Aunque E.B.E. nos haya acostumbrado a sus intervenciones hondas y argumentadas, la última del pasado miércoles, me pareció especialmente... esencial, capaz de datar una piedra miliar en la evolución de la situación del Opus Dei a la que, desde fuera, estamos asistiendo.

Pero no quiero seguir sin unirme de corazón al comienzo de su escrito, para agradecer a Agustina su intenso e ininterrumpido trabajo de estos veinte años, que, no obstante los interrogantes quizá más frecuentes en los primeros tiempos acerca del sentido, de la eficacia y hasta de la identidad de Opuslibros, ha permitido llegar, con el paso del tiempo, a la posibilidad de contrastar experiencias, a la difusión de datos históricos, biográficos y normativos, a un conocimiento para los de dentro y para los de fuera de la institución que de otra forma hubiera sido imposible...

Creo que E.B.E. dio en clavo con el señalar como

“La confesión forma parte del proceso de reparación y dentro de ese proceso está cualquier pedido de perdón, que viene a continuación de la confesión, no antes”.

Aunque creo que ni los interesados se den cuenta de la manipulación de la que son víctimas, me impresiona cada vez averiguar como los que al menos acceden a meterse en discusión y contrastar con los que hemos salido, siempre dan la vuelta a unos pocos argumentos con los que intentan justificar nuestras contestaciones a los que reconocen como efectivos errores pasados:

Las recriminaciones habituales en una pareja que se ha separado: o sea, es normal que los que hemos salido tenemos tendencia a auto justificarnos culpando al Opus Dei de nuestra infidelidad. Hace poco se me volvió a contestar de esta forma y el asunto me hizo sonreír interiormente, recordando que yo misma (era el año 1992), ex aún en buen plan, contesté de esta forma en una entrevista al periodista que me preguntaba cómo explicaba yo que si el Opus Dei era tan positivo como defendía en esa entrevista, el hecho de que hubiera tantas críticas en otros ex miembros que se habían ido. Han pasado treinta años, y aún se sigue argumentando institucionalmente (no se explica de otra forma la difusión de la utilización de esa justificación) de esta forma tan frívola y superficial, antes las contestaciones que se aportan.

En toda organización hay errores debidos a las debilidades de las personas que las integran / debidos a la época en que nacieron y se desarrollaron (me parece que esto último se está poniendo más de moda últimamente): esto es un argumento que, aunque pueda ser acertado para muchas realidades, no lo es para el Opus Dei que, desde su comienzo, con reiteradas afirmaciones del fundador recogidas, rematadas y asentadas por sus primeros sucesores, siempre tuvo la pretensión de haber nacido por directa inspiración divina que la hizo ver a su fundador en todos sus detalles –aunque pormenorizados en momentos históricos distintos- y cuyo espíritu se debía defender bajo pena de castigo divino. Además de este argumento los desaciertos del Opus Dei son causados, como recogen innumerables testimonios, más por los criterios, indicaciones, “buen espíritu” fundacional, que por las actuaciones de directores singulares que se alejaran de esos mismos criterios. Desaciertos tanto más... desacertados si tenemos en cuenta que siempre el Opus Dei pretendió haber llegado con cien años de antelación y con un carisma de santificación en la vida ordinaria y en el trabajo. Vida ordinaria y trabajo que son justamente los ámbitos en los cuales se lamentan las más graves caídas institucionales.

En la Obra hay muchos cambios, ya no es la que tú conociste: pero ¿estos cambios nacen de una verdadera conversión o más bien de empujes exteriores? Y sobre todo: un cambio sin asunción de responsabilidad no desagravia a los damnificados y no “convierte” a la institución, es más bien una adaptación que nace por el instinto de supervivencia y que no garantiza que, con el cambio de las circunstancias y presiones exteriores (¿qué sé yo? si fuera posible controlar internet por ejemplo...), no se vuelva a las practicas anteriores (esto de ceder, sin conceder, y con animo de recuperar).

Vuelvo a lo que desde que empecé, lo de E.B.E.:

“La confesión forma parte del proceso de reparación y dentro de ese proceso está cualquier pedido de perdón, que viene a continuación de la confesión, no antes”.

Me he encontrado, de persona o en noticias por videos o de prensa, frente a personas singulares dispuestas a pedir perdón, pero como señala E.B.E., son

“pedido de perdón de algo que no se admite haber cometido”

Todo esto no puede seguir al infinito y más allá, sin que al final no exploten las consecuencias, tanto más demoledoras, cuanto más aplazadas, con lo que sólo queda por concluir con la conclusión del mismo E.B.E.

“Es cierto, era hora ya de que el Opus Dei enfrentara sus propios demonios pero aun así creo que podemos llegar a estar frente a algo realmente impensado”

Sin una confesión sincera y operativa de parte de quien realmente tiene poder de representar a la institución, quizá la única posibilidad para el Opus Dei de encontrar un recorrido viable dentro de la vida de la Iglesia, pueda ser el de una administración extraordinaria, una autoridad externa temporal con la misión de llevar a todos los miembros de la Obra a conocer sus Estatutos y otros documentos internos hasta ahora reservados, para que puedan decidir, libremente al final, si seguir dentro de una institución hasta el momento no realmente conocida, y poderlo hacer dentro de los cauces reconocidos y aprobados por la Iglesia. Pero nadie garantiza que de esta forma el Opus Dei no se vaya a vaciar totalmente de sus fuerzas aún jóvenes y más valiosas.

Elena