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 Tus escritos: El ridículo numerario.- JasonJonas

060. Libertad, coacción, control
JasonJonas :

Antes de comenzar, sobre este calificativo aclaro, como en otros correos, el que este es una apreciación personal y solo aplicable para mí, en base a mi propia reflexión y experiencia. Por igual creo que más de algún numerario(a) puede considerar similitudes en él.

En mi vida he realizado actos que considero, al momento o al paso del tiempo, manifestaciones ridículas de comportamiento. Sobre todo en mi juventud, en acontecimientos cotidianos o en ocasiones fuera de lo normal, he pensado o he escuchado varias veces: “hice el ridículo” o “hizo el ridículo”. La inmadurez de aquellos años sopesaba de entrada dichas manifestaciones, pero más aún la enorme influencia de pensamiento en la estricta moral gravitatoria y constante del Opus siendo numerario, o incluso muchos años después de haber salido...

Una de estas manifestaciones fue la siguiente: Dentro de la multiplicidad de eventos culturales de toda gama que habría en su momento en la universidad, en los largos pasillos de difusión amanecieron carteles anunciando una obra de teatro con la palabra “erótico” en su título. Como numerario esto era para mí una afrenta a la moral y a las buenas costumbres que todo ciudadano del mundo-mundial debería de tener, y cual paladín de las más devotas y puras costumbres cristianas yo tenía que hacer algo al respecto. Como numerario no comprendía, entre otras cosas, que no todo mundo piensa igual, que no debemos de imponer jamás a nadie nuestra propia postura, que la cultura tiene muchos ámbitos de apreciación que atañen a cada persona, y que en todo caso la moral es un aspecto de libertad de consciencia que es nuestro mayor juez. Así que, al día siguiente, me apresté a llegar temprano (para que no hubiera nadie que me cuestionara) y estando allí me dediqué a arrancar estos “nefastos” carteles por los enormes pasillos de la universidad. Allí estaba yo como un caudillo cristiano defendiendo a capa y espada lo que el Opus me había inculcado en pro de las más estrictas normas cristianas: Nadie debía de ver esta obra porque “su tema pecaminoso” no era ni de obras de teatro ni de cualquier expresión cultural de por aquí o de por allá.

Ya rondaba por el cartel número 20 que ya no recuerdo si alguna persona de mantenimiento me habría llamado la atención o yo solito discurrí en ir personalmente, cartel en mano, a la dirección cultural de la universidad y hacerle frente a su titular. Yo no sabía nada al respecto de esta puesta en escena, yo no sabía nada acerca de qué iba la obra ni de cómo ésta se representaba, pero el simple título ya era para mí lo único que bastaba para esta férrea defensa en mi calidad de miembro del Opus. Decidido estaba yo y así fue: Una vez que estaba enfrente de su escritorio, me le planté y le coloqué el cartel es su mesa vociferando una de las típicas frases aprendidas en el Opus: “¿Usted dejaría que sus hijos asistan a tan descarado evento? (o algo parecido salió de mi boca en tono desafiante). Recuerdo que la directora primero se me quedó viendo un tanto desconcertada, para inmediatamente después recriminar mi conducta y mis raquíticos argumentos al tema (morales sobre todo). No recuerdo con precisión cómo acabó esa conversación, pero medio que me puso en mi lugar y salí de allí un tanto apenado, más bien siendo yo el desconcertado. Al día siguiente no solo había los mismos carteles en los lugares de donde los había arrancado, sino que había más en otros lugares en donde al principio no había; y la obra de teatro se llevó a cabo en su momento y sin mayores contratiempos ni revuelos de ningún tipo.

Yo me quedé un tanto satisfecho en mi consciencia al haber realizado ese acto independientemente de su conclusión: Estaba haciendo “la gran obra de Dios”. Pero más allá de eso y en razón de la tan siempre mencionada manipulación de conciencia que desde el primer momento imprime el adoctrinamiento Opusino, al paso del tiempo y en retrospectiva pienso honestamente que más bien estaba haciendo el RIDÍCULO…

Como reflejo de estas singulares actuaciones, en la universidad se nos reconocía de inmediato: “Ese es del Opus… ¡aguas!”. Pienso que la misma directora calificó mi actuar como de un imberbe y ridículo jovenzuelo: Ligero en sus pensamientos, inmaduro y altamente adoctrinado. Y este tipo de acciones eran parte del proceder de casi toda la generación de numerarios de aquel momento en todo tipo de acontecimientos semejantes: Alegatos, discusiones y enfrentamientos en plena clase con los profesores o con otros compañeros se suscitaban por cualquier aspecto moral que no nos parecieran, y eran motivo de arranques y escenas como la relatada. Hoy en lo personal las califico como ridículas, pero en el Opus estos comportamientos se esgrimían como actos triunfales: En las tertulias se escuchaban como si de grandes hazañas se trataran. Recuerdo otra en la que un numerario por la madrugada fue a tirar pintura a unas vallas publicitarias de la ciudad que promovía el uso responsable del condón, siendo esto incluso un acto delictivo, pero en el Opus ¡éramos todos unos campeones por actuar así!

En cada una de estas manifestaciones no trato de debatir la conveniencia moral de su defensa si ese fuera el caso (esos son tema de otro cantar y no es el propósito del correo), sino trato de reflexionar sobre el actuar SIN fundamento de cantidad de jóvenes bajo las puras ideas INSTRUIDAS o adoctrinadas de otro, en este caso del Opus como el “divino” instructor. Este proceder no mueve a la reflexión racional o de fe a nadie en cualquier aspecto que se pretenda defender (como no lo hizo en la absoluto para la directora a quien confronté), sino más bien refuerza el total desconocimiento del mundo que como numerario se tiene en esa agobiante y estrecha visión del ser humano que se hereda de la cabeza y doctrina que tenía su emancipado fundador. “Visionario”, “un hombre adelantado a su tiempo” o demás denominaciones lo enarbolan. Que equivocado se está: El resultado queda plasmado en el PERFIL REAL del numerario(a) -o el de cualquiera de sus miembros- en este engendro de laicidad-monacal llamada Opus.

Así pues, considero que mi comportamiento como numerario en muchísimos aspectos era ridículo, de allí mi calificativo. Y así creo que siguen actuando irremediablemente muchos de sus miembros, incluso los ya maduritos en edad pero limitados en su visión de vida. Es un tema de conciencia, sí, pero en la valoración objetiva de los hechos, muchos de estos actos -como el del correo- son completamente innecesarios, son simplemente ridículos. Pienso ahora, ¿cómo era posible que hiciera semejantes ridiculeces? Tan posibles eran como adoctrinado estaba (más aún en mi juventud).

Numerario, numeraria, en tu recorrido actual, ¿cuántas veces te has comportado como tal? (el calificativo queda abierto a tu reflexión).

JasonJonas


Publicado el Wednesday, 17 November 2021



 
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