Queridos lectores.

Las últimas semanas he estado leyendo y “meditando” vuestras ricas aportaciones. Me he decidido a escribir para constatar aspectos que, aunque todos sabemos, estaría bien recordarlos. No fuera el caso que nos olvidáramos. Claro está que ninguno de vosotros lectores de fuera o de dentro, jamás olvidará su experiencia. Aun así dejadme que deje fluir mis ideas...

Lo que más me ha chocado ha sido el despertar de muchos ante el relato de Clic-Clac y el de Increíble. ¿Cómo es posible que un numerario/a afirme: “lo que cuenta Clic-Clac sobre la hija numeraria de su amiga es exacto a lo que me pasó a mí? Ved, los patrones, todos los patrones se repiten. Dentro y una vez fuera. Los daños personales irreparables son idénticos. Las rémoras son idénticas. La desorientación de las familias igual en todas. Muchas veces la rotura o el distanciamiento entre la pareja y los otros hijos.

En los últimos días he leído en algunas aportaciones, como se realzan los valores positivos de la institución. Intuyo que tales afirmaciones obedecen más a un deseo de paz interna que a la existencia de valores positivos en la obra. No dudo que los haya. Otra cosa es que en una balanza, carecen de peso específico. Y el mal se debe combatir con exceso de bien, cosa que no he experimentado casi nunca allí. No quisiera parecer insensible al bien, porque no lo soy. Pero me salta a la mente una pregunta y ahí la dejo: ¿Hay algún aspecto bueno o positivo en el Opus Dei? Según mi punto de vista, teológicamente se enseña un conjunto de verdades como si fueran dogmas. Y no lo son. Gran parte de las enseñanzas son preconciliares. Se profundiza más en la pompa y boato que en el verdadero espíritu de amor a Dios, pues, aunque se diga lo contrario, una vez se ha desgranado la paja, tarea larga y fatigosa, queda o debería quedar el amor a Dios. Sólo.

La realidad en los ex, es que queda más grabada la ornamentación, gesticulación y los detalles externos que el hecho de poder hablar del amor a Dios. Entablar una conversación llana con un ex muy querido por mí es poco menos que imposible. Yo hablo de amor, de compartir, de ayudar, ser solidario, ser parte del pueblo de Dios, de la comunidad cristiana, de la parroquia… y él habla teológicamente sin poder o querer descender a la tierra de todos. Teología de grandeza. No de humildad.

He recibido hace pocos minutos, un whatsapp que simplemente cito por la profundidad y veracidad: “La santidad no es la oración, ni las visiones, ni las revelaciones, ni la ciencia de hablar bien ni los cilicios ni las penitencias y mortificaciones. La santidad es la HUMILDAD”. ¡Creo que se entiende! Me choca, aunque a estas alturas intento pasar por alto este detalle, que la manera de hablar, de moverse, de sentarse, de andar, siempre obedece a un patrón imitador de otros determinados numerarios/as que han hecho mella en su psique .A eso le llamo imitación en el camino que busca la incierta santidad. Si llegar a ser santo se basa en estos gestos, creo que el enfoque o los enfoques de la obra no están focalizados.

También me chocan los casos de pederastia salidos a la luz y “los que de momento están en las tinieblas, pero, estad atentos porque saldrán” He vivido un GRAVÍSIMO caso cerca de mi tierra. El tiempo es asintótico al olvido, pero…deja huella el hecho en sí y el silencio que reina entre los todavía “seres” de la cosa. Esta persona parece no haber existido nunca. Del mismo modo que pasa cuando un numerario/a cambia de centro o sale definitivamente de él y de la cosa. Hasta para un familiar próximo sería un trabajo detectivesco poder afirmar que allí vivió su hijo/a. Me choca la “gran capacidad de comprensión” que tienen los de dentro: Debería ser así, pero quien conoce la diferencia entre mandato, indicación, consejo, norma, sugerencia… Nunca he llegado a saber qué es cada cosa. Y creo que ellos/as tampoco.

