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 Tus escritos: El Opus Dei como nombre.- Gervasio

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Gervasio :

 

El Opus Dei como nombre

Gervasio, 25/02/2022

 

Para referirse a la Prelatura de la Santa Cruz, el nombre más utilizado y popular, que ha cuajado en los más diversos idiomas, es el de Opus Dei. Los sintagmas latinos son frecuentes en muchos idiomas como, por ejemplo, curriculum vitae, quid pro quo, ad hoc, etc. Nunca mejor dicho et cetera. Incluso en documentos oficiales de la Santa Sede redactados en latín, se utiliza la expresión Opus Dei, sin declinar, para designar la conocida institución fundada por €scrivá. Por ejemplo, en la Declaración de la Santa Sede sobre el Opus Dei a veces se declinan las palabras Opus y Dei y se refiere a ella como Prelatura Operis Dei y otras veces como Praelatura “Opus Dei”...



No se habla ya de un opus Dei, como si fuese una obra de Dios más. Ese es, sin embargo, su origen. Alguien preguntó al Fundador: ¿cómo va esa obra de Dios? Cayó entonces el Fundador en la cuenta de que tal denominación podría ser adoptada como nombre para su fundación, que pasó a ser llamada desde entonces Opus Dei. Se apropió del sintagma obra de Dios. Desde aquel momento lo por él fundado dejó de ser considerado una obra de Dios más, sino la Obra de Dios, algo que desde luego resulta un tanto pretencioso. Esa pretenciosidad es frecuente en los fundadores y fundadoras. Hay unas hermanas conocidas como Hermanas de la caridad, como si las demás hermanas no fuesen también caritativas. Siervas de Jesús, Adoradoras del Santísimo Sacramento, como si las demás no lo fuesen.

En el caso de Escrivá, al parecer, no hay jactancia ni pretenciosidad, porque como dejó escrito en la “Instrucción acerca del espíritu sobrenatural de la Obra de Dios” la empresa, que estamos llevando a cabo, no es una empresa humana, sino una gran empresa sobrenatural, que comenzó cumpliéndose en ella a la letra cuanto se necesita para que se la pueda llamar sin jactancia la Obra de Dios. Pareciera, a sensu contrario, como si las hermanas de la caridad, al apropiarse de esta virtud teologal, no llevasen a cabo una empresa sobrenatural, sino una empresa humana y sobre todo que en ellas no se cumpliese a la letra, como sucede con el Opus Dei, lo que se necesita para ser llamadas sin jactancia Hermanas de la caridad.

Si te empeñas, son defectillos frecuentes en los fundadores, que suelen considerar que lo suyo sobresale sobre lo de los demás. En el caso de $anjosemaría el “defectillo” es más acusado. Lo de €scrivá me parece una jactancia doble: la de apropiarse de un nombre genérico —el de obra de Dios, aplicable también a otras instituciones y actividades, como rezar— y encima subrayar que tiene derecho a hacerlo, porque a su obra de Dios le conviene ese nombre más que a otras obras de Dios. La verdad es que existen muchas obras de Dios; pero la conocida como Opus Dei lo es también de Escrivá de Balaguer. Sin él no hubiese habido Opus Dei.

No están mal los nombres de fundaciones derivados de su finalidad o ámbito en los que desatollan su labor: hermanas de los ancianos desamparados, misioneras de las doctrinas rurales, etc. En el caso del Opus Dei quedaría bastante mal especificar: se trata de una obra en favor y ámbito de las personas de alto standing. Tal campo de acción parece que no casa demasiado bien con considerarla paradigma de obra de Dios.

También le gustaba el sintagma Opus Dei, porque da una muy mala derivación adjetival. Hay que recurrir a decir opusino, opusdeístico, o expresiones parecidas pero igualmente forzadas. A un hombre que se dedica a vender pescado lo llamamos pescadero; a una mujer que plancha, la llamamos planchadora, etc. De esta forma se dificulta que nos identifiquen y nos identifiquemos por nuestra dedicación al Opus Dei. Si alguien es numerario y le preguntan a qué se dedica, tendría que responder: Pues mire usted yo me dedico a las tareas apostólicas propias de la Prelatura con todas mis fuerzas y con la máxima disponibilidad personal (Cfr. Estatutos 8§1). La profesión que ejerzo es algo secundario y estoy dispuesto a abandonarla en cualquier momento. La gente y la propia familia acaban dándose cuenta de ello, aunque se niegue.

