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 Libros silenciados: Visión fascista y visión sobrenatural.- Gervasio

070. Costumbres y Praxis
Gervasio :

 

Visión fascista y visión sobrenatural

Gervasio, 25/08/2021

 

La palabra fascista tiene tal carga de significados y connotaciones peyorativas que resulta difícil darle un sentido preciso, un contenido que se entienda. Escribe al respecto Yoval Noah Harari: Últimamente se ha producido gran confusión acerca del exacto significado de “fascismo”. La gente llama casi a cualquiera que no le cae bien “un fascista”. El término se encuentra en peligro de degenerar en un término de generalizado mal uso. ¿Qué es lo que realmente significa? Dicho brevemente, mientras nacionalismo me enseña que mi nación es única y que tengo hacia ella obligaciones especiales, fascismo dice que mi nación es suprema y que yo debo a mi nación obligaciones exclusivas. Mi nación es lo único importante en el mundo y yo jamás debo preferir los intereses de ningún grupo o de ningún individuo por encima de los intereses de mi nación, sean cual sean las circunstancias. Incluso si mi nación se propone conseguir simplemente una ganancia minúscula como consecuencia de llevar a la miseria  a millones de extraños en unas lejanas tierras, no debo poner reparo alguno en ayudar a mi nación. En caso contrario sería un despreciable traidor. Si mi nación lo pide, mataré a millones. Si mi nación me pide que sacrifique a mi familia, debo sacrificar a mi familia. Si mi nación me pide que traicione la verdad y la belleza, a la verdad y a la belleza tengo que traicionar...



¿Cómo evalúan el arte los fascistas?¿Cómo sabe el fascista si una película es una buena película? Muy sencillo. Sólo existe una vara de medir. Si la película sirve a los intereses nacionales, es una buena película. Si la película no sirve a los intereses nacionales, es una película mala. Y ¿Cómo decide un fascista qué enseñar a los niños en la escuela? Usa la misma vara de medir. Enseña a los niños lo que sea, en servicio de los intereses de la nación; la verdad carece de importancia (Yuval Noath Harari, 21 Lessonsforthe 21st Century, Penguin,© 2018, p. 340-341).

Respecto a la supremacía del Opus Dei sobre todas las personas y cosas, Alberto Moncada se expresaba así: la fuerza de esa dinámica imprime un feo tinte de interés a muchas de las reglas, instrucciones y actividades de los dirigentes, que no pueden dejar de ver, en cada miembro o amigo, una vaca que ordeñar. (El Opus Dei: una interpretación, p. 14).

Harari prosigue: La adoración de la nación es extremadamente atractiva, no simplemente porque simplifica muchas dificultades de decisión, sino porque lleva a las gentes a pensar que pertenecen a la cosa más importante y bella del mundo: su nación. Por desgracia, cuando la gente habla de los males del fascismo con frecuencia prestan un flaco servicio, porque tienden a pintar el fascismo como un monstruo horrible, a la vez que dejan de explicar lo que tiene de seductor. Esto es por lo que hay hoy personas que adoptan ideas fascistas, sin darse cuenta. La gente razona: “Me enseñaron que el fascismo es horrible y cuando miro en el espejo veo algo muy bonito, por lo que no puede ser fascismo.

Es un poco como el error que las películas Hollywood cometen cuando pintan a personas malas —Violdemort, Lord Sauron, DarthVader— como feos y mezquinos. Generalmente son crueles y repugnantes incluso hacia sus más leales valedores. Lo que no entiendo nunca cuando veo esas películas es la razón por la que alguien pueda ser inducido a seguir a un tipo tan repulsivo como Valdemort.

El problema del mal es que en la vida real no es necesariamente feo. Puede parecer muy hermoso. El cristianismo se dio cuenta de esto mejor que Hollywood, por lo cual el arte cristiano tradicional tiende a pintar a Satán como un hombretón guapo. Por eso es por lo que es difícil resistir las tentaciones de Satán. Por eso resulta tan difícil tratar del fascismo. Cuando uno mira en el espejo del fascismo lo que uno ve en absoluto es fealdad. (Harari, Ibid.).

Así se ven generalmente las gentes del Opus Dei. Se ven guapos y maravillosos y a la institución que los acoge y en la que militan  la llaman La Madre Guapa. Les parece estupendo que todo y todos se subordinen a los intereses y conveniencias de La Madre Guapa. Para ella todo es poco.

Me cuesta hasta proporcionar un vaso de agua a quien no ha hecho nada por el Opus Dei. ¿Era Encarnita Ortega la que lo decía?