Me chocan los cambios en la importancia dada a cada escalafón: en 1950 apenas había agregados ni supernumerarios. Sólo los numerarios eran los verdaderos religiosos, con compromiso y/o voto (1) de celibato. Como dice Camino: la clase dirigente, la plana mayor, los “mandatarios”. El resto: la mal llamada “clase de tropa”. Categorizar y crear escalafones era una de las armas “militaroides” del fundador. En sus delirios de grandeza y morbosa perversidad, el fundador no practicaba precisamente la humildad. ¿Cómo son las personas del Opus Dei? Como todo el mundo debería ser. Sentencia breve y clara. Si nos adentramos en la actualidad, ¿Quién tuviera más agregados y supernumerarios? Aunque los agregados no son exactamente de la obra. Sólo reciben atención y “formación” (desconozco exactamente quién debería dar formación a quién) Creo que, la mayor parte de párrocos agregados sucumben a esta “formación” simplemente para tener compañía periódicamente. Los supernumerarios, en general matrimonios, tienen la ventaja de poder contarse las cosas, las experiencias, las charlas fraternas… pero a menudo hay una fosa de silencio entre ellos. Esto conduce a desvincularse uno y otra de la educación real y verdadera de sus hijos (generalmente… muchos). Los hijos son llevados a colegios de la obra, a sus clubs, a actividades dirigidas por ellos. En este caso NO ME CHOCA que el resultado educativo personal converja también en signos, métodos, posturas, ritos. A parte de la institución y un poco a sus padres y hermanos, ¿A quién o a qué conocen? No me choca que sigan la pauta.

Se marchan de casa y no vuelven más que en ocasiones muy especiales. No me choca que tengan “vocación” preparada y controlada. No me choca que muchos se ordenen a edades tempranas. ¿Qué más conocen? ¿Dónde irían? Alguien en esta web ha comentado que cuando “surge” la vocación el numerario o sacerdote de turno suele decir: ¡creo que Dios te pide más que ser supernumerario! Puedo corroborar este hecho en mi propia experiencia, cuando, a pocos meses de mi matrimonio (casi las vigilias) el sacerdote del centro donde me “atendían” dijo:…mira, yo estaba en segundo de farmacia y con novia… y ya ves: he descubierto mi vocación. En aquel momento me vino a la cabeza: ¡Pobre novia! No me choca que haya conocido un buen número de exsacerdotes y a la vez ex. Casi todos afirmaron haber sido manipulados y adoctrinados para descubrir su vocación a tempranas edades. Casi todos concuerdan en el hecho de que se ordenaron por coacción, para no defraudar al “padre”. Está clarísimo que estos hechos constituyen materia de nulidad del sacerdocio. Algunos, pocos, han llegado al Santo Padre para pedir la nulidad. El papa los ha informado que, empezar el proceso de nulidad sacerdotal es difícil, que el proceso es largo y escabroso en cuanto a revivir o ver personas o situaciones. Alguno lo ha logrado. Para algunos, han declarado nulo el sacramento del orden. Pero todo tiene su porqué. En ocasiones la obra reacciona menospreciando al ex sacerdote o ignorándolo. Casi siempre. Para aquellos en que el clérigo estuvo implicado en algún proceso decisivo interno (concesión de la prelatura personal, beatificación o canonización, simulación de que la charla fraterna – antes confidencia fraterna – casos de pederastia, ocultación de pruebas, descubrimiento de la falta de sigilo sacramental, etc.) después de su salida, curiosamente han sido atendidos de forma impensable por miembros y delegaciones enteras de la cosa. Aquellos con los que he tenido la suerte de poder departir y contrastar concuerdan en otro de los choques con el cual termino: dadle a vuestro/a hijo/a amor, pues dentro nunca nadie se lo ha dado. Gracias por leerme.

Yo