Discernimiento vocacional

Gervasio, 21/03/2022

Eché una ojeada a un artículo publicado en el nº 67 “Romana”, firmado por Pablo Martí del Moral, Profesor de Teología Espiritual, Universidad de Navarra. Tiene varias páginas y las leía una tras otra a ver cuándo se metía en faena, a ver cuándo tocaba el fondo de la cuestión. Pues nada, terminé lectura y, como no se metió en faena, voy a hacerlo yo.

Para mí el punto culminante de la cuestión del discernimiento tiene lugar cuando un señor del Opus Dei, le dice a otro que no lo es, que debe hacerse del Opus Dei porque está clarísimo que tiene vocación y que a Dios no se le dice que no. Hablo por supuesto de mi época. Estoy seguro que si cuento esto hoy a alguien de la Obra,  me responderá que hoy las cosas ya no se hacen así...

Cuando el señor del Opus Dei le dice al que no lo es, que debe hacerse de la Obra, ha de hablar y hablarle con toda seguridad y aplomo. Nada de he pensado que… a lo mejor resulta que…, quizá… etc. La decisión de “hablar” a alguien para que se haga del Opus Dei debía estar autorizada por el consejo local. El consejo local podría mostrar sus dudas o reticencias; pero una vez decidido que hay que “hablar” a Fulano, debería hacerse en los términos de la mayor seguridad y firmeza.

El fundamento de que se asegure a alguien que tiene vocación es muy inconsistente. El “hablado” sólo debe reunir dos requisitos. En primer lugar ha de tener “buena pinta” (en general para los numerarios) y en segundo lugar ha de cumplir ya todas o casi todas las normas de piedad diarias. El llamado plan de vida. Con estos dos requisitos ya se está en condiciones de asegurar a alguien que tiene una vocación como un castillo. Ni los del consejo local, ni el “hablador”, se plantean si el “hablado” ha de perseverar o no mucho tiempo en el Opus Dei. Es difícil predecir el futuro. En cualquier caso la perseverancia  es irrelevante. Como decía don Florencio, lo importante es que “la labor” se vaya haciendo. Como si se tratase de construir una nueva pirámide en Egipto o una catedral gótica de esas cuya construcción dura siglos. Lo importante es que la pirámide crezca, pese a las bajas.

            En el comienzo de su artículo Pablo Martí del Moral da a entender que el discernimiento vocacional es una realidad compleja: El tratamiento que el clásico Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique hace sobre el “discernement des esprits” comprende aspectos variados como los motivos de las elecciones y actuaciones, las posibles influencias sobre esas motivaciones, los signos de los tiempos, los carismas, las inspiraciones y mociones interiores, el acompañamiento espiritual, etc. En todos los casos, se evidencia que el ser humano no está determinado, y se enfrenta con la tarea de discernir sobre sus convicciones y resoluciones. Así pues, la relevancia del discernimiento deriva de su relación con la libertad, que a su vez depende de la comprensión sobre la verdad práctica (“qué es lo que conviene hacer”). Todos estos elementos se simplifican en el momento de “hablar” a alguien para que se haga del Opus Dei. Es maravilloso. Se reducen a los mencionados dos requisitos: tener buena pinta y cumplir el plan de vida. Y una vez aceptada la propuesta de hacerse del Opus Dei, ya no cabe revocar la decisión tomada. Sería traicionar la propia vocación.

            El cristiano, considerando en la oración que ha sido creado para amar a Dios y movido por el deseo de alcanzar este fin, se interroga sobre el camino que debe seguir, meditando el Evangelio y teniendo a la vista los modos de vida autorizados por la Iglesia, para servir mejor a Dios, la Iglesia y todas las personas. El profesor Martí del Moral sitúa, pues, la vocación al Opus Dei como una vocación más dentro de los modos de vida autorizados por la Iglesia.

Insiste por dos veces en que la vocación al Opus Dei no es un contrato bilateral. En efecto, implica la opción de estar sometido a unos concretos superiores distintos de los de la jerarquía ordinaria de la Iglesia. No se trata de optar por una jurisdicción alternativa —opción por una prelatura personal— a la jerarquía eclesiástica diocesana. Tal postura —que llegó a enseñarse hasta en los Catecismos de la Obra— tengo entendido que ya se está abandonado; abandono que se manifiesta en uno de los últimos libros publicados de John F. Coverdale.

