Querido Mateo: He leído tu carta publicada en esta página y te ofrezco mi opinión.

Pienso que, en el momento actual, el modo de actuar del Opus Dei respecto de los que se han ido es de olvido total, en parte porque funcionan como una verdadera secta, que actúa de esa manera con quienes la han abandonado, como si nunca hubieran existido.

Tiempo más tarde, quizá se acercan “tímidamente y discretamente” a algún exmiembro, más que nada para sacarle la pasta que quedó por sacar cuando era miembro y para tenerlo como cooperador. Ellos ven como infieles a quienes se han ido, y por ello, con desconfianza...

En esa situación, más vale tenerlos a favor que en contra. Pero no dentro. Mera táctica política. No te quiero ni decir si el exmiembro es una persona de cierta importancia en la vida política o económica… Siempre han valorado mucho las relaciones con el poder, sea en la vida civil o en la vida eclesiástica. Al fundador se le hacía el culo pepsicola con el cardenal Segura, por ejemplo, fundamentalmente porque este eclesiástico neurasténico tenía bastante poder en su momento. Hay datos que no voy a dar aquí pero que son muy interesantes.

Ahora bien, lo que tú planteas es diferente, pues vienes a decir que “la sombra del Opus Dei es alargada”. Mi experiencia personal es distinta a lo que tú narras. No niego que hace años actuaran así. Hay testimonios de hace bastantes años, como el caso de Miguel Fisac, en los que parece que le hacían la vida imposible a quienes abandonaban la institución.

Mi opinión es que actualmente esto no pasa de modo generalizado, en parte porque llevan bastantes años “padeciendo” la transparencia de parte de OpusLibros y no hay nada peor para el Opus Dei que Internet, por el cual sus andanzas llevan quedando patentes ante todo el mundo desde hace bastantes años y – aunque no quieran – no están teniendo más remedio que modificar a regañadientes sus métodos sectarios y sustituyéndolos por otros más “discretos”.

Mi opinión es que sobre todo hay que tener cuidado con los socios inscritos. No me refiero solo a los que ocupan cargos en las delegaciones o comisiones, sino a otros que no son conocidos como inscritos pero son como una especie de “policía secreta” que actúa a la sombra y tiene contacto directo con los responsables más altos de la institución.

Esto no nos debe extrañar. En todos los regímenes políticos y en las organizaciones de cierta entidad siempre hay unos comisarios políticos cuya misión es observar desde abajo para tener informadas a las cúpulas acerca de si hay cierto malestar en las bases.

En la extinta Unión Soviética, el portero de tu bloque podía ser un comisario político. En Cuba pasa esto actualmente. En la España de Franco también pasó. En los bancos, también. Hasta la más pequeña empresa tiene prevención frente al espionaje industrial.

Esto no son cosas de novelas. En una organización jerarquizada piramidalmente, es importante saber cómo están las bases. Los socios inscritos del Opus Dei cumplen en cierta medida ese papel. Son un atajo de comunicación con la más alta dirección. Imagínate que en el seno de una Delegación empieza a producirse lo que en el Opus Dei llaman una “falta de unidad”. Evidentemente, a quien dirige la institución le hace falta tener información de primera mano.

Tampoco hay que olvidar que en el Opus Dei siguen practicando “la labor de pasillo” con gentes que les puedan parecer de interés para su institución. No hay que olvidar que en el Opus Dei lo primero es la institución y después las personas. El fundador repitió hasta la saciedad que los miembros debían buscar identificarse con la institución: “Debes hacer el Opus Dei siendo tú mismo Opus Dei”, no tener otro fin en la vida que “hacer el Opus Dei en la tierra”.

Una manifestación de esto es que, mientras que otras instituciones de la Iglesia han enviado misioneros a otros países para extender la fe en Jesucristo, el Opus Dei los ha enviado para extender el Opus Dei, lo que ellos llaman “puntos de ignición”. En este sentido, vemos otro síntoma de su decadencia en el hecho de que desde 2011 no han empezado en ningún nuevo país. El último fue Sri Lanka.

Mi consejo es este: Analiza quienes del Opus Dei que conozcas te siguen queriendo como persona, queriéndote a ti, no a tu patrimonio o a tus influencias temporales. En una palabra, quienes son tus amigos. Descubrirás que son muy pocos. A esos, hazles caso y quiéreles como amigos.

De los demás, olvídate. Ya te los encontrarás en la vida eterna (si ellos van, porque con cumplir el plan de vida no van a comprar el cielo; el cielo se “compra” amando a Jesucristo y al prójimo).

Y por supuesto, del Opus Dei como institución, olvídate del todo. Quizá préstale atención como mero fenómeno sociológico en la Iglesia, como pudieron ser los templarios o los cátaros. En todo caso, préstale atención al Opus Dei en la medida en que puedas ayudar a otros a descubrir la verdad sobre esta institución (que desde el Opus Dei se les oculta), por una razón elemental de amor al prójimo, lo que exige un afán por ayudarle a descubrir la verdad para que pueda decidir con libertad, no para decidir tú por él.

En consonancia con lo anterior, y echados fuera los fantasmas que amenazan tu ánimo, te deseo y te recomiendo que procures ser muy feliz. La propia felicidad no es solo fin; es camino para hacer felices a los demás. No hagas caso – si es real su actuación – a esos espías de pacotilla. Déjales que sigan enredados en sus gilipolleces. Al fin y al cabo, parece que esa es su “vocación divina” y parece que quieren seguir esa vocación hasta la muerte. Al final les espera el Valhala con el ñoño de san Josemaría y su saxum del Portillo. Probablemente, en el cielo, tengo entendido que hay una “morada” especial para los del Opus Dei, en la que estarán de permanente tertulia con su fundador.

Déjales. Al fin y al cabo, aunque en cuanto al cielo, “ni ojo vio ni oído oyó” parece que los del Opus Dei saben algo más por revelación divina, que se le olvidó revelar a Dios antes de la muerte del último apóstol. Para algo son “hijos predilectos de Dios” y meditan el salmo 2 todos los martes.

Un fuerte abrazo y disfruta del verano, que se acerca una nueva oleada del coronavirus y puede que en este país no quede ni el apuntador.

Antonio Moya Somolinos.