pertenecen a la prelatura sino que solo se incorporan a ella como cooperadores orgánicos - , “solo al fin peculiar de la prelatura”, es decir, a una mera labor pastoral de ayuda a la Iglesia jerárquica, esto equivale a decir que el prelado solo tiene jurisdicción sobre los laicos del Opus Dei en el fuero externo y en materia organizativa de medios de formación doctrinal cristiana.

Dicho de otro modo y empleando la expresión de san Josemaría Escrivá de Balaguer, “el Opus Dei es una gran catequesis”. Pues bien, la jurisdicción del prelado de la prelatura de la Santa Cruz sobre los laicos del Opus Dei, de los que es presidente general, consiste solo en organizar un poco la catequesis y susurrarles al oído palabras de amor, como Nat King Cole, no más. Todo lo que rebase esto, son milongas.

Esto no quiere decir que las catequesis sean un cachondeo. Hay que tomarse en serio las cosas, pero el Opus Dei no es más que una mera catequesis en la que el compromiso de los laicos con la misma es levísimo y puede ser rescindido en cualquier momento y sin ningún problema ni reproche, sino simplemente como se rescinde cualquier contrato civil entre personas civilizadas, es decir, por rescisión unilateral de una de las partes.

En el Opus Dei es poco menos que pecado ser críticos. Por eso, como borregos, todos los laicos del Opus Dei siguen creyendo que pertenecen a una prelatura personal cuando en realidad pertenecen solo a una asociación en la que ni siquiera te dan un papel diciendo que has pertenecido a ella cuando la abandonas (estoy hablando exactamente de mi experiencia personal ocurrida el 11 de julio de 2016). Por tanto, si después de 42 años en el Opus Dei, como los que me tiré yo, resulta que te vas y no consta en ningún documento externo que has pertenecido a esa institución en los 42 años anteriores, os podéis imaginar la nula fuerza del vínculo con la asociación Opus Dei que tienen los laicos pertenecientes a la misma. Simplemente son una lista de catequistas, de modo que el que se va, simplemente es un nombre que se tacha, no más.

Los laicos del Opus Dei no saben que su única vinculación con el Opus Dei es formar parte de una mera lista de catequistas, y que incluso su nombre no deja ni rastro si se cumple la legislación del Derecho al Olvido y de la Protección de Datos de Carácter Personal.

Está claro que no es lo mismo pertenecer a una prelatura personal que a una entidad asociativa llamada Opus Dei, y que supone una gran mentira institucional presentarse como “prelado del Opus Dei” cuando la “prelatura personal del Opus Dei” es un término voluntariamente equívoco y falso, pues ni el Opus Dei es prelatura personal, ni las prelaturas personales tienen “propio populo”, esto es, miembros laicos, ni la “prelatura personal del Opus Dei” tiene 92.000 miembros, sino solo unos 2.000, y a trancas y barrancas, pues cada año se ordenan menos, y como para ordenarse sacerdote de la prelatura de la Santa Cruz hace falta llevar en el Opus Dei al menos 9 años, aunque ahora la prelatura se nutre de las rentas de hace 9 años o más (cuando pitaban bastantes más que ahora), cada vez van a tener más difícil el recambio de efectivos, pues los curas de la prelatura son cada vez mayores, bastantes de ellos ancianos, van muriendo y no va habiendo numerarios que vayan ocupando las vacantes. Aparte de otros que quedan inutilizados, como Cociña; y otros, los mejores, que se les van, como Manglano.

No lo he podido comprobar, pero me han llegado macutazos en el sentido de que esa “unidad monolítica”, tan cacareada, de la prelatura (“firme, compacta, segura”), últimamente no es tan monolítica, y que hay cierto nerviosismo (y facciones) entre los curas de la prelatura, al menos entre los que no son tontos, que los hay, porque la situación es objetivamente insostenible. Curiosamente, y habiendo pasado desapercibido el nombramiento, sin estar gagá, Ocáriz nombró el 14 de mayo de 2019 vicario auxiliar a Mariano Fazio. ¿Por qué? Nadie lo sabe, pero no es normal que mientras que Ocáriz sigue presumiendo de jugar al tenis, se vea en la “necesidad” de nombrar un vicario auxiliar para unos cometidos que nunca se han llegado a saber, y solo dos años después de ser nombrado prelado.