Fijémonos, por ejemplo, en el servicio doméstico. El Opus Dei dedica sus afanes, entre otras cosas, al servicio doméstico. Hasta en OpusLibros el servicio doméstico del Opus Dei es presentado como algo que roza la perfección, que causa admiración y/o envidia las señoras que asisten, pongamos por caso, a un curso de retiro. ¡Oooohhhh!  Y lo propio acontece con los edificios. ¡Oooohhh! ¡Oh! qué fachada. ¡Oh! qué jardín. ¡Oh! cuán elegantemente visten ellos y ellas. Y si alguien va invitado a almorzar a una casa, el del Opus Dei ha de brillar por su sobriedad, si es preciso habiendo comido previamente, como exigía su doncella a Escarlata O'Hara. Y así lo demás. Todo en el Opus Dei es de relumbrón. Todo es o procura ser atrayente.

¿Qué se pretende? En el caso del servicio doméstico en modo alguno mejorar sus condiciones laborales o dignificar esa profesión heredera de la condición servil, la serva, la ancilla. Impensable que de las filas de las numerarias auxiliares salgan líderes  que reivindiquen mejoras para las de su profesión. Impensable. Y lo propio sucede con el resto de los adeptos, aunque resulte menos perceptible o evidente. A trabajar, pues, por el Opus Dei, a sacrificarse por la Madre Guapa, a conseguir dinero para la Madre Guapa, a lograr cooperadores para la Madre Guapa y por ahí p'alante. El resto importa bien poco. No se deben anteponer intereses individuales a los corporativos, ni pensar ¡pobre Fulano! si es que éste resulta perjudicado o sufre por exigencias de la Madre Guapa. Solo cabe que pensar: ¡pobre Opus Dei!

Tres cuartos de lo mismo sucede con la búsqueda de nuevos adeptos. No se pretende su felicidad, ni siquiera su salvación eterna, sino que ayuden a la Obra. A lo más, que sean felices ayudando a la Obra. El ideal es que acaben exprimidos como un limón. Si esta exigencia no resulta atractiva a alguien, tal actitud será considerada señal de falta de visión sobrenatural. ¿Y si como consecuencia de tanta defección algunos se van primero al rejalgar en esta vida y posteriormente al infierno? No pasa nada. Lo importante es que “la labor” se vaya haciendo. Se lo merecen. Cabe hasta regodearse en su desgracia. Vgr.

—Y al pobre hasta le salió una úlcera de estómago… je,je,je.

¿Y si no me apetece ir al curso anual? Falta de visión sobrenatural. ¿Y si acabo harto de tanto exigirme que invite  a colegas a cursos de retiros, retiros mensuales y círculos? Falta de visión sobrenatural. ¿Y si me importa un bledo la canonización de don Álvaro? Idem del lienzo. Debe de importar más bien poco —así, inter nos—, porque se exige con demasiada frecuencia ofrecer contrariedades por su canonización.  ¿Quiénes son los santos del Opus Dei? Un Fundador que trabajó sólo para lo que él había fundado; su sucesor que también trabajó para lo mismo; y en la lista de espera en la Congregación para las Causas de los Santos, otras tantas personas que trabajaron igualmente para el Opus Dei, que barrieron para casa, tanto en obras corporativas como en las llamadas personales. Nada de gentes que hayan hecho el bien —no digamos ya entregar dinero— a algo que no sea la Obra o que se permitieron practicar a escondidas obras de misericordia.

¿Se ocupa la Obra de tareas propias de este mundo al que dice amar apasionadamente para mejorarlas? No. ¿Se ocupa de las personas, incluso de las que están dentro del Opus Dei, para que mejoren? Más bien poco y sólo para lograr que tengan “visión sobrenatural”, es decir, para que ayuden a la Obra y obedezcan a sus superiores. ¿Y de los pobres y de los que sufren? Ná de ná. Si acaso colaborar con alguna que otra ONG o infiltrarse en una parroquia para conseguir adeptos. Lo suyo es “la labor de San Rafael”. San Rafael debe de estar harto. Hartito. Como dicen los castizos, últimamente parecen tener al santo de espaldas. Lo mismo con los amigos. Hay que instrumentalizar la amistad, en aras de la Obra. Y en el caso de la Iglesia, ¿para servirla como la Iglesia quiere ser servida? Más bien para que la jerarquía eclesiástica —la de verdad, la fundada por Cristo— escuche, ayude y apoye a la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei.

El padre fundador decía de sí mismo: no tengo otro fin que el corporativo. Fácil en su caso, pues el fin corporativo incluye entre otras cosas la exaltación y glorificación del jefe. Al parecer nadie puede tener otros fines o proponerse otras metas distintas de las corporativas. Nada de eso merece respeto o aprecio.

La Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei evidentemente  no es un estado nacional o cosa parecida, sino una prelatura personal —la única existente— acogida al Código de Derecho canónico, pero no le falta ese marchamo propio del fascismo. Es un fin en sí misma. Se dedica a sí misma. En los citados párrafos de Harari basta sustituir la palabra nación por la palabra prelatura para que todo encaje. Es triste comprobar que a una visión fascista se la llame visión sobrenatural y triste también que quien o quienes en su momento se entregaron a la Obra caigan en la  cuenta de dónde se metieron.

Gervasio




Publicado el Wednesday, 25 August 2021



 
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