Para empezar, el Opus Dei carece de potestad sobre los siete sacramentos. Casi nada. Para bautizarse no se puede acudir al Opus Dei, sino a la parroquia. Lo mismo sucede con la confirmación y con el matrimonio. Son competencia de la jerarquía ordinaria de la Iglesia. También para tener reservado el Santísimo Sacramento en una casa del Opus Dei, hay que pedir permiso a la jerarquía ordinaria. En cuando al sacramento de la penitencia la competencia es cumulativa. Ni siquiera cumulativa en algunos casos. Para los pecados muy graves hay que acudir al penitenciario diocesano. Sobre la unción de enfermos la potestad es también cumulativa, si bien el Opus Dei carece de cualquier competencia sobre cementerios y sepulturas. Para el sacramento del orden también hay que acudir a obispos que no son del Opus Dei. Por sí sólo, el Opus Dei sólo puede aspirar a ser una Iglesia particular sin sacramentos.

En fin que no sé por qué se insistía tanto en que la pertenencia al Opus Dei conlleva optar una jurisdicción similar pero distinta de la diocesana. La del Opus Dei es una jurisdicción sacramental tan menguada y lagunosa —comparada con la del Obispo diocesano— que lo más prudente, a mi modo de ver sería no insistir demasiado en este punto. Mejor no mencionarla. Profundizar en el tema lleva a la conclusión de que el Opus Dei tiene sobre los a él incorporados, la misma jurisdicción que los que se incorporan a una orden o a una congregación religiosa exentas. No es como para airearlo mucho.

Cosa distinta es que la incorporación a Opus Dei conlleva la aceptación y sumisión a una jurisdicción estatutaria privativa de los miembros del Opus Dei y distinta de la diocesana. Los que no se han comprometido a observar esos estatutos no están sometidos a esa jurisdicción. En el caso del numerario conlleva que los directores tienen facultades de ordenarle cambiar de domicilio e incluso de abandonar su trabajo profesional, para dedicarse a otras tareas que los directores de la Obra le encarguen. Por supuesto, forma parte del discernimiento vocacional saber a qué se compromete uno siendo numerario, que es muy distinto de aquello a lo que uno se compromete siendo supernumerario.

Una idea que no tiene mucho que ver con el discernimiento vocacional es el de la llamada universal a la santidad que el autor trae a colación. Esa llamada universal no significa que para ser santo todos hayan de optar por unos determinados estatutos, bien los del Opus Dei, bien otros, dentro de los modos de vida autorizados por la Iglesia. La llamada universal a la santidad implica precisamente lo contrario, que para alcanzar la santidad no es necesario optar por unos u otros modos de vida autorizados. No implica asumir una regla de vida autorizada. Siempre pongo como ejemplo de santidad, sin someterse a regla alguna, a San Isidro Labrador y su esposa Santa María de la Cabeza. Hay otros muchos.

El articulista hace propaganda del Opus Dei como opción vocacional estatutaria, y cauce de santidad porque permite encontrar la santidad en medio del trabajo ordinario y con ocasión de él. Tal señuelo me parece engañoso.  En el caso del numerario especialmente, ese trabajo ordinario es sustituido por trabajar en asuntos internos o en dirigir apostolados de la Obra.

Por otra parte no siempre el trabajo secular de las gentes de la Obra es ejemplar. Una abogada madrileña, que se conoce bien el mundo de la abogacía en la capital de España, me decía hace poco refiriéndose a otro abogado madrileño que ha aparecido por la prensa y por estas páginas como persona perteneciente al Opus Dei: ¿Y qué más tiene que hacer este señor para que lo echen del Opus Dei?, exclamaba indignada. Al final se acaba en que la santidad para el Opus Dei consiste en cumplir diariamente dos horas y pico de normas de piedad (cfr. La espiritualidad del Opus Dei 16-I-2009). El que las cumple se santifica y salva.

Está acerrado EBE (18-III-22) cuando hace notar que el Fundador apenas habla de discernimiento vocacional. Sí hablaba, en cambio, y mucho de proselitismo. Ante el desprestigio del término proselitismo quizá se intente sustituir el uno por el otro. No es mala idea ni mucho menos. Habría que acabar con lo de que para ser del Opus Dei vale cualquiera con tal de que tenga buena pinta y cumpla las normas del plan de vida. O bien, vamos a discernir 500 vocaciones.

Gervasio