He leído el artículo de Romana sobre la Administración. Un engendro ilegible e incomprensible, una serie de párrafos farragosos y abstrusos que hacen querer dejar de leer, porque no se entiende nada, un conjunto hecho de copypastes que nadie se ha molestado en releer entero, en voz alta, antes de ser publicado. Las tres criaturas que lo han escrito podrían, por el mismo precio y con los mismos resultados, haber escrito un artículo sobre las infraestructuras de la ópera de Sidney, o un documento hablando del impacto ambiental de la floración temprana de los almendros. El resultado hubiera sido el mismo. Quien/es lo ha/n redactado no ha/n pisado la tierra desde hace mucho tiempo...

Según la institución, lo que yo llamo ininteligibilidad y ellos “nivel alto” se debe a que una numeraria auxiliar no es solo una empleada de hogar, para nada, es una vocación altísima en la institución, y por eso, porque es tan alta, el nivel del escrito debe ser igualmente alto. Es como si un ponente, por elevar el nivel de sus oyentes, decide hablarles en beluchistanés en lugar del idioma que conocen, confiando en que, como tienen que tener un nivel muy alto, lo entenderán todos. Sin comentarios.

Todos los puntos del escrito, todos sin excepción, son rebatibles. Me he detenido en los que más claman al cielo, en mi opinión:

1)      El documento es, una vez más, todo teoría. De todo el documento no se puede sacar ni una sola conclusión práctica y si algo necesita la Administración de las labores apostólicas es práctica, en el sentido de adaptar la teoría a la realidad de la vida, en cada momento y en cada lugar. Esa realidad es diferente, en cada momento y en cada lugar, y por eso es tan necesaria una práctica que haga de la teoría algo factible, plausible y realizable. Algo “vivible”. Ahora mismo no lo es y quien diga que sí lo es, o miente o no conoce la realidad. 

2)      “En el caso de la Administración, eso comporta también enriquecer la propia tarea formativa, siendo permeables a los valores positivos que, como parte de la Providencia con la que Dios gobierna el curso de la historia, la sociedad enfatiza más en cada época...” Esto no es así, ni de lejos. El horario de las numerarias auxiliares no permite, en modo alguno, “enriquecer la propia tarea formativa”. Una numeraria auxiliar 1) no duerme las horas suficientes para descansar después de un trabajo físico extenuante, 2) no descansa, porque, cuando no trabaja, corre. Corre a los medios de formación, corre a la dirección espiritual, corre a las labores apostólicas. Correr, a no ser que se haga como práctica deportiva después de una jornada de trabajo, no es descansar, nunca lo fue.

3)      “A la Administración se le encomienda también velar por la unidad, de vocación, de espíritu y de misión. Y esto, al menos, de dos modos principales: por un lado, materializando un espíritu de familia que permite aunar a personas procedentes de entornos muy distintos y cuyas experiencias familiares previas son diversas; por otro, custodiando la separación, rasgo fundacional de los apostolados del Opus Dei. ¿Dónde queda la numeraria auxiliar, ahí? ¿Quién se preocupa de que la numeraria auxiliar, que es quien materializa el espíritu de familia en sus propias palabras, esté bien? En la práctica, digo. En la realidad de la vida. En el día tras día. ¿Quién se preocupa de su descanso, de su bienestar emocional, psíquico, espiritual y físico?

4)      Si el hogar es «el lugar al que se vuelve», la Administración crea un hogar, donde los miembros de la Obra se rehacen espiritualmente para volver a sus responsabilidades y tareas ordinarias con nuevas fuerzas. ¿A qué hogar vuelve la numeraria auxiliar? ¿Quién cuida de ella cuando “vuelve” a lo que, en teoría es “su hogar”? ¿En qué “hogar” se consulta todo? ¿En qué “hogar” hay dos clases de vajillas, de cristalerías, de cuberterías y de juegos de sábanas, como ha sido la realidad hasta hace muy pocos años?

5)      Por eso, una visión estandarizada, reducida y limitante de lo que está llamado a ser el trabajo de la Administración perjudicaría seriamente el desarrollo personal y vocacional de las numerarias y numerarias auxiliares implicadas en ella. La numeraria auxiliar carece de desarrollo personal y vocacional. La numeraria auxiliar media está demasiado ocupada en sobrevivir a un trabajo extenuante, a un horario que es un sinsentido y a unas exigencias inhumanas como para preocuparse de su desarrollo personal, no digamos vocacional.

Podría seguir, podría seguir porque el documento, como decía antes, puede rebatirse en todos y cada uno de sus puntos, sin excepción, pero no quiero alargarme más. Quisiera gritar, hasta quedarme sin voz, “MIRAD LA REALIDAD”, dejaos de teorías, de estudios, de metodologías, de sistemas de evaluación, por el amor de Dios, MIRAD LA REALIDAD. No la que queréis que sea, no la que debería ser, no la que os han dicho que tiene que ser, no la que se escribió que sería hace sesenta años, no la que escrivá dejó escrito que sería hasta el final de los tiempos, LA QUE ES. LA DE VERDAD, que es una montaña de numerarias auxiliares enfermas, sobremedicadas, cansadas, agotadas hasta la extenuación y más allá de cualquier límite, porque la teoría que se les exige aplicar no tiene eco en la práctica, no tiene eco en la vida real. La vida real va por un camino y la teoría, su teoría, la teoría de este estudio, va por otro. Y, o se le pone remedio ya, o los dos caminos no se encontrarán nunca.

“Las cosas que aquí se ven / ni los diablos las pensaron”- José Hernández, Martín Fierro.

Mediterráneo.