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 Correos: Reformulando al santo.- Jason Jonas

070. Costumbres y Praxis
JasonJonas :

Reconozco que algunas veces cuando envío algún correo pienso: “¿Habré sido demasiado duro o crítico?”, porque es muy fácil serlo en muchas ocasiones. Siempre será más sencillo resaltar los aspectos negativos de una persona (o de un hecho) cuando ya se tiene cierta aversión a este y en ese sentido es fácil “hincar el diente” como se dice por allí.

 

En cada escrito procuro ser muy objetivo (reconocer hechos y no dejarme llevar por juicios de valor) y en esos momentos me digo: “Bueno, no seas tan incisivo, trata de destacar elementos positivos y no seas tan enfático en lo malo”, pero al pretender tener esta óptica leo correos recientes e inmediatamente ratifico no solo el haber sido un tanto crítico sino que probablemente me haya faltado mucho más (en ese momento amigos y amigas del Opus -por practicidad no agregaré el espacio abierto en alusión al correo anterior- todas mis dudas acerca de mi nivel de crítica se disipan)…



Y es que hablar de lo bueno en una institución de la iglesia no necesariamente es el camino (suena más a vanagloria) porque es algo que de suyo se espera que realicen. No digo que no sea bueno pero lo bueno se asume (y para resaltar lo bueno están ya ustedes haciéndolo de manera más forma estupenda -y tal vez exagerada- en su página web) pero ¿y lo malo? Cuando una institución -cualquiera que sea- tiene cosas buenas pero en esencia tiene cosas malas (como es su caso) se debe ser muy categórico en ello y comunicarlo a los 4 vientos.

 

Bueno, después de este preámbulo, al tema. A lo largo de mi vida, desde pequeño y de una manera sencilla recuerdo algunos santos y modelos de vida religiosa que llegué a conocer. Por ejemplo, a san Francisco de Asís tengo memoria de una película justo cuando se despoja de sus ropas y de sus bienes -en presencia me parece que de su padre- para entregarse a Dios, a san Martín de Porres lo conozco por las visitas que hacía mi padre a su iglesia, a San Agustín y a Santo Tomas de Aquino por haber leído algún libro que me gustaron mucho, y al beato Marcelino Champagnat por la escuela, entre otros. Y bueno, ya adentrado en la juventud, a José María Escribá, en aquel entonces siervo de Dios.

 

Y cada vez que pienso en cada uno de ellos de inmediato me viene a la mente ese primer pensamiento característico que me vincula a la razón de su santidad: En San Francisco pienso en su pobreza, por verlo realmente desprendido de todo lo material y conviviendo con los animales (en algunas imágenes así se ilustra), en san Martin pienso en su humildad con la escoba en sus manos, en san Agustín pienso en su afán genuino de búsqueda de Dios y en sus tropiezos, pecados y errores que el mismo reconoce haber hecho (su mayor acierto, el reconocerlo), en santo Tomas en su inteligencia metiendo su cabeza en el sagrario (¡ilumíname! creo haber leído que decía) y en el beato Marcelino en su dedicación a los niños y su labor educativa. Y cuando pienso en san José María lo que de inmediato me viene a la cabeza es… perfección... pero la que te vende una persona sobre sí mismo…

 

Todo lo que se escribe de la vida de san José María Escribá es perfección: Era perfecto en la vivencia de sus virtudes, en el amor a Dios, en su devoción a la Virgen María, en su generosidad hacia los demás… heroico pues en todo. Lamentablemente al conocer un poquito más acerca de él se da el efecto contrario: Cuando más se trata de hacerlo ver perfecto cuanto más surge la aversión a su persona por saber que esto es invención y mera ficción.

 

¿En la vida cristiana se trata de ser perfecto? Bueno, ese es el ideal (sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto). Pero ser perfectos -al menos es la fe cristiana- es saberse todo lo contrario y reconocerlo una y otra vez. Como escuchaba en los tiempos del Opus a manera de chiste: Decía el religioso “pasé 30 años luchando por ser humilde y por fin lo he conseguido…” (pareciera este el camino de su santo).