Le oí decir al Fundador que su nombre —Escrivá o Escriba— no daba una buena derivación como adjetivo. Sus seguidores serían los escribas, los escribanos, los escribanianos. Horrible todo ello. Sin embargo, lo más correcto y exacto, a mi modo de ver, es la denominación de las fundaciones por el nombre de su fundador o fundadora: las teresianas del Padre Poveda, los salesianos, los misioneros combonianos, los dominicos y dominicas, los franciscanos, etc. Son conocidos por ser seguidores de un determinado fundador o fundadora. Esa es su característica distintiva, aunque con frecuencia se parezcan mucho unas fundaciones a otras.

A los fundadores los suelen elevar a los altares. Que los canonicen suele producir en sus seguidores grandes alegrías y alborozos. Entran en trance de juerga mística. También les produce alegría y alborozo que en sus estatutos o constituciones, aprobados por la Santa Sede, se reconozca que el fundador llevó a cabo su fundación movido por una especial intervención divina o frase parecida.

Ese reconocimiento de que la fundación del Opus Dei responde a una especial moción o intervención divina lleva a calificarlo como “fenómeno carismático” (Cfr. Iuvenescit Ecclesiae). Cuanto más insisten Escrivá y sus seguidores en que, como consecuencia de inspiraciones divinas, le corresponde a la fundación de €scrivá formar parte de la jerarquía eclesiástica, más razones dan a las autoridades eclesiásticas para que no la consideren tal. La jerarquía eclesiástica no puede estar al albur de inspiraciones privadas. Su estructura y organización dependen exclusivamente de la revelación pública, que ha terminado con la muerte del último de los Apóstoles, que es San Juan Evangelista.

Un fundador imprime decisivamente su huella en lo fundado. El fundador del Opus Dei se proclamaba, a la vez humilde y orgullosamente, mero instrumento de Dios. De acuerdo, pero es que no es lo mismo un lienzo pintado al óleo con pincel que con espátula, con pincel de pelo de marta, que con barra de cera, etc.

El Fundador no ha destacado por su diocesanidad. Se largó de Zaragoza donde estaba incardinado y luego quiere dar lecciones a los sacerdotes diocesanos de diocesanidad —nihil sine episcopo— y luego quiere que su fundación sea considerada como un elemento más de la jerarquía eclesiástica.

El Fundador hizo sus estudios eclesiásticos y civiles a trancas y barrancas. Tardó en doctorarse unos diez años y para lograr doctorado en teología tuvo que recurrir a supercherías. Y luego quiere que todos los numerarios sean sabios doctores.

Quiere que estemos desprendidos de nuestra familia y él nunca se aparta de ella. Vive con su madre y hermanos y hasta se lleva a Roma a Tía Carmen y a Tío Santiago, que estaban más perdidos allí que un pulpo en un garaje. Y encima nos los tenemos que tragar como tíos adoptivos.

Su Obra tiene preferencia por los intelectuales; pero él es persona poco dotada para el pensamiento abstracto.

Califica de fenómeno laical al Opus Dei; pero los cuadros de mando están reservados a los sacerdotes.

Etc. Al final eso es lo de menos, porque ya se sabe que “del cura lo que dice, pero no lo que hace”. “Del médico lo que hace; pero no lo que dice”. Y lo que hace es proyectar excesivamente su personalidad en todo: hasta en el estilo y decoración de las casas, en las normas de piedad, en lo modos de hacer apostolado, en la imposición de una vida reglada al milímetro. Hasta las cosas más nimias e intrascendentes están escrivanizadas. En casa tenemos toda la farmacopea. “Del boticario ni lo que hace ni lo que dice”, concluye la sabiduría popular. El Opus Dei ¿merece realmente el nombre de obra de Dios?

Gervasio




Publicado el Friday, 25 February 2022



 
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