En enero pasado Ocáriz y Fazio fueron recibidos por el Papa y no hubo el más mínimo comentario acerca de la visita. Solo un breve comentario de Francisco animándoles a imitar a los primeros cristianos. Me imagino que no hablarían de los peces de colores. La entrevista fue muy corta. Luego vino el coronavirus, pero ya veremos qué vendrá después de ese forzado paréntesis sanitario.

En este año se prevé que el Papa, tras siete años de trabajo intenso, reforme la curia romana, y se espera que eso afecte a unos 20 altos cargos (cardenales) del Vaticano. La reforma afectará primero a la cúspide; luego irá más abajo. Sospecho que la pertenencia de las prelaturas personales a la congregación para los Obispos tiene los días contados.

¿Tiene esto alguna repercusión práctica? Por supuesto que sí, si no, al tiempo. Incluso cabría pensar si no vale la pena suprimir la figura jurídica de las prelaturas personales habida cuenta de que pocas son las “necesidades pastorales especializadas” que motivaron su existencia cuando en estos casi 40 años no ha sido necesaria la creación de ninguna prelatura personal, y la única que hay, hace lo mismo que antes de serlo con el agravante de que dice que es lo que no es.

Perdonad mi rollo. Vuelvo al principio. Ocáriz es un tipo que tiene totalmente anulada la credibilidad personal. Los del Opus Dei están anestesiados con él, pero fuera no pinta nada. En esta vida se podrán hacer cosas malas. Pero mentir, nunca, y menos si nos consideramos discípulos de Cristo, que es LA VERDAD. Quizá de los pocos puntos de Camino que me parecen buenos de verdad está ese que sostiene que hay que defender la verdad, aunque eso nos lleve a morir. Parece que tanto san Josemaría como sus discípulos se olvidaron pronto de esto.

Vivir en la mentira es lo peor que se puede hacer en esta vida. Es incompatible con la conciencia. La polisemia, la restricción mental, el silencio cómplice, la mentira, la ocultación interesada de la verdad por fines espúreos, lo que en el Opus Dei llaman “pillería”; todo eso no debe caber en la vida de un cristiano o de una institución que se dice cristiana. No es necesario vivirlo por miedo a un castigo judicial, sino simplemente por dignidad y por amor a Cristo. Para mí, lo peor del caso McCluskey no fue que un cura numerario se liara sexualmente con una mujer casada utilizando el confesonario o la dirección espiritual como excusa para ligar. Para mí eso, siendo aberrante, no fue lo peor; lo peor fue el silencio comprado por la prelatura del Opus Dei al precio de casi un millón de dólares y sacar el tema a la luz cuando el protagonista ya no se podía expresar debido a una enfermedad degenerativa mental.

Lo peor del caso Cociña (a quien conocí personalmente cuando él estaba en la Delegación de Sevilla) no es que el referido sacerdote les tocara los güevos o lo que fuera a los chicos del centro de estudios prevaliéndose de su condición de director espiritual. Con ser algo aberrante y repugnante, no es lo peor. Lo peor es el silencio cómplice de la prelatura de la Santa Cruz durante años, encubriendo estas cosas.

Lo peor es la corrupción de una institución de la Iglesia que debía servir al Evangelio y ha terminado teniendo tintes de organización criminal a base de mentir sistemáticamente y de encubrir cosas así, en algunos casos con una perseverancia atroz, como en el caso Gaztelueta.

Y aquí no acaba todo. En la carta apostólica “Vos estis lux mundi” de 7 de mayo de 2019, el Papa habla de TRES tipos de violencias que hay que erradicar del seno de la Iglesia: los abusos sexuales, los abusos de poder y los abusos de conciencia. Las actuaciones llevadas desde mayo de 2019 hasta ahora por la Santa Sede, y que han culminado con la publicación del reciente Vademecum sobre abusos sexuales, es solo el comienzo de un ambicioso plan del Papa para atajar todo género de violencias dentro de la Iglesia. Faltan por abordar de modo pormenorizado los abusos de poder y los abusos de conciencia, sobre los que la prelatura de la Santa Cruz y el Opus Dei van a tener que dar más de una explicación en un futuro próximo. Convertir la religión en algo tóxico es lo peor que puede pasar.

Bueno, lo dejo aquí. Agradezco a todo aquel que haya llegado hasta el final de esta carta haber soportado este rollo. Un abrazo y buen verano.

Antonio Moya Somolinos.

                                                                <<Continuación>>

 




Publicado el Wednesday, 22 July 2020



 
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