 

Aun con el poco conocimiento que tengo acerca de los franciscanos, dominicos, agustinos y maristas, la percepción de sus santos es realmente auténtica, pero al pensar en el Opus no se piensa en santo real, no hay nada que su santo hiciese en vida y que se comunique de ella que logre esa conexión con mi vida precisamente por verlo como modelo de perfección: Todo lo que hizo lo hizo bien… cuanto más en su humildad… (que él mismo reconociera o que alguien reconociera -háblese de directores, sacerdotes y llevadores de mi charla fraterna- el haberse equivocado jamás lo escucharon mis oídos…). Esta es la triste imagen que me sobresale de san Jose Maria

 

Amigos y amigas del Opus, ¿no podrían reconocer un poco que a lo mejor no todo el tiempo Jose Maria no era para nada humilde y otras cosas? La humildad del que se sabe reconocido y alabado por todos no es verdadera humildad (aquellas tertulias multitudinarias hablando de sí como el más grande pecador pero a la vez se reconoce en sus poses aires de grandeza siendo aclamado en aplausos por todos). Es como la magnanimidad del poderoso mientras nadie toque su poder o la generosidad del rico que se desprende de lo que le sobra. Mencioné en alguna ocasión que no dudo de su amor a Dios (lo percibo como una virtud genuina en el), pero vaya que por otro lado era muy vanidosín, pretencioso, soberbillo y muy berrinchudo el señor.

 

Aquí un pequeño ejemplo de lo vanidoso que era (y que ya ha sido muchas veces mencionado, pero lo reitero porque todo esto requirió del hoy santo plena consciencia de un seguimiento puntual de gestión detallado antes las autoridades correspondientes y hasta que el objetivo se hubiera completado):

 

1. Llamarse Jose Maria pero pegarse el nombre a Josemaría (¡si sonaba exactamente igual para profesar el amor tanto para uno como para el otro!, como se nos "vende" la cuestión).

2. Modificar el Escriba por Escriva (burda mera estética).

3. Puntuar el Escrivá (para más caché...).

4. Agregarle el “de Balaguer” (dándose prestancia a la usanza de los nobles).

5. Seguir hasta el “Albás” para más ostentosa la cosa (aunque sea un apellido más creo).

6. Y pa´colmo hacerse nombrar ¡Marques de Peralta! (como todo un señoringo de abolengo…).

 

Siete pasos conscientes para lograr tu nombre perfecto: San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás (Marqués de Peralta)... No es algo banal amigos y amigas del Opus, al contrario, es pura vanidad (para ser leído y nombrado -sabiéndose el fundador y figura “importante” de algo- por los años venideros con este nombre…). ¡Qué más da, hubieses podido ser simplemente Don Chema o San Chema y ¡sanseacabó! Pero este nombre no es acorde a tan magnífica obra… ¿Cuál era su afán? ¿Cuál era su propósito en tan elaborado y campanudo nombre? ¿Ser recordado como con mucho estilo distinguiéndose de los santos corrientes del populo? ¿Ser el primero Josemaría del santoral? Vaya usted a saber cuál era su propósito pero el hecho allí está…

 

Pero el problema para el Opus no es ese porque ¿qué humano no es así? Todos tenemos infinidad de defectos y alguna que otra virtud, y todos luchamos en ello ¿no? ¿Acaso san Francisco o cualquiera de los mencionados santos no tendría su carácter y momentos nada admirables…? Por supuesto, ¡somos humanos! (sería ingenuo no asentar en ello). El problema del Opus es que no habla jamás de ello. Está bien que le tengan cariño a su santo fundador y que hablen bien de él (quien vende malo escuchamos) pero en los santos -ni en nadie- las cosas funcionan así…

 

