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 Correos: Deber de reparación.- Mediterráneo

020. Irse de la Obra
Mediterráneo :

 A raíz de los testimonios de Pacha, Antonia y Lgracem, y qué se decía de las numerarias auxiliares que dejaban la institución, que si el florista, que si el albañil, que si el lechero, que si el pastelero, que si el jardinero, en fin, casi todas las profesiones manuales excepto, como bien dice Lgracem, nunca un ingeniero, nunca un médico, nunca un catedrático, quisiera compartir aquí unas de reflexiones, con la esperanza de que algunas numerarias de las que leen a escondidas esta web, reflexionen.

Primera reflexión: me parece más que raro, me parece inverosímil, que todas y cada una de las que se marcharan lo hicieran para irse con hombres. Si esto fuera así, menuda poca vista la de las directoras que las admitieron en primer lugar, ¿no? ¿Nadie se dio cuenta de que eran, siempre según las razones de su marcha, unas obsesas sexuales para quienes nada más contaba excepto tener los impulsos calmados? ¿Nadie se dio cuenta de eso, en ninguno de los casos, cuando pidieron la admisión? Y, ¿así aguantaron 10, 15, 20, 30 años y luego, de repente, todo se despertó y se fueron con el primero que pillaron? Ni sobre el papel, que sabido es que lo aguanta todo, se sostiene eso.

Segunda reflexión: no se encuentran otras razones para la marcha de estas personas que las sexuales. Es decir: el horario de esclavitud, el cansancio inhumano, el régimen de prisión, la vigilancia 24/7, el clasismo vigente 24/7, la libertad inexistente, todo eso, siempre según las directoras, no fueron razones de peso, de hecho ni siquiera contaron. Solo contó el sexo. A lo mejor, solo a lo mejor, solo contó el sexo porque escrivá (la minúscula es a propósito) era un obseso y un reprimido sexual a quien hubieran ido muy bien a) unas cuantas sesiones de terapia, b) unas cuantas experiencias, de todo tipo, que desmitificaran aquello que tanto le obsesionaba. Y, evidentemente, transmitió su obsesión “a sus hijos e hijas”. Vaya con la herencia.

Tercera reflexión: esta va para las directoras, todavía vivas, que presenciaron y hablaron de la salida de estas personas. Todas vosotras, todas sin excepción, hablando de las numerarias auxiliares que se fueron, calumniasteis a personas inocentes. Esto dice el nº 2477 del Catecismo (el de la Iglesia Católica, no el vuestro), que reproduzco aquí:

2477 El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (cf CIC can. 220). Se hace culpable:

— de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo;

— de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran (cf Si 21, 28);

— de calumnia el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos.

Calumniasteis a personas inocentes. Todas vosotras, todas sin excepción, hablando de las numerarias auxiliares que se fueron, las calumniasteis. Pecasteis, guapas mías, y a lo mejor de gravedad, juzgará Dios, contra el octavo mandamiento.

Y aquí viene lo que, siempre según el Catecismo, debéis hacer:

2487 Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado. Cuando es imposible reparar un daño públicamente, es preciso hacerlo en secreto; si el que ha sufrido un perjuicio no puede ser indemnizado directamente, es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de reparación se refiere también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia.

Ahí lo dejo.

 

Mediterráneo 




Publicado el Friday, 02 July 2021



 
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