Recuerdo que viviendo en una residencia abierta a estudiantes -antes de entrar a impartir algún círculo o algo parecido- un residente me hizo el comentario (entre bromas) acerca de que, más que devoción, era idolatría lo que hacíamos hacia el que llamábamos “nuestro Padre”. Me parece que no le hacía nada de sentido que jóvenes universitarios tan distintos entre sí habláramos al unísono de la perfección de un señor del que no encontraba relación alguna y le refiriéramos con tanto alarde de perfección y ejemplo en todo… Nuestro padre por aquí, nuestro padre por allá, nuestro padre hasta en la sopa… Recuerdo que en ese entonces tal vez me justifiqué porque no veía otra cosa, pero ese comentario me quedó allí, en lo profundo de mi corazón y se mantiene vigente al paso de décadas... ¡Cuánta razón tenía aquel residente!

 

Como ser humano ¡¿quien quisiera seguir a alguien que se comunica perfecto en todo?! Nadie... Es como si conocieras al que se cree la “joyita” de la clase y que “se las sepa de todas todas” diciendo y contestando todo lo que cree correcto, no dando oportunidad de contestar a nadie más… Y aunque tuviera razón diría uno: “¡Pero qué pedante es este sujeto! Prefiero equivocarme a estar al lado de un señor tan pretencioso.”

 

“Árbol que crece torcido jamás se endereza” dice el refrán. Pero para el santo del Opus: “Árbol que nace perfecto jamás se enchueca”… La figura del santo creció de origen perfecta -impulsada por él mismo- y ahora para enchuecar lo que debió ser natural en su origen ya no es tan sencillo. Bueno, sí es sencillo pero se requiere humildad.

 

Amigos y amigas del Opus, reformulen a su santo, ¡comiencen a hacerlo! (de poco en poco o de forma drástica), de verdad podría tener mayor congruencia de fondo para así apreciar incluso las virtudes que sin duda tenía el buen Jose Maria (tendrán más éxito en su conocimiento y aceptación). ¿A qué le temen? ¿Cuál sería el problema en reconocer que a veces se comportaba como un auténtico pelafustán, vulgar y nada caritativa persona? Si todos vamos en este camino siendo seres humanos con defectos y virtudes, ¿no sería mejor que no tuvieran miedo a hablar de ello? Miedo no es el obstáculo, sino la humildad en reconocerlo.

 

¡Rompan su paradigma! Es y está únicamente en ustedes. Es bueno (y hasta sabio) reconocer a Jose Maria con multitud de defectos ¿o es que no ofendió a nadie en su vida? Ya no se desgasten en quemarse los sesos defendiendo a capa y espada su pulcritud. Claro que los santos son modelos a seguir pero todos somos propensos a los defectos, ¿o no? (qué habría escrito de san Jose Maria en los defectos de los santos Jesus Arteaga si fuera el caso?)

 

Después de todo estos años (y 8 largos años de ser numerario) no tengo absoluta empatía con el hoy santo de una institución a la cual pertenecí y di mi vida en años de juventud (y de verdad nunca he tenido ningún rencor o encono y esos años en consciencia los aprecio por otras razones muy diferentes a lo que era el Opus). Y es que cuanto más es la pretensión de encumbrarlo cuanto más se ve a un personaje hueco que pudiera asemejarse al fraile del chiste. Y qué curioso que tengo más empatía con un santo del cual jamás me he acercado a ningún monasterio ni jamás me he planteado una vida como monje, tan solo por ver más autenticidad en una persona habiendo visto una película de él décadas atrás…

 

Amigos y amigas de Opus, apegarse a la realidad es lo más sensato, reformulen con humildad este y muchos aspectos de su santo y de su obra, tendrán al menos un poco de credibilidad y créanme, también dejarán de hacer muchas diabluras en su camino, ¿no lo creen?

 

JasonJonas




Publicado el Wednesday, 23 September 2020



 
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